Fuera de la oficina de un congresista estadounidense, cristianos sostienen carteles de protesta hechos en casa, mientras clérigos con sotana y alzacuellos asisten a una marcha para desafiar la separación de las familias que buscan asilo en la frontera entre Estados Unidos y México. Se unen a cánticos apasionados de «¡Quédense a los niños, deporten a los racistas!» y «¡Enciérrenlos!», refiriéndose a aquellos que trabajan para la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos. Al protestar contra la espantosa e inhumana práctica separar a niños de sus padres, deshumanizan a otros, pidiendo que se les quiten sus derechos y se restrinjan sus libertades.

Dentro de las oficinas de una organización cristiana sin fines de lucro que proporciona asistencia legal a los inmigrantes, voluntarios de una iglesia local ayudan a los jóvenes inmigrantes con sus aplicaciones DACA. Estos jóvenes llegaron a los Estados Unidos con sus familias cuando eran aún niños y ahora se encuentran indocumentados, incapaces de vivir, trabajar o asistir a la universidad en los Estados Unidos sin la amenaza de la deportación. Los voluntarios conversan con los ansiosos inmigrantes mientras comparten con ellos rosquillas y café, a la vez que navegan por el complejo papeleo que les permitirá permanecer legalmente en sus comunidades.

Mientras que los cristianos en ambos escenarios pueden creer cosas muy similares sobre la inmigración, los dos grupos han optado por vivir sus convicciones de maneras dramáticamente diferentes. Pero, ¿qué nos hace reconocer inmediatamente la diferencia entre unos y otros? Sugiero que los cristianos en el segundo ejemplo están reflejando la belleza de Dios en la forma en que viven sus creencias sobre la inmigración. Creo que si bien Dios espera que el contenido de nuestras creencias sea justo, también quiere que la forma de nuestra fe sea hermosa. Hoy, estoy usando la inmigración como un ejemplo de cómo podemos evaluar críticamente nuestras creencias y preguntarnos si están mostrando la belleza de Dios en el mundo; sin embargo, el marco que propongo podría aplicarse a cualquier otra convicción cristiana, incluso a creencias con las que podríamos estar en desacuerdo.

La belleza del Señor

Antes de que podamos preguntarnos si nuestras creencias reflejan la belleza de Dios, tenemos que entender qué es la belleza de Dios, y por qué nosotros como cristianos debemos hacer que nuestro objetivo sea reflejarla en nuestras convicciones. Jonathan King, profesor de teología y autor de La belleza del Señor: La teología como estética, explica que «la belleza es inherente a Dios, y se refleja en todo lo que hace». Los salmistas escriben canciones de alabanza sobre la belleza de Dios. La única petición de David en Salmos 27:4 es «mirar la belleza del Señor». Isaías dice que la recompensa para los justos será ver a Dios en su belleza (33:17). El pastor y autor John Piper entiende la belleza de Dios como «la peculiar proporcionalidad, interacción y armonía de todos los atributos de Dios». En otras palabras, la belleza abarca la manera perfecta en que los atributos de Dios trabajan juntos, incluso cuando podrían parecer paradójicos. Atributos como la justicia y la misericordia de Dios, la bondad y la verdad, la santidad y la compasión exhiben una simetría y perfección que lo distinguen de nosotros.

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Bíblica e históricamente, la belleza de Dios también ha estado estrechamente ligada a la gloria de Dios. Cientos de veces en las Escrituras, los autores bíblicos utilizan la palabra «gloria» para referirse a la abrumadora dignidad y belleza de Dios, y para comunicar que Dios está apartado de todos los demás seres en el universo. El propósito de Dios desde el Génesis hasta Apocalipsis es dar a conocer su gloria y belleza únicas en todo el mundo. Salmos 96:3 instruye a los que siguen a Dios a «declarar su gloria entre las naciones», y el libro de Juan sostiene que la afirmación fundamental del cristianismo es que en Jesús, Dios «se hizo carne» y nos reveló su gloria (Juan 1:14). King llama a la belleza de Dios la «expresión externa de su gloria» que es «expresada y perceptible como una cualidad estética de su gloria en su obra de creación, redención y consumación». La acción salvífica de Dios en el mundo no es sólo efectiva; también es hermosa.

