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Domingo: En medio

Lectura de hoy: Apocalipsis 1:4-9; 19:11–16; 21:1–5, 22–27; 22:1–5

Casi de inmediato, el capítulo inicial de Apocalipsis eleva nuestros ojos para contemplar una gloria que trasciende por completo nuestras circunstancias terrenales. «Yo soy el Alfa y la Omega —dice el Señor Dios—, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso» (1: 8). Nuestro Salvador «que nos ama y que por su sangre nos ha librado de nuestros pecados» regresará: «Miren que viene en las nubes» y «todos lo verán con sus propios ojos» (1:5,7-8). Juan continúa describiendo una maravillosa visión de Cristo, un encuentro tan asombroso que Juan cayó «a sus pies como muerto» (v.17).

Pero justo en medio de estos dos gloriosos pasajes hay una línea que fácilmente podríamos pasar por alto: la breve descripción de Juan acerca de su propia vida y de las vidas de los destinatarios de su carta. Juan escribe que él es un «compañero en el sufrimiento, en el reino y en la perseverancia que tenemos en unión con Jesús» (v. 9). Juan escribió Apocalipsis mientras estaba en el exilio, y el texto circuló entre una iglesia que sufría y enfrentaba presiones y persecuciones que solo empeorarían en las décadas subsiguientes. Los destinatarios iniciales del libro de Apocalipsis vivían en dos realidades superpuestas: su seguridad en el reino soberano de Cristo y su glorioso regreso, y su experiencia terrenal y cotidiana de espera y sufrimiento.

Dos mil años después, todavía vivimos en medio de estas realidades superpuestas. Aquí, entre la primera venida de Cristo y su glorioso regreso, nuestras vidas también pueden sentirse como una mezcla de confianza en el reino de Dios, y un tiempo de espera y sufrimiento.

No es de extrañar que las honestas palabras de Juan sobre el sufrimiento y la necesidad de perseverar con paciencia estén entretejidas en sus visiones de gloria, porque es esta visión de lo que está por venir lo que permite y nos da el valor para tal perseverancia. Considere las realidades retratadas en el gran final de Apocalipsis: Cristo victorioso, montado en un caballo blanco y derrotando al mal. «Un cielo nuevo y una tierra nueva» sin dolor ni muerte, donde la morada de Dios está ahora entre los seres humanos (21:1,3); y una Ciudad Santa donde personas de todas las naciones se reúnen a la luz de la gloria de Dios. Con esta realidad última y eterna a la vista, cualquier circunstancia temporal, sin importar cuán terrible sea, pierde importancia.

La idea de la perseverancia paciente se repite varias veces en los primeros tres capítulos de Apocalipsis, a menudo junto con un lenguaje de victoria y conquista. La perseverancia no es solamente paciente, sino también tenaz, valiente y fuerte. Y esto es lo que Dios nos da mientras estamos en medio. En Cristo, como dice el himno clásico, encontramos «fuerza para hoy y una brillante esperanza para mañana».

Kelli B. Trujillo

Lunes: Profetice esperanza

Lectura de hoy: Zacarías 9:9-17; Romanos 5:3–5, 8:18–30

«La esperanza comienza en la oscuridad. . . ». Nunca pude deshacerme de estas palabras que plasmó Anne Lamott en Bird by Bird [Pájaro a pájaro]. Este lenguaje de la esperanza se ha convertido recientemente en uno de los temas de mi vida, no en un sentido abstracto, sino como una actividad viva, una lucha, un compromiso y una disciplina.

El teólogo Jürgen Moltmann arraigó el lenguaje de la esperanza en la resurrección de Jesús y la praxis de la protesta. A veces, la esperanza parece ser el único lenguaje lo suficientemente poderoso para contrarrestar la desesperanza. O tal vez sea, en palabras de Lamott, una especie de «paciencia revolucionaria».

No importa cómo definamos la esperanza, muy dentro de cada uno de nosotros hay algo que clama lleno de expectativa. A veces suena como un susurro, pero está ahí. Sin embargo, aunque la esperanza brota de las profundidades del alma, a menudo surge de las sombras. La esperanza comienza en el caos.

