A veces es difícil ser cristiano en Navidad. Bueno, no tan difícil. Después de todo, la celebramos todos los años. Sin embargo, parece más difícil de lo que debería ser. ¿Por qué una fiesta, que se supone que debe centrarse en la fe, a menudo parece estar envuelta en incredulidad? ¿Por qué una celebración que se trata de la paz en la tierra parece traer consigo tanta ansiedad y temor? ¿Cómo es posible que, de alguna manera, nos preocupemos de forma simultánea sobre el hecho que la Navidad se haya convertido en algo exagerado, y que a la vez esté siendo «cancelada»? ¿Dónde estás, Navidad? ¿Por qué no te vemos?

Una vez, en una conferencia de un psicólogo, escuché que la evasión aumenta la ansiedad. Esto le ocurrió a una amiga. Al principio se negaba a hacer viajes que incluyeran viajar por carretera. Cuanto más evitaba salir, más restricciones agregaba. Después de un tiempo, no quería salir de su casa en absoluto. La evasión no funciona; es hora de enfrentarnos a nuestras ansiedades contextuales sobre la Navidad. Cuando las miramos directamente a los ojos, resulta que no son tan aterradoras como pensábamos. Hay un brillo amable en esa mirada.

Empecemos por la duda. Hay muchas cosas improbables en la historia de la Natividad: la estrella, los ángeles, los magos y, por supuesto, el nacimiento virginal. Si nunca se ha cuestionado sobre la veracidad del nacimiento virginal, probablemente es porque nunca se ha detenido a pensar en ello.

Y no está mal cuestionar algo y meditar en ello. La intención del nacimiento virginal es suscitar preguntas en nosotros. Es una provocación divina deliberada. Al igual que la zarza ardiente, su intención es atraernos: uno no puede resistirse a mirar más de cerca, aunque nuestra primera reacción sea la duda.

Hay un paralelismo bíblico entre la concepción de Jesús en María y la concepción de Samuel en Ana (1 Samuel 1). El sumo sacerdote Elí era un hombre ocupado que no se distraía fácilmente de su rutina diaria. Sin embargo, Dios llamó su atención para que volteara a observar a Ana mientras esta oraba fervientemente. El sacerdote pensó que estaba ebria. Para él, esta era la explicación obvia de su comportamiento errático.

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El punto de partida de Elí fue confundir la santidad con el pecado. Pero Dios atrajo su atención para que creyera que se produciría una concepción milagrosa y que, como fruto, nacería un gran líder para el pueblo de Dios.

Muchos de nosotros cometemos un error similar con María. Cuando escuchamos o leemos acerca del embarazo de María, probablemente lo primero que se nos viene a la mente es que María debió haber tenido relaciones sexuales prematrimoniales. No podría haber otra explicación. Pero al proclamar un embarazo virginal, Dios llama nuestra atención. Nos lleva a pensar en la historia que Él quiere que veamos, cuando, de hecho, ese había sido su objetivo desde el principio.

Dudar de algo es meditar en ello. La reacción de María ─«¿Cómo podrá suceder esto?»─ fue correcta y santa, porque no se estaba burlando, sino que estaba pensando.

El pionero del método científico, Francis Bacon, expresó una vez: «Si un hombre comienza con certezas, terminará con dudas; pero si se contenta con empezar con dudas, terminará con certezas».

Nuestra fe suele funcionar así, incluso con los milagros. No necesitamos empezar con una plena creencia y aceptación. Tenemos que empezar con interés.

Algunos de nosotros, sin embargo, estamos más preocupados por las dudas que otros tienen, ya sea nuestros hijos, hermanos, amigos, o tal vez incluso cónyuges o miembros respetables de nuestras iglesias. Quizás nos preocupa incluso que toda nuestra cultura esté perdiendo la fe. Si es así, tengo buenas noticias para usted: la Navidad es su aliada en la lucha entre la fe y la incredulidad.