Jonathan Edwards, el predicador estadounidense del siglo XVIII, escribió extensamente sobre la belleza de Dios. Él creía que cuando los cristianos somos salvos, Dios nos abre los ojos para ver su belleza de una manera que antes no podíamos ver, y hace que nuestros corazones «tengan un gusto único de la belleza y la dulzura de la excelencia suprema de la naturaleza divina». King se basa en esta afirmación y sugiere que reflejar la belleza de Dios en el mundo es una parte esencial de lo que significa para los cristianos imitar a Jesús y seguir su ejemplo. Cuando consideramos todo esto a la vez, la belleza de Dios puede definirse como la relación única entre sus atributos por medio de la cual realiza su obra en el mundo y revela su gloria. Pero, ¿por qué importa que nuestras creencias y las acciones que inspiran reflejen la belleza de Dios?

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Hermosa creencia en la práctica

Al medir nuestras creencias y convicciones según el estándar de la belleza de Dios, podemos asegurarnos de que nuestras acciones reflejen el verdadero carácter de Dios en lugar de un solo aspecto de él. Mientras que los cristianos cantando «¡Quédense a los niños, deporten a los racistas!» pueden querer comunicar el dolor y la ira de Dios por la separación de las familias inmigrantes, no están reflejando el amor de Dios por todas las personas. Incluso si tienen éxito en arrojar luz sobre los horrores de arrebatar a los niños inmigrantes de sus padres, lo están haciendo de una manera que ciega al mundo a los atributos de gracia, misericordia y compasión de Dios.

En contraste, los miembros de la iglesia que están sirviendo a los jóvenes inmigrantes por medio de asistencia legal, son capaces de reflejar la simetría y la perfección del carácter de Dios, ya que demuestran el amor de Dios por los inmigrantes, a la vez que encarnan el respeto a las leyes gubernamentales. A medida que hacen su objetivo vivir sus convicciones sobre la inmigración bajo el brillo de la belleza de Cristo, el Espíritu Santo les faculta para expresar su amor desde el lugar de tensión que existe entre la santidad perdurable de Dios y su gracia infinita.

Es importante aclarar que la deficiencia de la protesta sobre inmigración antes descrita no es que sea impersonal, mientras que el segundo ejemplo es individualizado y particular. Hay muchas cosas hermosas que son impersonales. La naturaleza no puede hablarnos de manera audible e individual, sin embargo, la reconocemos como una declaración de la gloria de Dios y un reflejo de su belleza.

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La diferencia entre nuestros dos ejemplos tampoco es el pragmatismo. Aunque el segundo ejemplo puede parecer probable que logre más bien que el primero, tratar de reflejar la belleza de Dios a medida que reflejamos nuestras creencias no se trata principalmente de utilidad. Cada uno de nosotros es creado a la imagen gloriosa y hermosa de Dios, por lo que, por supuesto, las personas se sentirán atraídas por aquellos que reflejan la belleza de su Creador en el mundo, pero no debemos perseguir creencias hermosas solo porque son pragmáticas. Lo que hace que las creencias hermosas sean tan valiosas es el hecho de que reflejan el carácter perfecto de Dios en contraste con todo lo que no es hermoso, independientemente de si siempre son eficaces para atraer a otros a seguirlo. Buscar manifestar la belleza de Dios en nuestras convicciones demuestra fidelidad, aún cueando no siempre sea tan fructífero como quisiéramos.

Jesús como nuestro ejemplo

En Jesús, nos encontramos con un modelo perfecto para vivir nuestras convicciones desde dentro del resplandor de la belleza de Dios. Justo después de su entrada triunfal en Jerusalén, Jesús predice de nuevo a sus discípulos su muerte inminente. Explica que un grano de trigo tiene que ser enterrado en el suelo y morir para que pueda reproducirse. Entonces ofrece una súplica espontánea y urgente: «¡Padre, glorifica tu nombre!» (Juan 12:28). El pastor y autor Eugene Peterson, en una evaluación de la oración de Jesús, reconoce que las «raíces de la gloria están en la muerte y el entierro».

