Lo más cerca que me he sentido al profeta Jeremías fue sentado en el fondo de una cisterna vacía. Hace unos veinte años me llevaron a un depósito de agua excavado en Jerusalén y me dijeron que esa podría haber sido la auténtica cisterna descrita en Jeremías 38:6 donde dejaron al profeta para que muriera de hambre cuando cuatro oficiales del gobierno decidieron que no les gustaban sus mensajes de Dios.

Me senté en un banco y levanté la vista hacia las paredes de piedra. Según el relato bíblico, Jeremías comenzó a hundirse en el barro.

Aunque quizá no fue en este lugar. ¿Quién podría asegurar que esta era la cisterna, misma que se había desenterrado en 1998, y no otra que no se había encontrado aún? O quizá nunca se encontraría. Podía imaginar al profeta atrapado en aquel lugar exacto, preguntándose si Dios lo rescataría, pero, sin encontrar «Jeremías» escrito en la pared, nadie podía asegurarlo.

Desde la época en la que yo estuve allí se han planteado varias preguntas acerca de esa cisterna, arrojando dudas sobre su papel en el drama de Jeremías. Sin embargo, no es un yacimiento que la gente visite estos días.

La arqueología puede acercarte muchísimo al mundo bíblico y, aun así, hacerte desear que ojalá alguien hubiera dejado una firma.

Pero cuando la gente sí encuentra firmas, es algo importante. En los últimos años, de hecho, los arqueólogos han venido encontrando impresos muchos sellos de arcilla que los antiguos israelitas utilizaban para asegurar el nudo de la cuerda que ataba un rollo.

En 2005, la arqueóloga israelí Eliat Mazar [enlaces en inglés] dirigió una excavación en la parte más antigua de Jerusalén. Su equipo encontró un sello impreso, y en ese sello de arcilla había un nombre: Jucal, el hijo de Selemías, uno de los hombres que arrojó a Jeremías a la cisterna.

Tres años después, Mazar anunció el descubrimiento de otro «bulla», como se llaman los sellos. Este también tenía un nombre: Gedalías (Guedalías), hijo de Pasur, otro de los oficiales de la historia de Jeremías 38.

Los dos villanos bíblicos parecieron volver a la vida con estos descubrimientos. Ellos habían tocado estos sellos, dejando sus nombres como evidencia física para ser descubiertos miles de años más tarde.

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«Nada es más emocionante en una excavación que el descubrimiento de un sello o bulla», dice Scott Stripling, director del Instituto Arqueológico en el Seminario Bíblico de Katy, Texas. «A menudo hay huellas dactilares parciales o completas, lo que nos recuerda la conexión humana. Estas eran personas reales».

Los sellos de arcilla son difíciles de encontrar, pero se han vuelto más frecuentes desde 2005. Son pequeños, a menudo solo del tamaño de la yema del dedo. Y están hechos de arcilla, básicamente el mismo material que los arqueólogos están excavando, lo que los hace muy difíciles de distinguir. En los archivos de la revista de arqueología bíblica que yo edito, Artifax, he encontrado muy pocas menciones de los bullae desde principios de los 1990 hasta 2005.

Desde entonces, sin embargo, ha habido tantos descubrimientos de sellos de arcilla impresos que las noticias se han vuelto bastante comunes. Y algunos de los descubrimientos son tan destacables —incluyendo uno con el nombre del rey Ezequías y otro que puede que perteneciera al profeta Isaías— que a menudo conforman mi lista anual de los diez mejores descubrimientos [enlaces en inglés] en arqueología bíblica para Christianity Today.

El cambio se puede remontar hasta el inicio del desarrollo de la técnica arqueológica del cribado con agua.

Innovación en el valle de Cedrón

Comenzó con nueve mil toneladas de tierra arrojadas sin ningún cuidado en el valle de Cedrón. En 1999 las autoridades musulmanas a cargo del Monte del Templo de Jerusalén decidieron construir una tercera mezquita en el lugar sagrado de los «establos de Salomón» bajo tierra. Excavaron una entrada y retiraron una enorme cantidad de tierra sin supervisión arqueológica.

Las evidencias históricas que se podrían recuperar de ese espacio son de interés vital para los eruditos, así como para muchos cristianos y judíos. Sin embargo, en Israel, donde los reclamos ancestrales se contienden de manera agresiva, la arqueología también tiene un matiz político.

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Los eruditos quedaron estupefactos por la escala de este delito contra la arqueología. Algunos, sin embargo, también se dieron cuenta de que era una oportunidad única. Podían mirar dentro de cuatrocientos camiones de tierra. Esto podría suponer una oportunidad de obtener una visión muy poco común del Monte del Templo a una distancia segura de la política incendiaria.

«Se ha perdido el noventa por ciento de su valor científico», dijo el arqueólogo israelí Gabriel Barkay a sus colegas. «Nos queda el diez por ciento. Pero eso es mucho más que el cero por ciento».