Como estudioso del tema, puedo decirle con confianza que, en general, a los ateos les encanta la Navidad. La ven como el cristianismo en su máxima capacidad de atracción. Los incrédulos suelen sentirse más cerca de la fe durante la época navideña.

Tengo un amigo que solía ser un cristiano devoto. Pero luego pasó por un proceso de deconstrucción de su fe, abandonó la iglesia y llegó incluso a sentirse cómodo diciendo que ya no creía en Dios.

Sin embargo, hace unos años me dijo, con cierta timidez, que había vuelto a su antigua iglesia para el servicio de Nochebuena. Desde entonces, su forma de hablar sobre el cristianismo se ha suavizado notablemente. No me sorprendería enterarme algún día de que ha vuelto a Cristo.

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George MacDonald mostró una visión perspicaz cuando escribió «A Scot’s Christmas Story» [Cuento de Navidad de un escocés, enlace en inglés] (1865) como una narración moderna de las parábolas del hijo pródigo y de la oveja perdida, en la cual la hija de un pastor rescata a su hermano perdido en Navidad. La Navidad atrae incluso a los escépticos hacia la fe en lugar de alejarlos.

Si le resulta difícil creer que la Navidad atrae a los no creyentes, quizá sea porque usted asocia la Navidad con revelaciones consternadoras de las dudas de los demás. La Navidad es a menudo un momento en el que, después de un año de estar algo distanciados, nos acercamos a las personas que queremos y nos enteramos de lo que realmente ocurre en sus vidas.

Si alguien ya no es creyente, la Navidad es a menudo el momento en que lo descubrimos, ya que los servicios de la iglesia, la oración y la fe son fundamentales en la celebración de las fiestas de una familia cristiana devota. La falta de participación no pasa desapercibida. La Navidad no es la causa de la incredulidad, sino que es la ocasión que pone de manifiesto cómo es la vida de una persona en el presente.

Y es mejor saber que no saber. Nuestra tarea es seguir acompañando a los seres queridos en su viaje por el camino de la vida. Es posible que el futuro nos depare una gran alegría navideña cuando apreciemos aún más la fe de estas personas porque ha vuelto a cobrar vida después de años de incredulidad. Como ya hemos dicho, la fe genuina suele nacer después de la duda.

Hay una persistente leyenda urbana que dice que la Navidad es en realidad pagana. A los no creyentes a veces les gusta molestar a los cristianos con esta afirmación. Con demasiada frecuencia, los cristianos responden con evasión, sin investigar el asunto por temor a que sea cierto.

Pues bien, yo he investigado el asunto y puedo decirle que no es cierto. Para editar The Oxford Handbook of Christmas [Una guía sobre la Navidad de Oxford], pasé más de tres años leyendo sistemáticamente estudios académicos sobre la Navidad, así como también innumerables documentos históricos. Puede estar seguro de que la Navidad es cristiana.

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Una de las principales razones por las que algunos afirman que la Navidad es pagana es que la fecha parece haber sido elegida para alinearse con el solsticio de invierno, en el cual se celebraban fiestas paganas. Sin embargo, el solsticio es un fenómeno natural, no un fenómeno religioso.

La práctica habitual de las sociedades antiguas, incluida la de Israel, era determinar sus días sagrados según el curso del sol y de la luna porque era la forma más práctica de medir el tiempo. La Biblia incluso enseña que una de las razones por las que Dios creó el sol y la luna fue para que la gente pudiera marcar las estaciones sagradas (Génesis 1:14). Es absurdo afirmar que una parte de la creación tiene matices inherentemente paganos.

Dado que las Escrituras no nos dan una fecha específica para el nacimiento de Cristo, es probable que la Iglesia eligiera el 25 de diciembre para la celebración porque era una forma sencilla para que la gente común pudiera saber cuándo sería la Navidad cada año, y también porque era una fecha adecuada por razones simbólicas.

