En la primavera del año 2013 mi esposo, el pastor Carlos Valencia, y yo tuvimos uno de esos golpes en la puerta que te rompen el corazón, cuando un miembro de la iglesia se aparece destrozado y sufriendo. La señora Mendoza (no su verdadero nombre) estaba desesperada, derrotada y avergonzada. No sabía a quién acudir aparte de su pastor, alguien en quien ella confiaba.

Con lágrimas nos compartió que ella era responsable de que su familia perdiera su casa, y ahora estaba a punto de perder su automóvil, y no sabía cómo decírselo a su esposo. Quedamos sacudidos, confusos y enojados. ¿Cómo era posible que esta familia tan trabajadora perdiera su casa?

La señora Mendoza se había atrasado en los pagos cuando algunas de las cuentas resultaron ser mayores de lo acostumbrado. Se cansó de pedir ayuda a sus amigos y recordó haber visto unos grandes letreros y otras publicidades de préstamos de día de pago que afirmaban que ellos podían ayudar. Fue a uno de esos lugares donde vio que era muy fácil obtener un préstamo pequeño. Lo único que necesitaba era comprobar su empleo y una cuenta de cheques de donde se cobrarían automáticamente sus pagos. La señora Mendoza salió con un préstamo de $300 dólares que solamente le iba a costar $75 dólares adicionales, monto que debía pagar en dos semanas. Parecía muy sencillo. Esa transacción rápida se convirtió en una trayectoria horrorosa—una trampa enfermiza e interminable. Dos semanas más tarde ella tuvo que extender ese préstamo inicial y pagar otros $75. Eso terminó en que tuviera que sacar un préstamo tras otro para pagar los intereses y las cuotas adicionales que se acumulaban cada dos semanas.

Encontrándose completamente hundida en las deudas y amenazada por los cobradores, no halló otra salida que usar los pagos de hipoteca para pagar el pago de la deuda rápida. Este ciclo continuó por varios años, y terminó pagando más de $10,000 dólares por un préstamo que comenzó en $300 dólares.

Mi esposo y yo revolvimos cielo y tierra llamando a bancos, abogados y a cualquier persona que pensábamos que podría ayudar a salvar la casa de esta familia. Lamentablemente, era demasiado tarde. El banco se apropió de la casa y la vendió, y ahora ella estaba por perder su automóvil, que necesitaba para ir al trabajo. Decidimos ir con ella al lugar donde pidió el préstamo para ver si podíamos ayudar pero no hubo nada que pudiéramos hacer. El prestamista que ofreció ayudarle cuando ella necesitaba desesperadamente esa ayuda le había tendido una trampa.

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Le prestamos el dinero para cancelar definitivamente ese último préstamo, pero salimos de allí horrorizados y desesperados al descubrir que hay empresas como esa que se visten como ovejas anunciando ayudar y, en vez de eso, son lobos listos para devorar a su presa.

Tristemente, esta fue solo la primera de muchas historias que he encontrado. Según un estudio reciente hecho por Lifeway Research, el 24 por ciento de los hispanos cristianos han usado un préstamo rápido de día de pago—es decir, uno de cada cuatro miembros de nuestras congregaciones hispanas. Hay iglesias que están usando sus fondos de benevolencia o juntando dinero para ayudar a sus miembros a cancelar estos préstamos. El préstamo típico puede tener una tasa de intereses y cuotas de más del 400 por ciento. La ganancia de este comercio descansa en el ciclo vicioso de la deuda. Más del 75 por ciento de todos los pagos cobrados por los prestamistas del día de pago provienen de personas que sacan más de 10 préstamos por año.

La Biblia tiene un nombre para esto: usura —el pecado de cobrar intereses exagerados por los préstamos. La Palabra habla fuertemente en contra de la usura: “No explotes al pobre porque es pobre, ni oprimas en los tribunales a los necesitados (Proverbios 22:22, NVI). La Palabra de Dios nos llama a hablar en contra de injusticias como esta.

Puede que usted esté como yo estaba: Ignorando que esta injusticia existe. Pero al ayudar a reducir la vergüenza y al ofrecer un lugar donde hablar sobre los problemas financieros, puede que usted descubra que el problema estaba más cerca de lo que pensaba. Usted no tiene que ser un abogado o un político para hacer una diferencia. Simplemente esté dispuesto a escuchar y a compartir esas historias entre su familia, su iglesia y su comunidad.

Al hacerlo, usted y su iglesia se unirán a miles de cristianos en todo el país que están haciendo oír su voz en contra de esos lobos llamados préstamos rápidos del día de pago.

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Recientemente, el Consumer Finance Protection Bureau (CFPB) [Departmento de Protección Financiera al Consumidor] publicó un conjunto de propuestas para proteger mejor a los consumidores contra estos lobos. Hay una coalición formada por varias organizaciones cristianas llamada Faith for Just Lending que tiene el propósito de abogar por mejores leyes y luchar por préstamos justos y correctos (www.lendjustly.com). Ahora más que nunca necesitamos de iglesias y líderes comunitarios que hagan oír sus voces para apoyar mejores leyes.

He aquí algunas maneras prácticas en las que usted puede participar abogando por una mejor protección contra estas injusticias.

  • Conocer más,
  • Compartir una historia,
  • Apoyar los principios y
  • Enviar un comentario a CFPB en apoyo a una ley mejor.
  • Ver un nuevo documental sobre el tema, titulado, “The Ordinance” (https://deidox.org/theordinance/).
  • Proveer clases de educación financiera para su comunidad.
  • Educar a otros sobre los préstamos del día de pago.
  • Contactar a sus congresistas y otros oficiales electos mediante cartas, llamadas o una visita personal. Pedirles que expresen su apoyo a las normas propuestas por CFPB.
  • Hablar a través de los diferentes medios de comunicación como un creyente que hace un llamamiento a una reforma.

Proteja a sus ovejas de los lobos. Únase a nosotros abogando por préstamos justos y correctos.

Anyra Cano-Valencia, es Ministra de Jóvenes, Iglesia Bautista Victoria en Cristo y Advocacy Outreach Specialist, con el Cooperative Baptist Fellowship.

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