En 2004, Barkay y el arqueólogo Zachi Dvira comenzaron el Proyecto de Cribado del Monte del Templo (TMSP, por sus siglas en inglés), para usar la técnica del cribado con agua y ver lo que quedaba entre la tierra.

El proceso funciona así: se vuelca un cubo de tierra en una malla rodeada de un marco de madera que se sostiene a la altura la cintura. Un voluntario toma una manguera y rocía agua, obligando a la tierra a atravesar la malla y dejando pequeños objetos sobre la malla: cerámica, huesos, monedas y otros trozos de metal, cristal, teselas de mosaico y bullae.

«Se nos ocurrió la idea durante los primeros días», contó Dvira a CT, «puesto que era muy difícil diferenciar entre piedras naturales y fragmentos de cerámica. Esto se debe a que el terreno está lleno de polvo… que recubre los objetos».

Dvira y su equipo pronto desarrollaron un método que podían enseñar a los voluntarios. Durante los siguientes diecisiete años, más de 170.000 voluntarios arrojaron cubo tras cubo de material del Monte del Templo en los coladores, se deshacían de la tierra con agua y observaban todo lo que quedaba.

Un sello de arcilla lleva el nombre del Jucal, el hijo de Selemías, uno de los hombres que arrojó a Jeremías a la cisterna como castigo de muerte por haber profetizado sobre la destrucción de Jerusalén.
Image: Imagen cortesía de Eilat Mazar.

Un sello de arcilla lleva el nombre del Jucal, el hijo de Selemías, uno de los hombres que arrojó a Jeremías a la cisterna como castigo de muerte por haber profetizado sobre la destrucción de Jerusalén.

Encontraron miles de artefactos originarios de la Edad de Piedra en adelante. Se han recuperado más de seis mil monedas judías, islámicas, romanas y medievales.

También hubo otro importante descubrimiento: un sello de tres mil años de antigüedad del rey Salomón. Los expertos dicen que puede cambiar las teorías de los minimalistas arqueológicos que aseguran que las Escrituras exageran la edad y la importancia del templo de Jerusalén.

«Por esto es por lo que la arqueología es tan fascinante», me contó Mazar una década antes de su muerte en mayo. «Está escrito en la Biblia, y después encontramos estos sellos impresos. Demuestra que esta historia bíblica es muy exacta».

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Mazar estaba impresionada por el potencial del cribado con agua y comenzó a mandar tierra de las excavaciones que ella supervisaba al TMSP. Ahí fue donde, en 2004, los voluntarios descubrieron los bullae con los nombres de los oficiales que trataron de matar a Jeremías.

«Los sellos y los bullae han probado en repetidas ocasiones ser un tipo de evidencias muy importante fuera de la Biblia», escribió Larry Mykytiuk, profesor emérito de la Universidad de Purdue, cuya investigación se centra en la historicidad de las Escrituras, en un correo electrónico para CT. «Son extremadamente valiosos porque confirman la existencia y la posición oficial de reyes, sumos sacerdotes y oficiales reales que se mencionan en la Biblia hebrea o el Antiguo Testamento, y los títulos de algunos sellos y bullae muestran que estaban en el cargo que la Biblia dice que tenían».

Los no entendidos a menudo no se dan cuenta de que los textos escritos que han sobrevivido desde tiempos bíblicos son muy escasos. Las Escrituras se preservaron a través de la duplicación, pero subsisten muy pocas de las copias más antiguas de los libros de la ley, los profetas, la poesía y la historia. Comparado con los cientos de papiros jeroglíficos egipcios y las miles de tablas cuneiformes mesopotámicas excavadas en los dos últimos siglos, el corpus de textos judíos antiguos es minúsculo.

«Los sellos y las impresiones son la parte más grande de los objetos con inscripción que hemos descubierto», dice Robert Deutsch, experto y comerciante que ha publicado información sobre numerosos bullae en revistas académicas.

Deutsch ha sido criticado por los arqueólogos por comprar y vender sellos en el mercado de antigüedades. El comercio crea incentivos para los saqueadores y sirve para encubrir a los falsificadores.

Deutsch responde que ignorar todos los objetos que hay en colecciones privadas significa condenarlos a la no existencia. Él defiende que los arqueólogos se benefician de saber acerca de ellos, aunque tengan una historia dudosa.

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En 1997, por ejemplo, él publicó información en una revista académica acerca de un sello que llevaba la impresión del rey Ezequías. No se sabía la procedencia y podía tratarse de una falsificación. Pero en 2015 Mazar descubrió un bulla idéntico en Jerusalén. El descubrimiento ya era importante en sí mismo, pero el bulla de la colección privada le añadía contexto.

Hay tan pocos ejemplos de hebreo antiguo, dice él, que todos ellos deben considerarse importantes.

