El COVID-19 ha sido llamado el «nuevo coronavirus», pero no hay nada novedoso en el distanciamiento social y la cuarentena. Históricamente, las sociedades han recurrido en diversas ocasiones a tales medidas con el fin de garantizar la seguridad pública. Pero, ¿qué hay de la profecía bíblica? ¿Es este el fin del mundo? ¿Estamos en el periodo de la tribulación? ¿Se está desarrollando Apocalipsis 13 ante nosotros, con un mundo en pánico que rinde autoridad a un gobernante que ejercerá un control masivo sobre las poblaciones del mundo?

Probablemente no. ¡Tal vez tenemos el capítulo correcto, pero el libro equivocado! En lugar de decir que estamos experimentando Apocalipsis 13, considérelo más bien como un momento de Levítico 13 que requiere la obediencia de Romanos 13, y la motivación de Primera de Corintios 13.

La cuarentena es bíblica

Israel tuvo una larga historia de autoaislamiento, comenzando en el Éxodo. En cierto sentido, Moisés fue el primer funcionario de salud pública, instruyendo al pueblo en los protocolos de Dios para el bienestar comunitario. Aunque Dios diseñó a su gente para la vida en proximidad, a veces el aislamiento resultaba necesario para fines de salud o seguridad.

Cada año, los judíos de todo el mundo observan la Pascua, que en realidad es una conmemoración de una orden dada por Dios de permanecer en casa. El Señor confinó a los hebreos a quedarse en sus hogares mientras la muerte pasaba alrededor de ellos (Éxodo 12:23). Su obediencia como nación los preparó para dejar Egipto y salir hacia su nueva tierra.

Mientras iban de camino, Dios le dio leyes a Israel para manejar su vida en comunidad, incluyendo lo que se puede leer como regulaciones de higiene personal para asegurar la desinfección pública, todo basado en la premisa de la Torá de amar al prójimo como a uno mismo (Levítico 19:18). Levítico 13:1-8 establece la ley relativa a la lepra (una gran agrupación de enfermedades infecciosas de la piel, de gravedad diversa). Consiste en una cuarentena de catorce días, dividida en dos pruebas de siete días para determinar si la enfermedad era una amenaza para la comunidad en general. Si alguien daba un resultado positivo, tenía que declararse públicamente impuro. Suena escalofriantemente familiar, ¿no?

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En el antiguo Israel, aunque los sacerdotes tenían funciones ministeriales claras y bien definidas, también operaban como custodios de la salud pública, evaluando el nivel de amenaza para la comunidad en general (una política bastante progresista tratándose del año 1500 a.C.). Incluso el rey Uzías tuvo que vivir sus días aislado una vez que se confirmó que tenía lepra (2 Crónicas 26:21).

Dios ordenó estas leyes mucho antes de que la ciencia médica pudiera explicar las razones detrás de ellas. La Mishnah añadió reglas para el triaje de casos de lepra y ETS: cómo y cuándo poner a las personas en cuarentena, cómo confirmar casos positivos, y cómo y cuándo declarar a alguien limpio y reintegrarlo de nuevo en la sociedad.

Incluso en el Nuevo Testamento, los leprosos practican una forma de «distanciamiento social». Un grupo de diez «se habían quedado a cierta distancia» (Lucas 17:12, NVI) cuando Jesús se acercó a su aldea y los limpió. No se podían intercambiar besos santos (Romanos 16:16), abrazos o saludos de mano (con excepción de Mateo 8). Sin embargo, el enfoque de Jesús marcó una manera de mitigar una enfermedad infecciosa. Tuvo compasión de aquellos que estaban sufriendo [y los sanó], e insistió en que pasaran por el sistema de exámenes sacerdotales, tal como se describe en Levítico 13.

En vez de llegar a conclusiones en el tono de Apocalipsis 13, mejor piense en las obligaciones incluídas en Levítico 13 con motivaciones como las mencionadas en Primera de Corintios 13.

Aquí es donde encaja Primera de Corintios 13. «El amor es paciente y bondadoso. El amor no es celoso ni fanfarrón ni orgulloso ni ofensivo. No exige que las cosas se hagan a su manera» (1 Corintios 13:4–5, NTV). El amor se expresa con paciencia, bondad, autocontrol, humildad, cortesía, desinterés, empatía y perseverancia. Significa renunciar a ciertas libertades temporalmente para asegurar que otros puedan prosperar. En esta pandemia, en lugar de llegar apresuradamente a conclusiones de Apocalipsis 13, mejor piense en las obligaciones incluídas en Levítico 13 con motivaciones como las mencionadas en Primera de Corintios 13.

