Este tercer domingo de Adviento, mientras millones de cristianos estaban en la iglesia, millones también estaban pegados a una pantalla, mirando ansiosos cuando el mejor jugador argentino de todos los tiempos por fin levantó la Copa del Mundo. Aunque su mejor momento ya ha pasado, Lionel Messi, el capitán del equipo de 35 años de edad, ha tenido una actuación sublime en el campeonato y, con siete goles y cuatro asistencias en el bolsillo, ganó el Balón de Oro en su quinto Mundial.

Si bien el reservado Messi, cuyo brazo derecho lleva un tatuaje de Jesús coronado de espinas, no ha expresado abiertamente su fe más allá de señalar al cielo tras sus goles, este Mundial ha contado con numerosas heroicidades de cristianos confesos. [Los enlaces de este artículo redirigen a contenidos en inglés].

Liderando la ofensiva francesa contra Argentina estuvo el delantero Olivier Giroud, de 36 años, quien lleva tatuado en el brazo derecho el Salmo 23 en latín: «El Señor es mi pastor, nada me faltará». Durante este Mundial, Giroud se convirtió en el máximo goleador histórico de Francia con cuatro magníficos goles.

FOX Soccer tuiteó: «GIROUD LO CONSIGUE. Con este gol, Olivier Giroud se convierte en el máximo goleador histórico de la selección masculina de Francia».

Aunque el talismán del equipo, Kylian Mbappé, ha estado a la altura de las circunstancias con su velocidad vertiginosa y sus disparos letales, Giroud ha proporcionado un punto de apoyo confiable para el ataque, mientras que su estilo desinteresado de juego ha abierto muchas oportunidades para sus compañeros. «Trato de hablar de mi fe siempre que puedo», declaró tras ganar el Mundial de 2018. «Siento que debo utilizar mi perfil mediático para hablar de mi compromiso con Jesucristo».

Durante la mayor parte de la década pasada, mientras Giroud jugó en dos clubes de Londres, asistió a la iglesia St. Barnabas en Kensington, que pertenece al lado evangélico de la Iglesia de Inglaterra. Durante el partido de cuartos de final de Francia contra Inglaterra, en el que marcó un gol de cabeza para asegurar la victoria 2-1 para Les Bleus, se encontró con una nueva generación de jugadores ingleses que viven su fe cristiana con gracia.

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Con tres goles cada uno, Marcus Rashford y Bukayo Saka tuvieron una participación estelar en Catar. Ambos se criaron en iglesias pentecostales negras, y Rashford, de 25 años, ha ganado reconocimiento como activista y filántropo contra el racismo y la falta de vivienda. A sus 21 años, Saka apareció en la portada de Time tras ganar el premio al mejor jugador masculino del año de Inglaterra, y ha compartido que lee la Biblia todas las noches para conseguir «paz y felicidad». Aunque Rashford y Saka recibieron insultos racistas en internet tras fallar los penaltis en la final de la Eurocopa 2020, ambos han sido elogiados por su resiliencia y por fomentar una sana camaradería en la selección inglesa.

Inglaterra se enfrentó a la selección nacional masculina de Estados Unidos en la fase de grupos, y la férrea defensa estadounidense, liderada por Walker Zimmerman, les consiguió un respetable empate a cero contra un oponente que era favorito a todas luces. Zimmerman, natural de Georgia e hijo de un pastor, lleva a su hijo de un año a los entrenamientos y ha sido un líder imponente en la defensa y un defensor del control de armas y de la igualdad racial y de género, especialmente en lo que respecta a la igualdad salarial en la selección estadounidense de soccer femenino.

Zimmerman tiene un correligionario en Christian Pulisic, mejor conocido como «Capitán América», quien marcó el gol de la victoria contra Irán y con el que envió a la selección estadounidense a la fase eliminatoria mientras quedó lesionado en el abdomen tras chocar con el portero [arquero] rival. Pulisic declaró a GQ el año pasado que su fichaje por el Chelsea F.C., por valor de 73 millones de dólares, lo acercó más a Dios a pesar de la fuerte competencia por su posición clave y de las lesiones que sufrió allí. Dos meses antes del Mundial, publicó el Salmo 147:11 como pie de foto en Instagram. El versículo dice: «El Señor favorece a los que le temen, a los que esperan en su misericordia» (NBLA).