Algunos días sentimos como si nunca hubiéramos escapado de debajo de la nube que cubrió la faz de la tierra durante la crucifixión de Jesús. El quebrantamiento y el peso del pecado en nuestro mundo se parecen a la oscuridad que Elie Wiesel, al volver a contar los horrores de Auschwitz y el Holocausto, solo pudo llamar «noche». Tenemos que decir la verdad del dolor, incluso del dolor que la esperanza conlleva.

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Me senté con mi abuela hace un tiempo y le pedí que me contara acerca de su vida. Al principio ella no quería. Uno apenas puede imaginar las profundas cicatrices que su alma ha cargado durante 80 años. Sus historias fueron duras. Resulta difícil describir lo que significó para ella vivir en el sur como mujer negra. Una sola palabra pareció captar la audacia de su supervivencia en medio de un mundo cruel: amor. «El Señor aún no me ha fallado», dijo.

El camino que Jesús enseña es finalmente el camino de un amor radical que cambia la vida, que cambia la comunidad y que cambia el mundo. Él vino predicando las buenas nuevas del reino y sanando toda clase de enfermedades y aflicciones. Profetizar esperanza es un amor que se arriesga.

Martin Luther King Jr. dijo: «El poder en su máxima expresión es en realidad un amor que pone en práctica las demandas de la justicia, y la justicia en su máxima expresión es un amor que corrige todo lo que se opone al amor». Esto es lo que significa levantarse en el mundo como profetas de amor, poder y justicia o, para usar el lenguaje bíblico de Zacarías, ser «cautivos de la esperanza» (9:12). Como alguien dijo una vez: «No sé lo que depara el mañana, pero sé quién sostiene el mañana». Mientras el mañana está en camino, hoy voy a profetizar esperanza.

Danté Stewart

Esta es una adaptación de un artículo más extenso titulado «Por qué todavía profetizamos esperanza», publicado el 21 de octubre de 2019 en ChristianityToday.com.

Martes: Ven, Señor Jesús

Lectura de hoy: Juan 1:1–5, 14; Apocalipsis 22:12-13, 20

En su evangelio, Juan dice: «En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios . . . Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros» (1:1,14). Tenemos un Dios que vino. Él vino a hacer tangible lo intangible y visible lo invisible. Vino para hacerse conocible. Pero nuestra esperanza no es solo que Él haya venido; también es que Él vendrá de nuevo.

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¡Él ya viene! Es esta promesa lo que puede dar sentido al dolor y la frustración que experimentamos hoy en el planeta Tierra. Cuando Él regrese, los justos serán vindicados. Cuando Él regrese, traerá consigo su reivindicación por el ridículo que usted ha sufrido por creer en un Dios que no podía ver. Cuando Él regrese, todos los seres humanos que intentaron hacerse potentados y gobernantes serán echados por tierra, y veremos que siempre ha habido un solo Gobernante de gobernantes y un Rey de reyes. De repente, nuestra fe se convertirá en vista. Veremos a Aquel con el que hemos hablado y del que hemos hablado.

En Apocalipsis 22, Jesús dice: «¡Miren que vengo pronto! Traigo conmigo mi recompensa, y le pagaré a cada uno según lo que haya hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin» (vv. 12-13). Juan registra: «El que da testimonio de estas cosas, dice: “Sí, vengo pronto”» (v. 20). Y es como si Juan no tuviera nada más que decir antes de cerrar su carta: «Amén. ¡Ven, Señor Jesús!» (v. 20).

Cuando miramos hacia el futuro, es posible que las cosas no salgan como queremos en nuestra nación. Es posible que la economía no se desarrolle como quisiéramos. Más niños pueden resultar heridos por armas de fuego en la calle, por el tráfico sexual o por las drogas. Los matrimonios pueden tener dificultades, podemos enfrentar enfermedades, podemos estar preocupados por nuestros nietos. Pero aún en todo esto, hay esta esperanza: ¡Aun así, ven, Señor Jesús!

Sea lo que sea que enfrentemos, sabemos que Él regresará. Uno de estos días, el cielo se va abrir, el ángel va a hacer sonar su cuerno y todo el mundo lo verá al mismo tiempo. Toda la creación responderá cuando nuestro Señor baje del balcón del cielo para decir: Ahora es el tiempo en que he venido a redimir a mi iglesia. Amén. Ven, Señor Jesús.

