Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

¿En qué piensas cuando escuchas el término “éxito académico?” ¿Te imaginas ceremonias de graduación o un diploma universitario? En los Estados Unidos, sólo uno de tres adultos tiene educación universitaria y sólo ocho de cien personas (8 por ciento de la población) han obtenido una maestría. Obviamente, esta es una forma de pensar sobre el significado del éxito académico.

Por supuesto, una persona puede obtener éxito académico obteniendo títulos y ser un fracaso en la vida. Pensé sobre esto hace algunos años cuando mi esposa Mary Ann y yo tuvimos la oportunidad de viajar a Camboya donde nuestra hija mayor y su esposo estaban trabajando para una organización cristiana de desarrollo. Quizá se recuerde lo que sucedió en Camboya en los 1970 donde el 40 por ciento de la población fueron asesinados (los maestros y líderes cristianos fueron los primeros que asesinaron).

Durante nuestra visita fuimos al Museo del Genocidio donde muchas de las matanzas ocurrieron. Vimos torres de 30 pies de alto con solo cráneos humanos dentro de ellas y un árbol inmenso llamado el Árbol de la Muerte, donde los líderes de Khmer Rouge llevaban a los bebés para matarlos. Me provocó mucha emoción saber que la mayoría de esos líderes asesinos fue educada en las mejores universidades. Eran personas brillantes con títulos tras sus nombres, pero llegaron a ser de los individuos más déspotas del siglo 20.

Obviamente, el éxito académico no puede ser medido solo con títulos y debería incluir la mente de la persona y su alma también. ¿Qué es una perspectiva cristiana del éxito educativo? Consideremos Lucas 2:52 que dice “Y Jesús siguió creciendo en sabiduría y estatura, y cada vez más gozaba del favor de Dios y de toda la gente.” Este corto versículo aclara que Jesús creció en cada dimensión de su vida, la intelectual, la física, la social y la espiritual. Sugiero que este versículo puede servir como paradigma para definir el éxito en la educación. Provee el criterio para el éxito académico en cuatro dimensiones.

Article continues below

Primero, vemos la dimensión intelectual: Jesús crecía en sabiduría. Por supuesto la educación, se trata de conocimiento y el intelecto. Pero, sabiduría es la habilidad de tomar el conocimiento que hemos recibido y aplicarlo a cada área de nuestra vida. Es la habilidad de tomar buenas decisiones en medio de las complicaciones, y a veces, las conflictivas demandas éticas de la vida.

Segundo, hay una dimensión física en la vida: Jesús creció en estatura. Quizá se le hace raro que el escritor mencione la dimensión física de Jesús. Después de todo, cuando muchos piensan en religión, piensan en algo que no es físico en naturaleza, algo removido de lo rutinario de la vida. La Escritura nos dice que nuestros cuerpos son el templo del Espíritu Santo, y por lo tanto, lo que hacemos dentro y a través de la dimensión física le importa mucho a Dios. Podemos hacer bien con la mente, con el intelecto, y aun con la sabiduría, pero si no cuidamos del cuerpo y del mundo que nos rodea, no tendremos éxito. El enfocarnos en la mente solamente nunca nos permitirá vivir una vida floreciente.

Muchas escuelas y universidades cristianas se están dando cuenta que cuando hablas de educación cristiana, incluye el lado físico de la vida, y por eso se enfatizan los programas de educación física, fisioterapia, descubrimiento de la naturaleza, programas médicos y de salud, y muchos más. La dimensión física se extiende a cuidar la creación de Dios. Eso también, fue parte del mandato del Creador en Génesis.

La tercera dimensión de la educación es aprender a cómo relacionarnos con otros, cómo sobrellevar el conflicto, cómo comunicarse bien, y cómo escuchar bien. La dimensión social: Jesús cada vez gozaba más del favor de toda la gente. Tenemos que aprender a vivir nuestra fe en un mundo quebrantado y complejo como seres sociales. Esto quiere decir que trabajamos arduamente en contra de prejuicios y racismo, buscando justicia para el pisoteado y oprimido, cuidando del pobre, porque todos fuimos hechos a la imagen de Dios. Un día, en la gloria como creyentes en Cristo, nos reuniremos alrededor del trono del Cordero juntos.

Article continues below

A diferencia de algunos hombres y mujeres santos y de significado en la historia, Jesús no era un ermitaño, desasociándose de la gente. Durante su vida, la dimensión social de ser humano fue muy importante. Fue, como dijo el teólogo Dietrich Bonhoeffer, un hombre para todos. Dios nos hizo para ser criaturas sociales. Génesis 2:18 dice, “no es bueno que el hombre esté solo.” Fuimos creados para interactuar. Fuimos creados para estar con gente y para la gente y ser sostenidos por la gente. Sabemos esto, no tan sólo bíblicamente, sino también a través de disciplinas académicas tal como sociología, psicología, economía, historia, educación, negocio y estudios de administración de empresas. Podríamos añadir otros a la lista. Todos nos apuntan a vivir la vida juntos.

La cuarta dimensión es espiritual: Y Jesús creció en favor con Dios. Aunque Jesús era Dios, entró a este mundo y dio atención a lo que comúnmente llamamos las disciplinas espirituales. Oró, y no sólo cuando las cosas estaban difíciles, y lo fueron para Jesús. Leyó y meditó en la Escritura. Frecuentemente se levantó temprano para estar a solas con el Padre. Ayudó a su prójimo. Apuntó a otros al Reino de Dios y a sí mismo como Salvador y Señor. Si Jesús, siendo el hijo divino de Dios, necesitaba practicar estas disciplinas espirituales, ¿cuánto más nosotros? Hemos sido creados como criaturas espirituales, destinadas a vivir con Dios, para Dios, habilitados por Dios, para conocerlo personalmente y para vivir nuestras vidas desde esta relación fundamental. Podemos tener gran intelecto, ser muy fuertes físicamente, tener habilidades sociales extraordinarias, pero si la dimensión espiritual falta, algo fundamental falta en la vida de esa persona.

Quizá usted puede imaginar su vida como una rueda con cuatro rayos: el intelectual, el físico, el social y la dimensión espiritual. En el centro de todo está Cristo. Lo que necesitamos saber sobre el éxito académico es que una vida Cristo céntrica quiere decir que puede jugar un deporte, estudiar matemática, literatura, historia, educación, negocio, las ciencias, que puede reír y pasar tiempo con amistades, que puede tocar un instrumento musical o cantar, puede crear arte, puede tener trabajo, y todo tiene un propósito más alto. El marco de referencia para nuestra educación tiene que ser Cristo céntrica y todo para la honra de Dios. Esto es lo genial de una educación cristiana, y no se compara con nada en el mundo.

Article continues below

“Jesús siguió creciendo en sabiduría y estatura, y cada vez más gozaba del favor de Dios y de toda la gente.” Qué así mismo sea en nuestras vidas, en nuestras iglesias y en nuestras instituciones.

El Dr. Dennis Hollinger es Presidente de Gordon-Conwell Theological Seminary y profesor distinguido de Ética Cristiana. Durante la Cumbre Nacional Hispana de Educación, compartió una presentación sobre el valor de la educación cristiana y la verdadera medida del éxito académico.

[ This article is also available in English. See all of our Spanish (español) coverage. ]