El evangelio llegó oficialmente a Cuba en 1511, cuando el conquistador español Velázquez estableció la Iglesia Católica en la isla caribeña. Pero desde entonces, el mensaje del evangelio ha sido atropellado conforme el genocidio, la esclavitud en las plantaciones, la guerra, y las penurias han afligido al pueblo cubano.

Desde 1960, el dictador Fidel Castro, de 88 años de edad, y su hermano-sucesor Raúl, de 83, han mantenido a Cuba en sus brutales garras. Bajo Castro, el 99 por ciento de los cubanos pueden leer y escribir para cuando cumplen los 15 años, y el hambre es algo raro. Estos son grandes avances sociales. Pero la libertad para adorar a Dios como uno desea ha sido algo que ha estado sujeto a un control extremo estatal. Cuba es un estado policial—donde la policía mantiene un control opresivo.

En 2012, los Estados Unidos otorgaron asilo político a Carlos Lamelas, un pastor pentecostal que se vio en medio de conflicto con el régimen de Castro. En su conversación reciente con CT, Lamelas proveyó un vistazo de lo que la vida es para muchos pastores: vigilancia constante. Tentaciones patrocinadas por el gobierno a través de vendedores del mercado negro y de ofertas de sexo ilícito. Pornografía que esconden dentro de la Biblia del púlpito. Control sobre publicaciones de Biblias. Azotes severos y palizas. Incapaces de poder tentar a Lamelas, la policía lo acusó falsamente de tráfico de personas: “Me sacaron de la casa, prácticamente me secuestraron una mañana.”

La organización Christian Solidarity Worldwide comenta que las violaciones a la libertad de culto han ido aumentando desde el 2011. Pero nuevas posibilidades de un cambio positivo parecen posibles, a pesar de que el embargo de EU sigue en efecto. El llamado del Presidente Obama para normalizar las relaciones, por mucho tiempo congeladas por una política de grupo de los tiempos de la guerra fría, ofrece una oportunidad—que solo viene una vez en una generación—para que las iglesias cubanas y americanas fortalezcan sus lazos. El evangelio, no la política, es nuestra agenda compartida. Bajo la nueva política estadounidense, “actividad religiosa” es una de las 12 razones explícitamente permitidas para que los estadounidenses puedan viajar a cuba bajo lo que se denomina una licencia general. (Esto es una mejora de la dificultosa licencia específica, que exigía aprobación caso por caso.)

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Una nota de precaución

¿Cómo se verá el éxito ministerial conforme se relajan las restricciones de viaje y un régimen represivo se vuelve más abierto a las influencias externas? La respuesta de la iglesia de EE.UU. a la caída de la Unión Soviética en 1991 es una historia que sugiere precaución—fue una experiencia de pasos en falso, en algunas ocasiones de fracaso abierto, y de éxito tentativo. Este no es el lugar donde volver a contar los altibajos de esa campaña por esparcir el evangelio a través de Rusia en colaboración con el sistema educativo estatal. ¿Pero, por qué no aprender de los errores de los demás?

Una lección clave de la era post-soviética es la necesidad de trabajar respetuosamente al lado de la comunidad Cristiana histórica. En Cuba, la población Cristiana es predominantemente católica. Los protestantes son mayormente pentecostales o carismáticos. Los evangélicos estadounidenses, recién llegados a la tarea de alcance en la isla, harán bien en hermanarse con misiones que ya están trabajando activamente en Cuba y deben evitar llegar ya con un plan de cinco años en la mano impreso en inglés.

A los Cristianos que van rumbo a Cuba les irá mejor si llegan a La Habana buscando aprender tanto como ayudar. Veamos las cifras. En Cuba, el movimiento evangélico (incluyendo los pentecostales) está creciendo a un 3 por ciento por año. Los metodistas están creciendo a un 10 por ciento. El gobierno trata de reprimir el crecimiento de la iglesia fijando límites severos en construcción de templos. (El año pasado, el gobierno aprobó el primer permiso desde la revolución para construir un templo.) Pero los sabios pastores han virado a favor de una estrategia de iglesias en los hogares que ha trabajado magníficamente entre el pueblo. Las antiguas catedrales están vacías, pero las nuevas iglesias en los hogares están llenas.

El Cristianismo cubano tiene sus problemas. Falta de confianza, sospechas, y desacuerdos afligen a las iglesias locales y a las asociaciones nacionales. Delatores o informantes están por todos lados. Pero los líderes Cristianos también tienen aspiraciones. En 2009, los pastores le dijeron a CT de su sueño doble de una Cuba para Cristo y de cumplir su papel en la Gran Comisión. “La Gran Comisión es nuestra responsabilidad tanto como lo es de las iglesias en América,” le dijo a CT un líder evangélico del centro de Cuba.

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Los Cristianos cubanos tienen la esperanza de que la iglesia americana y la global se puedan hermanar como socios iguales. Los Cristianos que visitan Cuba pueden abrigar esta visión de Cuba como nación que envía misioneros. “No podemos ver a Cuba distinto de cómo vemos a los Estados Unidos, Francia, o Rusia,” dijo Lamelas. “Todos nosotros le pertenecemos a Dios. Es la iglesia de Cristo Jesús.”

La iglesia cubana necesita más que relaciones completamente normales con el Tío Sam. También necesita libertad. “Cuba Libre” sigue siendo un grito de batalla válido, pero tiene que lograrse por fe.

Las prisiones de Cuba están llenas de disidentes políticos. Libertad para cada persona en Cristo al igual que libertad de un régimen coercitivo son pasiones dignas de seguir en Cuba.

Timothy C. Morgan es editor principal de periodismo global de Christianity Today. Sígalo en Twitter @tmorgan815.

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