Lea Lucas 2:1–21

Cuando mi esposa Karin estaba en preescolar, hizo el papel de María en la puesta en escena del pesebre. Aunque era un plan adorable, para una niña de tres años la idea de tener animales vivos tan cerca resultó aterradora. Comenzó a llorar descontroladamente, y quiso salir de la escena. Para consolarla, su padre entró en el escenario y se recostó en el suelo entre ella y los animales, haciendo de barrera humana para que su hija se sintiera segura. Se cubrió totalmente de paja para que los visitantes del pesebre viviente no notaran que estaba allí.

Es una imagen sorprendente de la tarea del pastoreo. En Lucas 2 vemos que los pastores «pasaban la noche en el campo … para cuidar su rebaño», lo cual señala los peligros reales de la oscuridad. Era el momento en que los ladrones y los depredadores representaban una amenaza mayor. Así que los pastores se colocaban en medio del peligro, protegiendo a sus ovejas con sus propias vidas.

Sin embargo, en el relato del nacimiento de Jesús, los pastores también resultan ser ovejas. Esa primera Navidad, el Señor se reveló a sí mismo como el Buen Pastor de la historia, cuidando de los pastores como si fueran parte de su propio rebaño.

Piense en cómo toda esa atención que Dios presta a los pastores se parece a la forma en que David describe a Dios como un pastor en el Salmo 23. Dios suplió las necesidades de los pastores, una necesidad que quizá no hubieran expresado. Aquietó sus almas por medio de las palabras del ángel: «No tengan miedo». Les condujo por caminos de justicia justo hasta el pesebre. Les mostró que estaba con ellos de la manera más humilde y cercana: como un bebé en un pesebre. Restauró sus almas con un mensaje de esperanza y pertenencia: un mensaje que resultó ser exactamente «como les habían contado». Él llenó su copa a rebosar «por lo que habían visto y oído». No solo suplió sus necesidades, también ungió sus cabezas con perfume de alegría. Les mostró la bondad y la misericordia que sin duda los seguirían el resto de sus vidas.

Yo necesito esta clase de cuidados. Como pastor, me siento agradecido por este recordatorio de que los pastores también son parte del rebaño. Estoy agradecido por un Salvador que conoce tan bien a sus asustadizas ovejas al punto que deja su vida ahí mismo, sobre el heno, colocándose entre nosotros y cualquier peligro.

Estoy agradecido porque, cuando nuestras almas ansiosas necesitan ser cuidadas y protegidas, el Señor sigue hablando palabras de paz sobre la tierra en la voz reconocible de nuestro Buen Pastor. Realmente son buenas nuevas de gran gozo para toda la humanidad.

J. D. Peabody es pastor de la Iglesia New Day en Federal Way, Washington, y es autor de Perfectly Suited: The Armor of God for the Anxious Mind.

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