Anne Zaki es profesora adjunta de predicación y teología práctica en el Seminario Teológico Evangélico en El Cairo. Criada en un hogar presbiteriano en El Cairo, dejó el Medio Oriente a los 16 años para viajar sola a un internado de educación progresista en Vancouver Island, Canadá. En el año 2000, contrajo matrimonio con un pastor sirio-canadiense, y siendo madre de cuatro hijos, terminó la Maestría en Divinidad en el Calvin Theological Seminary en el 2009. Anne siempre estuvo segura de que volvería a El Cairo. Ella y su familia se mudaron allí nueve meses después de que iniciara el caos de la Revolución egipcia de 2011. CT habló con Zaki sobre el poder transformador de las Escrituras en su propia vida y en la iglesia egipcia.

¿Cómo moldearon las Escrituras su fe temprana?

Crecí en un ambiente saturado con la Palabra. Mi padre era pastor. Mi abuelo era pastor. Después de retirarse, mi abuelo se mudó a vivir con nosotros. Despertaba cada mañana al canto de himnos, y con la Palabra de Dios leída en voz alta. Sus oraciones eran increíbles, casi como si las palabras de Dios hicieran eco dentro de él.

Ocho meses antes de ir a Canadá, tuve una experiencia de encuentro personal con Jesús. Noté que yo era diferente. Incluso mi familia notó el cambio.

Sin embargo, en mi nueva escuela, por primera vez estuve expuesta a religiones distintas al cristianismo y el islam. Y no fue solo exposición. Era una escuela que se creó con el fin de apreciar y promover la diversidad. Ahí tuve mi primera gran crisis espiritual. Tuve que preguntarme: ¿Por qué creo lo que creo? ¿Es sólo porque crecí creyendo en eso?

Hice un trato con Dios. Le dije: Si realmente eres quien he creído que eres, quien me dijeron que eres, entonces demuéstramelo a través de tu Palabra, sin la influencia de alguien más. Para mí, eso implicaba nada de iglesias, nada de grupos de jóvenes e incluso nada de música cristiana. Durante ese período de seis meses, la Palabra de Dios fue suficiente para revelármelo, para probarlo, y para ser su testigo.

¿Cómo sintió a Dios revelándose a usted a través de su Palabra? ¿Puede ahondar al respecto?

Todos los días leía una porción de las Escrituras, meditaba al respecto y oraba esas mismas Escrituras a Dios. Le exponía todo aquello que no tenía sentido, y después teníamos un debate al respecto. Por lo general, obtenía la respuesta a mis preguntas en cuestión de días. Dios se adaptó a mi joven fe de forma maravillosa durante aquellos seis meses.

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En retrospectiva, creo que mi anhelo de encontrarlo fue realmente un regalo de Él; mi persistencia para perseguir la Verdad fue también otro de sus regalos. En ese entonces, desarrollé hambre y sed de la Palabra de Dios: realmente no podía tener suficiente. Me empapé de las Escrituras, y cuanto más recibía, más quería compartir su Palabra con los demás.

Cada día sabía que mañana habría algo nuevo. La Palabra de Dios se convirtió para mí en el maná que no deja de caer del cielo. Y sabía que no debía guardarlo todo para mí sola.

¿Cómo se pone en práctica compartir el «maná» de las Escrituras?

Dentro de la iglesia, la predicación fiel crea un lugar seguro para que el Espíritu Santo lleve a cabo esta transformación. El pastor prepara el terreno sobre el que el maná cae, del cual la gente se alimenta y nutre. Este maná se transmite del predicador a los oyentes, y de los oyentes a los diferentes círculos en los que ellos se mueven.

Al estar en un contexto islámico, no se nos permite evangelizar abiertamente. Nuestro llamado es único: vivir la palabra de Dios y demostrarla en nuestras propias vidas. Si bien [en Egipto] está prohibido compartir abiertamente, está permitido responder preguntas relativas a la fe.

Para las mujeres, a medida que Egipto se ha vuelto más conservador, nuestra vestimenta se distingue por no llevar cubierta la cabeza. La gente puede reconocer que somos cristianas por la cruz que llevamos colgada del cuello o, para las mujeres ortodoxas, por el tatuaje que llevan en la muñeca. Somos el centro de atención todo el tiempo. Por lo tanto, compartir la Palabra no depende solo de la predicación. Depende también de cómo tratamos a la señora que vende verduras en el mercado, y de cómo nos abstenemos de pagar sobornos en las oficinas gubernamentales. Aquí, no se trata solo de proclamar la Palabra, sino de vivir la Palabra de forma explícita.

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Al vivir bajo estas limitaciones, ¿cómo puedes compartir las Escrituras con los demás?

Cuando la gente nos pregunta acerca de nuestra fe o acerca de Jesús o la Biblia, seguimos el mandamiento de Pedro sobre estar listos para dar una respuesta. Nuestras clases de Evangelismo no se tratan sobre las Cuatro Leyes Espirituales. El mejor método de evangelización que utilizamos es el de estar llenos de las Escrituras. Es vivir de tal manera que haga que la gente pregunte acerca de tu fe, y que la Escritura emane de ti tan naturalmente que sea evidente que es tu lenguaje diario.

Cuénteme más sobre lo que significa para usted «estar lleno» de las Escrituras? ¿Cómo logra ser informada y moldeada por la Biblia de manera constante?

Necesito mi tiempo con Dios todos los días. A veces, estoy a solas con las Escrituras. En otras ocasiones, uso devocionales. Otras, me concentro en memorizar pasajes. La música cristiana me ayuda mucho, ya sea árabe u occidental; todos los géneros musicales abren mi espíritu para recibir la Palabra de Dios.

