La motivación de Christianity Today es un profundo amor por la Iglesia. Ese amor a veces resulta doloroso, especialmente cuando significa informar que se ha hallado evidencia sobre el comportamiento dañino de algún líder en el ministerio. Estas denuncias son difíciles de publicar para nosotros, y también pueden ser difíciles de leer.

A lo largo de los años, algunos lectores se han preguntado por qué publicamos información sobre las pruebas de conductas indebidas de líderes ministeriales que, en cualquier otro sentido, han hecho un bien al mundo. Otros lectores que apoyan el periodismo de investigación en general piensan que este tipo de información debería publicarse teniendo como objetivo una audiencia externa a nuestra comunidad cristiana. Pero nuestro compromiso de buscar la verdad trasciende nuestro compromiso tribal. Y al informar sobre la verdad, demostramos interés y cuidado por nuestra comunidad.

El amor nos obliga a amar a los heridos por los líderes ministeriales, no solo a las víctimas inmediatas, sino a muchos otros que ven las consecuencias del pecado y el abuso de los líderes y se preguntan si los cristianos tienen un interés genuino. El amor profundo por la Iglesia también nos obliga a amar a los líderes ministeriales que se equivocan. A menudo necesitan que la información salga a la luz para sentirse guiados al arrepentimiento.

Nuestro amor nos impulsa a investigar las acusaciones —o a continuarlas— incluso cuando el líder acusado ha fallecido. La devastación del pecado persiste mucho tiempo después de la muerte de un líder ministerial. ¿Debemos pedir a las víctimas que lleven la carga, el trauma y la vergüenza de sus experiencias solas en la oscuridad? No. Ni las buenas acciones de un líder ministerial ni su muerte deben silenciar a sus víctimas. Y las personas que pecan necesitan la gracia que acompaña a la luz. La muerte impide la oportunidad de arrepentimiento de un pecador, pero no la oportunidad de restauración y libertad de una víctima.

Toda la Iglesia necesita esa luz, por muy dolorosa que sea. Christianity Today no emprende el largo y costoso trabajo de investigar las acusaciones para crear una lista de pecadores notorios. Nuestro objetivo es la corrección, no solo de los líderes sobre los que informamos, sino de todos nosotros.

La Biblia habla muy claramente de los defectos y errores incluso de sus figuras más heroicas. El héroe supremo de las historias bíblicas, y el héroe supremo de nuestras propias historias, no es el ser humano en todo su pecado, sino el Dios que actúa a través de personas pecadoras para redimirlas y cumplir sus propósitos. Cuando las Escrituras detallan los graves errores de sus héroes, es «útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia» (2 Timoteo 3:16, NVI). No editamos esas partes. De forma similar, también somos reacios a dejar de lado o restar importancia a las acusaciones contra líderes cristianos. Intentamos investigar e informar sobre estas historias de forma justa. No asumimos la culpabilidad de los investigados ni privilegiamos a los poderosos; esperamos que nuestros lectores también eviten esos errores.

Informamos de estas historias en parte para que la Iglesia pueda aprender de ellas. Nos recuerdan nuestra propia vulnerabilidad, nuestra propia necesidad de transparencia y rendición de cuentas y, en última instancia, la necesidad de todas las personas de la gracia de Jesucristo y de la obra transformadora del Espíritu Santo. Pero también somos conscientes de que las personas de nuestras historias no son meras ilustraciones en un sermón. Los que han sido explotados no están aquí para ayudarnos. Nosotros estamos aquí para ayudarles a ellos: para poner las cosas en su sitio, para denunciar las injusticias y las hipocresías, para dar voz a los heridos, para lamentarnos con ellos y para asegurarles a otros como ellos que no están solos. El juicio solo pertenece a Dios. Pero traer luz a la oscuridad es responsabilidad de todos nosotros, incluso mientras nos lamentamos.

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