En el otro extremo del campo, el guardameta número uno de Brasil, Alisson Becker, ha realizado paradas espectaculares para dejar su portería en cero en dos ocasiones, y concedió tan solo dos goles en cuatro partidos. Aunque un desafortunado gol desviado de Croacia en el minuto 117 eliminó a los favoritos en cuartos de final, Alisson regresará al Liverpool F.C., donde está rodeado de fieles hermanos en Cristo. Su carismático entrenador, Jürgen Klopp, es un cristiano que habla abiertamente de su fe, y Alisson bautizó a Robert Firmino, su compañero de equipo, en la piscina de su casa. Su compañero de equipo Virgil van Dijk incluso ha apodado a Alisson, quien es miembro de la iglesia Hillsong de Liverpool, como «portero [arquero] santo».

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A pesar de la decepción que supuso la eliminación en cuartos de final, Tite, el entrenador brasileño saliente, le dio a su equipo muchos motivos para alegrarse. Católico devoto, Tite le concedió minutos de juego a los 26 jugadores de su lista en Catar y bailó con sus jugadores para celebrar la cascada de goles durante el 4-1 de Brasil a Corea del Sur. Durante el Mundial de 2018, asistió a misa en Rusia y se le vio con un rosario durante el entrenamiento en Catar.

En su cuenta de Twitter, @septimusajprime publicó: «Brasil tiene al entrenador haciendo celebraciones de baile».

Quizás el equipo más devoto ha sido Ecuador. Un día antes de que comenzara el torneo, el centrocampista Carlos Gruezo compartió un video en el que se veía cómo oraban él y sus compañeros. «Hoy comienza una nueva historia y quien guía nuestros pasos es Dios», escribió en el pie de foto. «Sin ti no podemos hacer nada. Te damos toda la gloria y el honor».

Después de que Enner Valencia, compañero de Guerzo, anotara un penalti en el partido inaugural de Ecuador en el Mundial contra el país anfitrión, él y sus compañeros se reunieron de rodillas en círculo, levantando las manos para alabar a Dios.

Mientras que muchos esperaban derribar el dominio de los equipos europeos en los últimos Mundiales, el seleccionador marroquí Walid Regragui saltó a los titulares por llevar a la primera nación árabe o africana a una semifinal. Aunque se desconoce su fe, sin duda encarnó el imperativo bíblico de honrar al padre y a la madre al invitar a las familias de sus jugadores a reunirse con ellos en Catar de forma gratuita. Una de las imágenes más conmovedoras del Mundial fue la del lateral derecho marroquí Achraf Hakimi corriendo hacia su madre en las gradas para darle un beso tras la histórica victoria de Marruecos sobre Bélgica. «Nuestro éxito no es posible sin la felicidad de nuestros padres», dijo Regrarui.

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Si bien los hinchas marroquíes se unieron a las filas de los hinchas argentinos y brasileños como algunos de los más fervientes durante este Mundial, los más queridos fueron los hinchas japoneses. Las imágenes de los japoneses limpiando los estadios y llenando bolsas de basura azules tras las sorprendentes victorias de su país sobre dos pesos pesados, Alemania y España, se hizo viral e inspiró actos similares de limpieza. Los Samurai Blues también dejaron sus vestidores impecables después de cada partido, lo que les granjeó el respeto de la FIFA.

El Mundial de Catar no habría sido posible sin los cientos de miles de trabajadores inmigrantes de países del sur de Asia que construyeron el estadio, a menudo con un costo considerable para ellos mismos. Más de 2000 trabajadores nepalíes han muerto en Catar desde 2010 mientras construían extravagantes estadios en condiciones atroces y bajo un calor tórrido. Otros sufrirán dolores crónicos durante el resto de sus vidas, mientras sus familias siguen sumidas en la deuda y la pobreza.

«Sus muertes [las de los trabajadores migrantes] fueron aceptadas y no fueron investigadas. Sus familias no han sido indemnizadas adecuadamente», escribió Philipp Lahm, el cristiano excapitán de Alemania y ganador de la Copa Mundial de 2014, sobre los motivos por los que saboteó su visita a Catar.

Entre las últimas palabras del periodista de fútbol estadounidense Grant Wahl, fallecido durante el Mundial, se encontraba una mordaz reprimenda a la apatía ante el sufrimiento ajeno.

«Simplemente no les importa», escribió, refiriéndose a la muerte de otro trabajador inmigrante ocurrida durante este campeonato en uno de los centros de entrenamiento para los equipos.

Cuando adoremos a Dios tras haber celebrado la victoria de Messi del domingo pasado, quizá podamos detenernos a reflexionar sobre si la acusación de Wahl nos aplica a nosotros también.

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J. Y. Lee es estudiante de doctorado en el Seminario de Princeton y escritor independiente que sirvió como reportero desde Brasil durante la Copa del Mundo de 2014.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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