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-Charlie Dates

Este artículo es una adaptación de un sermón que Charlie Dates predicó el 22 de diciembre de 2019. Usado con permiso.

Miércoles: Adviento y Apocalipsis

Lectura de hoy: Marcos 13:24–37; Lucas 21:25-28

Durante el Adviento, con frecuencia escuchamos pasajes de las Escrituras que están impregnados del lenguaje de las tinieblas, la tribulación y el apocalipsis. Mateo, Marcos y Lucas tienen cada uno un capítulo completamente apocalíptico. En Marcos 13, Jesús dice: «Se levantará nación contra nación, y reino contra reino» (v. 8). El pasaje solo se vuelve más oscuro a medida que avanza. «Pero en aquellos días, después de esa tribulación, “se oscurecerá el sol y no brillará más la luna; las estrellas caerán del cielo y los cuerpos celestes serán sacudidos”» (vv. 24-25).

¿Por qué Jesús habla de esta forma de muerte y destrucción en lugar de hablar de ovejas, pastores y huestes celestiales?

En las Escrituras, los textos apocalípticos surgen de una catástrofe. Los israelitas eran un pueblo favorecido; Dios les había prometido un futuro de seguridad y prosperidad. Pero luego [a causa de su pecado] fueron conquistados y forzados al exilio en el imperio babilónico. Humanamente hablando, no había esperanza para ellos. Cuando los israelitas se encontraron en crisis, hubo «una emergencia teológica». Fue a partir de esta emergencia que tomó forma una nueva forma de revelación apocalíptica. Comenzó con la segunda mitad del libro de Isaías (capítulos 40-55), la cual fue escrita durante el cautiverio babilónico, cuando toda esperanza parecía perdida, y comenzó a florecer a partir de entonces. Para la época de Jesús, el lenguaje apocalíptico estaba en todas partes.

La teología apocalíptica es, sobre todo, la teología de la esperanza, y la esperanza es el polo opuesto del optimismo. El optimismo falla cuando es consumido por la oscuridad. Por el contrario, la esperanza se encuentra en algo que va más allá de la historia humana. Se encuentra en un Dios encarnado.

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En el evangelio de Lucas, cuando Jesús habla apocalípticamente de «señales en el sol, la luna y las estrellas», de la «angustia de las naciones», y que la humanidad «verá al Hijo del Hombre venir en una nube con poder y gran gloria» (21:25-27), en realidad está hablando de su segunda venida. Nos está diciendo que nuestra gran esperanza no proviene de ningún desarrollo humano, sino de Él mismo. Él posee un poder soberano que es independiente de la historia humana. A pesar de la aparente oscuridad, Dios, en Cristo, está moldeando nuestra historia de acuerdo con sus propósitos divinos.

El Adviento nos dice que miremos directamente a la oscuridad y la nombremos por lo que es. Pero este no es el final de la historia. Jesús dijo: «Cobren ánimo y levanten la cabeza, porque se acerca su redención» (Lucas 21:28).

-Fleming Rutledge

Esta es una adaptación de un artículo más extenso titulado «Por qué el Apocalipsis es esencial para el Adviento», publicado el 18 de diciembre de 2018 en ChristianityToday.com.

Jueves: Una pregunta más importante

Lectura de hoy: 2 Pedro 3:8-15

¿Qué está tomando tanto tiempo? ¿Por qué no ha regresado Jesús todavía como prometió? Los destinatarios de la segunda carta de Pedro podrían haberse estado haciendo preguntas como estas —preguntas que continúan resonando en nuestro tiempo—. Pedro se dirigió a ellos con una extraña seguridad: primero, que el tiempo de Dios refleja su paciencia y su amor salvador (3:8-9) y, segundo, que el día del Señor será terrible e implicará destrucción por fuego.

Un lenguaje apocalíptico como el de Pedro (similar al de Jesús en Marcos 13 y Lucas 21) ciertamente nos obliga a tomar una pausa. ¿Qué se entiende por «destruido por el fuego» y «los cielos serán destruidos por el fuego»? (2 Pedro 3:12) ¿Es esto algo que deberíamos temer?