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Más aún, tenemos otro capítulo 13 con fines de orientación. En Romanos 13, leemos que las autoridades gobernantes fueron «establecidas por Dios» (v. 1). Una de las principales responsabilidades del gobierno es la protección de su gente. Aunque los gobiernos a veces sobrepasan sus límites, nuestra respuesta general como ciudadanos es clara: «Todos deben someterse a las autoridades públicas» (v.1). Un buen cristiano debe ser un buen ciudadano a menos que ser un buen ciudadano signifique ser un mal cristiano. Dios es honrado cuando sus representantes en la Tierra son vistos como preservadores de paz (Mateo 5:9).

Con el coronavirus, se aplica una ecuación simple: cuanto más plana es la tasa de infección viral, menor es el número de personas que mueren. Eso no significa que no podamos protestar contra medidas gubernamentales draconianas, ni significa que no desobedezcamos leyes impías impuestas por líderes injustos. Pero sí significa que debemos, en la máxima medida posible, «vivir en paz con todos» (Romanos 12:18).

La cuarentena también trae beneficios

Tener más tiempo y soledad en tus manos no es algo malo. ¿Por qué no tratarlo mejor como una bendición? La tradición de la Iglesia ha alentado durante mucho tiempo la práctica de ciertas disciplinas espirituales, ya sean disciplinas de compromiso: oración, estudio y servicio; o bien disciplinas de abstinencia: ayuno, castidad y soledad. Para aquellos de nosotros acostumbrados a la alta velocidad de la vida cotidiana, tal vez incluso adictos a ella, la soledad es desafiante, incluso incómoda. Pero es sumamente necesaria. Dallas Willard lo dijo de esta manera en su libro El Espíritu de las Disciplinas: «De todas las disciplinas de abstinencia, la soledad es generalmente la más fundamental en el comienzo de nuestra vida espiritual, y debe ser retomada una y otra vez a medida que esa vida se desarrolla».

La soledad es el fundamento de nuestros «tiempos en silencio», esos periodos en los que nos encontramos a solas con Dios para escuchar su voz hablándonos, y cuando derramamos nuestro corazón delante de Él. Tal vez has anhelado tener ese tiempo, pero tu apretada agenda interfirió. Bueno, ahora es tu oportunidad. Tomando en cuenta lo apretado de nuestros hogares de hoy en día, es muy posible que termines en el armario o en el clóset, ¡y eso está bien! (Mateo 6:6)

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Sin embargo, estar a solas con Dios puede obligarte a autoevaluarte duramente. «La soledad es una prueba terrible», escribe Louis Bouyer en La espiritualidad del Nuevo Testamento y de los Padres, «porque sirve para abrir y destrozar el cascarón de nuestros valores superficiales. Nos deja ver los abismos desconocidos que todos llevamos dentro... [y] revela el hecho de que estos abismos están embrujados».

Hay un mundo de beneficios de estar en cuarentena o de permanecer en casa:

  • Restauración física: Cuando nos apagan, nos renovamos (véase Marcos 6). Dios a veces nos hace recostarnos (Salmos 23:2).
  • Edificación espiritual: Cuando estamos en soledad, podemos disfrutar más de la presencia de Dios, adentrándonos en su palabra (Salmos 46:10; Marcos 1:35; Lamentaciones 3:25).
  • Autoevaluación: Cuando estamos callados ante el Señor, permitimos que Dios nos examine, sin distracciones ni sentido de competencia con los demás (Hebreos 4:13; Salmos 139:1–3, 23–24; y Lucas 6:12–13).
  • Consolación interior: Usted puede estar lamentando la pérdida de un amigo o pariente debido al coronavirus. O tal vez sea uno de los millones que están desempleados. Cuando nos encontramos a solas podemos lidiar con el dolor de la pérdida en el nivel más profundo (véase Mateo 14:12–13 y Lucas 22:39–43).

Le aconsejo que aproveche esta extraña temporada que nos ha sobrevenido. La vida en cuarentena tiene sus desafíos. Pero la Biblia nos dice que dentro de cada adversidad hay una oportunidad, una semilla enterrada esperando agua viva y luz para llevarla a dar fruto. Póngase a disposición de Dios y mire lo que Él hace en estos tiempos tan extraños, pero llenos de potencial.

Skip Heitzig, autor de The Bible from 30,000 Feet, es pastor-profesor de la Calvary Church y profesor adjunto de Estudios Bíblicos en la Universidad Internacional Veritas.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel

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