Todavía no es una práctica estandarizada

A pesar del obvio valor del cribado con agua, su uso no se ha convertido en práctica común en los yacimientos de excavación en Israel.

Stripling, que trabajó como supervisor del TMSP en 2008 y 2009 y dirige excavaciones en Khirbet el-Maqatir y Tel Shiloh, piensa que la Autoridad de Antigüedades de Israel debería hacer obligatorio el cribado con agua. Le preocupa lo que los arqueólogos están perdiendo cuando no hacen el cribado con agua en la tierra. En Tel Shiloh hizo que los voluntarios revisaran una pila de tierra que había quedado tras una excavación realizada en la década de 1980. Ahí encontraron cinco amuletos con forma de escarabajo de Egipto.

Hicieron lo mismo en una antigua excavación en el monte Ebal. Stripling encontró una hoja de cuchillo de bronce y una tabla que se podía haber usado para una maldición ceremonial. Se dio cuenta que el monte Ebal se describe como una montaña de maldición en Deuteronomio 27.

«Las pilas de tierra de las excavaciones pasadas contienen una tremenda cantidad de material. Estos son la clase de descubrimientos que se desechan en la mayoría de las excavaciones porque no realizan un cribado con agua», dijo en 2020 durante una presentación en la reunión de la Sociedad Arqueológica de Oriente Próximo.

«El cribado con agua tiene el potencial de revolucionar lo que estamos descubriendo en los yacimientos arqueológicos».

Voluntarios buscan entre los escombros en el Proyecto de Cribado del Monte del Templo.
Image: Imagen cortesía de Gordon Govier.

Voluntarios buscan entre los escombros en el Proyecto de Cribado del Monte del Templo.

Otros arqueólogos que trabajan en excavaciones en Israel dicen que el proceso no debería ser obligatorio. Es una labor muy intensiva y gasta mucha agua. Puede requerir un gran número de voluntarios, los cuales no están disponibles para todas las excavaciones, y muchísima agua, que no está disponible en el desierto. Algunos dicen que es mejor usar el método con discreción.

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Robert Mullins, director del Departamento de Estudios Bíblicos y Religiosos de la Universad Azusa Pacífico, dice que él utiliza el cribado con agua cuando es determinante para interpretar un yacimiento. En la excavación que él dirige en Aber Beth Maacah, en el norte de Israel, el equipo realizó el cribado con agua en la tierra de un almacén que contenía docenas de jarrones de 2800 años de antigüedad. De ese modo encontraron todo lo que se había dejado dentro de los jarrones o en el suelo.

Daniel Master, que actualmente está dirigiendo una excavación en el valle de Jezreel, dijo que es cuestión de identificar «el método correcto para el contexto correcto».

«Yo tiendo a pensar que usar un método en particular como garantía de una “buena” excavación es no entender de qué se trata todo esto», afirma. «Un arqueólogo, al igual que cualquier investigador, necesita un repertorio de técnicas, herramientas y necesidades para saber cuándo usar cada una de ellas».

Sin embargo, todos los arqueólogos conocen historias de descubrimientos hechos, no por la experiencia, sino por la casualidad, el accidente o la suerte del principiante. Jimmy Hardin, codirector de la excavación de un pequeño yacimiento llamado Khirbet Summeily en el extremo norte del desierto del Néguev, recuerda que hace varios años algunos voluntarios encontraron ocho o nueve sellos de arcilla. No estaban haciendo cribado con agua, y los bullae no se diferenciaban de la tierra que los rodeaba, pero la mirada aguda de los estudiantes los detectó.

Ocurre tan a menudo que hace que los arqueólogos más experimentados se pregunten qué han pasado por alto.

«Una vez has excavado esto, ya está», dijo Hardin. «Es tu responsabilidad recoger todos los datos que puedas».

Los datos sobre los bullae, descubiertos ahora de manera tan habitual con el cribado con agua, son especialmente emocionantes. Portan la autoridad de los antiguos nombres, impresos en arcilla y preservados durante milenios. Hay uno que dice: «Nathan-Melech, siervo del rey Josías». Y otro descubrimiento reciente es un bulla que pertenece a la familia sacerdotal de Immer.

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«Cada sello e impresión trae a una persona de vuelta a la vida», dijo Deutsch. «La Biblia cobra vida».

Un tercer bulla, roto casi por la mitad y encontrado en un antiguo vertedero , puede ser que diga: «perteneciente a Isaías el profeta». No está claro, sin embargo, porque la palabra que podría ser «profeta» está rota. Sin el aleph final, ¿quién puede estar seguro?

Es fácil imaginar al profeta presionando su marca en la arcilla, tocando aquel objeto exacto, marcándolo con su nombre. Pero puede ser que no. La arqueología puede acercarte muchísimo al mundo bíblico y, aun así, dejarte con el deseo de que ojalá alguien hubiera dejado una firma.

Gordon Govier es editor de la revista Artifax y escribe sobre arqueología para Christianity Today.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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