También aprendo mientras enseño. Saber que tengo que compartir, tanto de forma simple como profunda, me hace estudiar la Palabra más seriamente, con el fin de no equivocarme.

Soy una mejor versión de mí misma cuando estoy en la Palabra todos los días. Tomo mejores decisiones, soy más paciente con la gente, y soy menos sarcástica y cínica con la vida en general. Los días que vivo sin este maná, sé que no soy una buena representante de Cristo, ni para mis vecinos y familia, ni para mí misma.

¿Por qué es importante memorizar las Escrituras?

Nuestro contexto requiere esta disciplina espiritual. A nivel personal, es un consuelo saber que puedo recordar versículos, pasajes y capítulos enteros de memoria y «rumiarlos» como lo haría una vaca. Cuando interiorizo sus palabras, la presencia de Dios se vuelve real para mí.

A nivel nacional, hemos pasado por varios periodos de persecución. En las décadas de 1980 y 1990, el movimiento islámico fundamentalista era tan fuerte en el Alto Egipto, que la gente temía que sus iglesias fueran cerradas y sus Biblias arrebatadas. Su respuesta fue crear calendarios, y dividir los pasajes de las Escrituras para que una iglesia local memorizara toda la Biblia. Esto ocurrió cuando era niña y pensé: En verdad no puedo creer esto. No podía comprender ni entender aquel grado de memorización de la Biblia.

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Pero en el 2013, cuando la Hermandad Musulmana controló la presidencia de Egipto, pude presenciar lo que de niña no pude creer. Fui a las aldeas y vi desde niños de 8 años hasta adultos de 80 años memorizando las Escrituras, y reuniéndose cada semana para recitar sus pasajes.

Después de vivir lejos de Egipto, ¿qué te llevó a regresar, especialmente durante el tiempo de la revolución?

Fue mi amor por Egipto y mi amor por la iglesia. No podía soportar la idea de que la desintegración sufrida en Palestina, Líbano, Irak, o en otros países del norte de Africa también le pudiera suceder a la iglesia en Egipto. Los líderes cristianos, que una vez fueron pilares en la iglesia, estaban desertando, tomando decisiones de vida con base en la desesperación y el miedo, sin escuchar al Espíritu de Dios. Les preguntaba: «¿Sabes que si esto viene de Dios?». Respondían que situaciones desesperadas exigen medidas desesperadas. Lo comprendo. Pero, ¿no debería ser diferente para nosotros, los que llevamos el nombre de Cristo?

Egipto no progresará sin una iglesia fuerte. No es posible. Si la iglesia es la esperanza del mundo, entonces la iglesia egipcia es la esperanza de Egipto, pero no lo será sin líderes fuertes que puedan remplazar a aquellos que se fueron. Es por eso que estuve tan agradecida de que me ofrecieran el puesto en el seminario dos años después de haber llegado a Egipto. Fue completamente inesperado, ya que el seminario nunca había contratado a una profesora egipcia [mujer] para que se uniera a la facultad a tiempo completo.

Entonces, ¿cómo convergieron tanto tu amor por Egipto como tu amor por la Iglesia?

Además del seminario, me uní a equipos árabes de prensa cristiana, y así ayudé a llevar la Palabra de Dios de forma sencilla y clara a muchos hogares. En YouTube, abordé problemas relacionados con las mujeres, tales como la confianza en sí mismas, y el equilibrio de responsabilidades entre el trabajo y el hogar. En SAT-7, un canal cristiano de televisión por satélite, escribí y presenté un devocional diario para un programa similar a Good Morning America, donde plantaba una semilla de las Escrituras que podría quedarse con los espectadores el resto del día.

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Durante la época de la revolución, la iglesia ya estaba empezando a salir de sus recintos para involucrarse en la cultura general. Se volvió más valiente en su divulgación. Nuestros púlpitos comenzaron a predicar con más audacia sobre nuestro papel como la sal y la luz al involucrar a nuestras comunidades locales. La Sociedad Bíblica también hizo un trabajo increíble al relacionar la historia de Nehemías cuando reconstruyó el muro con nuestro esfuerzo por reconstruir nuestra nación. Una de las exigencias de la revolución fue la justicia social. Este es un tema central en el Antiguo Testamento, y preparamos muchas aplicaciones al respecto para los revolucionarios. En las Escrituras, los Profetas dicen: Quiero que seas amable y justo con el huérfano, con la viuda y con el extraño.

En algunas partes de Oriente Medio, los cristianos enfrentan persecución. En Egipto hay discriminación y falta de igualdad ciudadana. ¿Cuál es el mensaje de la Biblia sobre la libertad y la justicia para la iglesia?

Para nosotros, la libertad y la justicia parecen objetivos casi imposibles. Sin embargo, son posibles si se logran a través del perdón. Seguimos el camino de Cristo que vemos en las Escrituras. Si perseguimos la libertad y la justicia como fines en sí mismos, podemos terminar siendo injustos con otra persona, o limitar su libertad. Pero el poder del perdón bíblico dice: Voy a quitar de mi libertad, y renunciar a algunos de mis derechos, para que alguien más pueda ser libre y tratado con justicia. Este sacrificio personal es lo que potencia el perdón.

¿Funcionará?

¿Ha funcionado la Cruz? En Sudáfrica, después del apartheid, la libertad y la justicia fueron el fruto de un proceso de honestidad, perdón y reconciliación. Como minorías en el Medio Oriente, debemos seguir el mismo camino. Las Escrituras nos recuerdan que la gracia engendra amor y el amor engendra perdón. Y cuando los cristianos imitan las enseñanzas de Cristo para relacionarse con «el otro», esto transforma vidas.

Traducido por Alexa Arzate

Editado por Livia Giselle Seidel

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