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Los versículos anteriores de Segunda de Pedro brindan una perspectiva para entender el lenguaje de la destrucción que se usa en el capítulo 3. En 2:5, se nos da un símil con el tiempo de Noé, donde Dios destruyó la tierra con agua. Ese juicio pasado no significó que Dios destruyera toda la creación por completo. De manera similar, el juicio final por fuego probablemente no significa que Dios incinerará la tierra para dar paso a la llegada de la nueva tierra y los nuevos cielos. Como lo describió Pedro en Hechos, Cristo está en el cielo «hasta que llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas, como Dios lo ha anunciado desde hace siglos por medio de sus santos profetas» (3:21). El nuevo mundo vendrá a través de la gran restauración y rediseño que Dios hará del mundo que tenemos ahora.

Entretejido en esta discusión, Pedro plantea una pregunta importante que merece mayor atención que nuestras preguntas sobre los tiempos de Dios o sobre cómo será el regreso de Cristo. A la luz del día venidero del Señor, Pedro pregunta: «¿Qué tipo de persona debería ser usted?» (2 Pedro 3:11). Pedro nos insta a responder con una vida santa y una anticipación llena de esperanza, «esperando ansiosamente» el cielo nuevo y la tierra nueva (vv. 11-14). Vemos estos temas enfatizados en la Primera Epístola de Pedro, cuando insta a los creyentes a vivir con confianza y gozo, y enfocados en estar alerta y llenos de esperanza en la venida de Cristo (1 Pedro 1:3-5, 13).

Somos gente de esperanza, como los que pueden contar el final de una novela llena de giros y hechos inesperados. Conocemos el final de la historia. Nuestro conocimiento del final asombroso que nos espera debe afectar la forma en que afrontamos el presente. Puede que no entendamos cuándo o cómo sucederá, pero podemos confiar en que el fin incluirá tanto el juicio como la reivindicación del pueblo de Dios. ¿Cómo es que la noticia del juicio final es motivo de aliento en lugar de temor? Dios hará que incluso las mejores partes de este mundo sean mejores de lo que podemos imaginar. Se acercan el juicio, la reivindicación y la transformación. La verdadera Tierra Prometida espera.

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-Vincent Bacote

Viernes: Esperando que comience la fiesta

Lectura de hoy: 1 Tesalonicenses 4:13–5:11

Una de mis cosas favoritas como profesor es mostrar películas que podríamos etiquetar como «cine escatológico». Muchas de estas películas se enfocan en el Rapto, una interpretación de Primera de Tesalonicenses 4:17 donde se entiende que «ser arrebatados» se refiere a un regreso invisible de Cristo cuando viene a llevarse a su iglesia al cielo con Él antes de que comience la Tribulación. El objetivo de estas películas es crear conciencia de que Jesús puede regresar en cualquier momento.

La gama de opiniones con respecto al Rapto y otros asuntos relacionados con los últimos tiempos es amplia, y cuando llegamos a Primera de Tesalonicenses 4 y 5, fácilmente podríamos encontrarnos enfocándonos solo en esa parte del pasaje. Pero hay muchos otros puntos importantes ahí sobre el regreso de Cristo que también merecen nuestra atención, incluido lo que parece ser el mayor énfasis de Pablo: cómo animar a los cristianos que están vivos ahora con respecto al estado de los creyentes que ya han muerto. ¿Serán «dejados atrás» y se perderán el momento cuando Jesús regrese?

Pablo anima a los tesalonicenses (y a nosotros) a no preocuparnos de que Dios olvide a los que han muerto. La resurrección de Cristo es una garantía de que la muerte no es un obstáculo para poder participar en el nuevo mundo que llegará con la segunda venida de Cristo. Ya sea que estemos vivos o muertos, nuestra relación con Cristo es todo lo que necesitamos para estar en la lista de invitados cuando llegue el Día del Señor.

Cuando Cristo llegue, tendrá una gran entrada, celebrada con fanfarrias. Incluirá el llamado de «la trompeta de Dios» (4:16) —un lenguaje que los tesalonicenses habrían entendido como el regreso del líder más victorioso de todos—. A diferencia de cualquier otro llamado de trompeta, este resucitará a los muertos en Cristo, quienes se unirán a los vivos para recibir a Cristo.

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Vemos temas similares en la primera carta de Pablo a los Corintios en la que también aborda las preocupaciones sobre la muerte: «el último enemigo» que Cristo destruirá (15:26). Pablo asegura a los corintios que «sonará la trompeta y los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados» (15:52). El «aguijón» de la muerte se volverá impotente mediante la victoria final de Cristo.