El solsticio de invierno es el momento en que terminan los días de máxima oscuridad y la luz se hace cada vez más fuerte: «Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo» (Juan 1:9).

Tampoco es verdad que la decoración de árboles perennes sea una práctica pagana. Sabemos esto porque, en primer lugar, nada de lo que Dios ha creado es pagano. A los israelitas se les ordenó celebrar la Fiesta de las Enramadas, en la cual debían ir al campo a recoger ramas de árboles de hoja perenne (Levítico 23:40; Nehemías 8:15).

En segundo lugar, es posible rastrear el origen de algunas afirmaciones de que las decoraciones tradicionales de árboles de hoja perenne son paganas en publicaciones de ficción y propaganda del siglo XIX. El escritor Washington Irving agregó color a una de sus novelas inventando la idea de que la iglesia creía que el muérdago estaba contaminado por el paganismo.

Los nacionalistas alemanes inventaron la idea de que los árboles de Navidad provenían de una práctica sajona pagana porque querían convertir la Navidad en una celebración de la identidad alemana.

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Sin embargo, el verdadero origen del árbol de Navidad se remonta a las obras de teatro europeas medievales sobre historias sagradas que se representaban durante la época navideña. Estas obras contaban la historia bíblica de la redención e incluían un árbol de hoja perenne decorado que representaba el Árbol de la Vida. Con el tiempo, este se convirtió en un símbolo de la temporada.

Es lógico que algunas tradiciones paganas europeas coincidan con las tradiciones cristianas de la misma región. La gente siempre se expresa a través de los recursos culturales que tienen a su disposición, y cuando diversos grupos se encuentran en el mismo lugar, suelen compartir los mismos recursos.

Se puede observar un paralelismo en la celebración del 4 de julio en Estados Unidos. Los colores nacionales, la bandera, la música, los fuegos artificiales, la comida y demás son aspectos que claramente derivaron de la cultura británica. Sin embargo, sería ridículo afirmar que el Día de la Independencia de Estados Unidos es en realidad una celebración de Gran Bretaña.

Del mismo modo, la Navidad no es pagana: es realmente una celebración de Jesucristo. De hecho, el mensaje teológico de la Navidad —la doctrina de la Encarnación— santifica esta verdad de que Dios viene a obrar en, con y a través de nuestras culturas. Porque nos ha nacido un niño.

Algunos piensan que los creyentes devotos de las naciones ricas deberían lamentar el hecho de que la Navidad se haya convertido en algo menos cristiano porque ahora está marcada por la autoindulgencia y el consumismo, en lugar de la abnegación. ¿Podemos realmente mantenernos centrados en Dios en medio de los preparativos y las fiestas? ¿No deberíamos gastar nuestro dinero en cosas más santas?

Pero, ¿por qué la Navidad tiene que tratarse de la abnegación? Hay un tiempo y una temporada para todo. Hay un tiempo para ayunar y un tiempo para celebrar.

Como parte de su vida de adoración, Jesús mismo habría guardado los días sagrados de Purim. Las Escrituras dan instrucciones claras sobre cómo hacerlo: «debían celebrarlos como días de banquete y de alegría, compartiendo los alimentos los unos con los otros y dándoles regalos a los pobres» (Ester 9:22).

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La forma bíblica de celebrar los tiempos sagrados es con fiesta, alegría y regalos. Debemos intercambiar regalos «unos con los otros» —es decir, con nuestro propio círculo social— y «dar regalos a los pobres», es decir, a las organizaciones benéficas o buscando otras formas de ayudar a quienes están pasando por mayor necesidad que nosotros. Ambas son tradiciones navideñas y ambas son recomendadas en las Escrituras. Así es: esos regalos no son solo una estratagema para poner en marcha la economía. Son bíblicos, y son una forma universal de celebrar.