Si queremos que nuestras creencias muestren la belleza de Dios y le traigan gloria, la muerte es necesaria. Tenemos que morir a nuestras nociones y suposiciones preconcebidas sobre cómo debemos vivir nuestras convicciones en el mundo. Tenemos que morir a nuestro temor al juicio de otros cristianos por ser «demasiado blandos». Tenemos que morir a nuestra deseo de tener la razón y mostrar cómo todos los demás están equivocados. Tenemos que morir a nuestro deseo de ser reconocidos por lo que creemos (ya sea que queramos ser reconocidos como separados del mundo y «radicales», o bien ser reconocidos como que encajamos con las normas morales modernas). Para que nuestras convicciones revelen la incomparable belleza y gloria de Dios, debemos seguir el ejemplo de Jesús, que en su vida y muerte modeló perfectamente la «hermosa creencia».

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Mes tras mes, los voluntarios de la iglesia local en nuestro ejemplo ofrecen fielmente su tiempo para acompañar a jóvenes inmigrantes indocumentados a través del laberinto del complicado papeleo necesario para obtener permisos legales de trabajo y licencias de conducir para que puedan perseguir su «sueño americano». En otra ciudad estadounidense mediana, un pastor local siente la convicción en su corazón de que necesita enseñar a su congregación lo que la Biblia dice acerca de los inmigrantes y discipularlos para amarlos bien. Cuando el gobernador de su estado anuncia que se niegan a reasentar a los refugiados sirios en su estado, decenas de congregantes de la iglesia asisten a una protesta con pancartas con versículos bíblicos acerca de amar y recibir a los inmigrantes. Los miembros de la congregación también llaman a la oficina del gobernador para explicar por qué creen que su fe los obliga a acoger al extraño, y su pastor se une a un grupo de otros líderes religiosos para reunirse con el gobernador en persona. En lugar de caer en la tentación de deshumanizar a aquellos que se oponen a acoger a los refugiados, desarrollan prácticas de protesta y promoción que reflejan la belleza de Dios.

Los cristianos de ambas comunidades se unen a Dios en su dolor por la marginación de los inmigrantes en su país, y por la existencia de leyes y políticas injustas que atienden al miedo en lugar de alentar la fe. Los cristianos de ambas ciudades se regocijan cuando su activismo y servicio pueden ayudar a los inmigrantes vulnerables a encontrar pertenencia y seguridad en sus comunidades. Sus acciones a veces no logran el efecto por el que esperan y oran, pero debido a que se han comprometido a reflejar fielmente la belleza de Dios a medida que viven sus convicciones, saben que, independientemente de los resultados individuales, sus acciones seguirán viviendo como adoración.

A Dios le importa tanto lo que creemos como cómo vivimos nuestras creencias en el mundo. Creo que Él quiere que nuestras convicciones sean moldeadas por creatividad y que nuestras creencias más profundas sean asombrosamente bellas. Una buena manera de comenzar a pensar en cómo reflejar la belleza de Dios en nuestras creencias es examinar nuestras convicciones, especialmente aquéllas sobre temas controvertidos, y preguntarnos si la forma en que hablamos de ellas y actuamos sobre ellas enfatiza principalmente solo un aspecto del carácter de Dios. ¿Nuestra pasión por la verdad de Dios nos ha cegado a su bondad? ¿Nuestro celo por la justicia de Dios nos ha hecho perder de vista su gracia y misericordia? ¿Nuestro enfoque en la compasión de Dios nos ha llevado a restar importancia a su santidad? Una vez que hemos identificado alguna deficiencia, podemos trabajar para reintroducir esas características faltantes del carácter de Dios en nuestro discurso y en nuestras acciones a medida que cultivamos la hermosa creencia.

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Todos tenemos convicciones diferentes, así que mi objetivo no es decirte qué creer. Mi oración es simplemente que sin importar cuáles sean nuestros puntos de vista morales, políticos o teológicos, nos esforcemos con todo nuestro corazón y con la ayuda de Cristo en reflejar la belleza de Dios en la forma en la que vivimos. ¿Tienes alguna convicción que necesite ser arrojada en el fuego del hermoso carácter de Dios? No puedo prometerte que será indoloro, pero puedo asegurarte que valdrá la pena. Llegar a ser más como Jesús siempre vale la pena.

Tabitha McDuffee es una escritora y estudiante que vive en el sur de California. Ella escribe en TabithaMcDuffee.com y está completando su Maestría en Estudios de Migración Forzada y Protección de Refugiados en la Universidad de Londres.

Traducido por Livia Giselle Seidel.

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