Mientras esperamos ese Día, la Palabra nos llama a prepararnos, estando «protegidos por la coraza de la fe y del amor, y por el casco de la esperanza de salvación» (1 Tesalonicenses 5:8). Esta llegada como «ladrón en la noche» será una sorpresa porque solo Dios sabe cuándo sucederá, pero será la fiesta sorpresa más grande de todos los tiempos para nosotros, los que anticipamos con ansias su llegada.

-Vincent Bacote

Sábado: Esperanza para los disfuncionales

Lectura de hoy: 1 Corintios 1:1–9

Cuando leemos sobre el regreso de Cristo en Primera de Corintios, es importante recordar el contexto de la carta de Pablo. La iglesia de Corinto era una comunidad profundamente disfuncional. En la epístola de Pablo, nos enteramos de facciones en la iglesia que estaban comprometidas con diferentes líderes, prácticas sexuales escandalosas, controversias sobre la carne sacrificada a los ídolos y mucho más. Aunque esta comunidad cristiana estaba llena de disfunciones, en Primera de Corintios 1:1–9, Pablo los identifica como personas que han sido santificadas. Continúa recordándoles que Dios ha sido generoso con ellos al bendecirlos con dones espirituales y los describe como personas que «esperan con ansias» el regreso de Cristo. Pablo enfatiza la gracia de Dios (v. 4) y el compromiso con ellos: «Él los mantendrá firmes hasta el fin» (v. 8). A pesar de las formas en que su débil fe se manifiesta en comportamientos y actitudes pecaminosas, la fidelidad de Dios hacia ellos (y hacia nosotros) incluye el compromiso de Dios de ayudar a su pueblo a crecer, y transformarnos para ser semejantes a Cristo.

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Mientras que el primer capítulo enfatiza que Dios, mediante su gracia, mantendrá a los cristianos de Corinto «firmes hasta el fin», en la misma carta Pablo describe el regreso de Cristo e insta a sus lectores: «Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles» (15:58, énfasis agregado). Los llama a una determinación que es parte indisoluble de la esperanza en el regreso de Cristo. A pesar de sus fallas y fracasos, Pablo los llama tanto a la transformación como a la determinación.

Vemos una imagen similar de determinación en otra de las cartas de Pablo: «. . .mientras aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo», la gracia de Dios «nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas» (Tito 2:11-14).

No podemos leer Primera de Corintios o las otras cartas de Pablo sin notar cuán fuertemente Pablo habla del pecado y la disfunción, pero como lo revela Primera de Corintios 1:8–9, Pablo está abordando estas preocupaciones con una gran esperanza como telón de fondo. Estamos llamados a hacer nuestra parte mientras Dios, en su gracia, hace su obra en nuestras vidas.

Este es un ejemplo y un estímulo para nosotros. Es probable que la mayoría de nosotros hayamos tenido nuestros propios momentos de disfunción espiritual, pero no deberíamos enfocarnos en primer lugar en nuestros fracasos. En cambio, miremos a Jesús, quien no solo ha hecho posible nuestra reconciliación con Dios, sino que también está comprometido con nosotros para que seamos presentados a Dios irreprensibles cuando llegue su reino. Gracias a Dios porque su fidelidad es mayor que nuestra disfunción.

-Vincent Bacote

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Colaboradores:

Photos courtesy of contributors; Fleming Rutledge photo by Gregory Schreck.

Photos courtesy of contributors; Fleming Rutledge photo by Gregory Schreck.

Vincent Bacote es profesor asociado de teología en Wheaton College. Es autor de The Political Disciple: A Theology of Public Life.

Charlie Dates es pastor principal de la Iglesia Bautista Progresista de Chicago. Tiene un doctorado en teología histórica de Trinity Evangelical Divinity School.

Fleming Rutledge, sacerdotisa episcopal, pasó 21 años en el ministerio parroquial antes de convertirse en conferencista, escritora y maestra de otros predicadores. Es autora de The Crucifixion.

Danté Stewart es escritor y predicador que estudia en la Escuela de Teología Candler de la Universidad de Emory.

Traducido por Livia Giselle Seidel

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