Pero, ¿es el significado del banquete en la Biblia el mismo que conocemos en el presente? Una definición bíblica de banquete es disfrutar de comida y bebida en mayor cantidad y calidad de lo habitual. Por supuesto, incluso en Navidad sigue siendo malo comer, beber o gastar en exceso.

Pero hay un momento para celebrar con más de lo habitual. Una boda debe celebrarse con regalos y banquetes, como el propio Jesús atestiguó en su primer milagro. Al igual que con la fiesta de Purim y las bodas, la Navidad es un momento adecuado para festejar y hacer regalos. Hombres y mujeres cristianos, ¡alégrense!

Por último, a muchos cristianos les preocupa que la Navidad se esté secularizando. Creo que esta preocupación es una forma de ver la fiesta al revés. En nuestra cultura, la Navidad es la época menos secular de todo el año, ¡y la temporada navideña ocupa el 10 % del año! Toda nuestra cultura está preparada durante la temporada de fiestas decembrinas para que sea más fácil hablar de Jesús. En EE. UU., incluso el Ejército de Salvación se convierte de pronto en parte de la cultura dominante.

No podemos obligar a nuestra cultura secular a celebrar la Navidad de una forma cristiana, como tampoco podemos hacer que los estadounidenses pasen el Viernes Santo reflexionando sobre el significado de la muerte de Cristo. Y aun así, nuestra cultura está sorprendentemente interesada en los aspectos cristianos de la Navidad. Un día sagrado cristiano es también una fiesta federal. Muchas iglesias reciben el mayor número de congregantes de todo el año en Navidad.

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Según un estudio del servicio de streaming Spotify, las canciones navideñas más escuchadas son Silent Night [Noche de paz] y O Holy Night [Santa la noche]. Y las canciones más reproducidas durante el mes de diciembre incluyen Mary, Did You Know? [María, ¿sabías?].

Vivo en la zona de Chicago, y aquí hay una emisora de radio que utiliza el formato estándar del rock durante la mayor parte del año. Pero durante el último diez por ciento del año, se puede sintonizar y escuchar «Joy to the world! The Savior reigns» [¡Al mundo paz! El Salvador en tierra reinará], o una invitación a «rendir nuestros pecados» y aceptar a Jesús en nuestras vidas, o que se ofrezcan «nuevas de consuelo y alegría» porque «Cristo nuestro Salvador nació en Navidad». Debemos estar agradecidos de que, durante seis semanas al año, incluso las emisoras de música pop a veces pongan canciones que proclaman la salvación por medio de Jesucristo.

Las preocupaciones sobre el secularismo son preocupaciones sobre lo que está sucediendo en nuestra cultura a pesar de la Navidad, no a causa de ella. Al igual que con los parientes con quienes nos ponemos al día en Navidad, la temporada festiva puede ser un momento oportuno para notar que nuestra cultura se está volviendo menos cristiana. En ese caso, esta es información que deberíamos apreciar en lugar de tratar de evitar.

Somos totalmente libres de celebrar la Navidad de forma cristiana nosotros mismos. Pero tal vez ese sea el verdadero problema: nos preocupa que nos hayamos vuelto demasiado seculares en Navidad. Parte de nuestra ansiedad contextual se debe a que nos sentimos culpables por no estar a la altura de nuestros propios ideales. La solución es afrontar el problema, mirarlo a los ojos, y averiguar qué tenemos que cambiar para que nuestras propias celebraciones navideñas estén más centradas en Cristo. Nadie nos impide hacer hincapié en el culto, la oración y las Escrituras como parte de nuestras celebraciones.

Es hora de liberarse de todas estas preocupaciones navideñas. El mensaje de la Navidad incluye estas palabras de consuelo: «No tengan miedo» (Lucas 2:10). No es un tiempo para tapar nuestra alegría. Sigamos el consejo del ángel y dejemos de lado nuestras ansiedades contextuales.

Timothy Larsen enseña en Wheaton College y es el editor de The Oxford Handbook of Christmas.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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