Un nuevo estudio de Barna descubrió que el 38 por ciento de los pastores han considerado seriamente dejar el ministerio en el último año.

Yo soy uno de ese 38 por ciento.

Incluso en los mejores tiempos, el ministerio pastoral siempre se ha sentido como un llamado grande y pesado. Pero los acontecimientos de los últimos años en Estados Unidos han hecho que sea aplastante: la elección presidencial, los disturbios en torno a la injusticia racial y una pandemia mundial que ha cobrado la vida de más de 800 000 estadounidenses hasta febrero de 2022.

Nunca antes había considerado el tema de los protocolos de salud en el contexto de la iglesia. Sin embargo, hoy en día ser demasiado estricto con las pautas de salud podría dañar el bienestar de la iglesia, mientras que ser demasiado laxo podría quitarle la vida a un miembro de la congregación. Los pastores como yo tenemos que lidiar con la interminable conversación sobre los servicios en persona frente a los servicios en línea, y cómo servir a los feligreses sin dejar atrás a los inmunocomprometidos o discapacitados [enlaces en inglés].

Todo esto ha inyectado un grado paralizante de complejidad y controversia a cada situación que enfrento y a cada decisión que tomo. Y para empeorar las cosas, se siente como si todos estuvieran nerviosos, listos para alejarse ante el más mínimo indicio de que la iglesia no se alinea con sus perspectivas políticas o personales.

Normalmente, los pastores pueden depender de sus relaciones personales para navegar por una dinámica tan tensa. Pero la COVID-19 también nos ha quitado eso, obligándonos a depender de las llamadas telefónicas y las videollamadas, que no sustituyen la presencia física.

Las situaciones son complejas; las consecuencias, de peso; las críticas, implacables; y el camino a seguir, poco claro. Todo esto ha llevado a muchos pastores, incluyéndome a mí, al punto de quiebre.

Mientras contemplo la posibilidad de dejar el ministerio después de 20 años de servicio, he encontrado poco consuelo o consejo del mundo. Algunas personas dicen que debemos abstenernos de tomar decisiones precipitadas durante un momento tan tumultuoso, lo que podría ser un sabio consejo para aquellos que pueden manejar tal desapego emocional.

Otros sugieren exactamente lo contrario, diciendo que debemos llamar la atención a nuestra salida del ministerio, usándola como una oportunidad para ventilar públicamente cualquier agravio que hayamos sufrido como una forma de protesta, sin importar qué tipo de consecuencias relacionales podamos dejar atrás.

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El consejo que he recibido es muy parecido a la temporada en la que nos encontramos: fragmentado, caótico y poco claro.

Pero he encontrado algo de paz en esta palabra que se encuentra en las Escrituras: jesed.

Jesed es una palabra hebrea que se usa en todo el Antiguo Testamento, como en el Salmo 13:5, que dice: «Pero yo confío en tu gran amor (jesed)» (NVI). Jesed no tiene un análogo directo en español, pero con frecuencia se traduce como «bondad amorosa» o «amor leal». Así es como Dios ama a su pueblo, con un amor fiel y duradero que trasciende las circunstancias y las estaciones.

Pero intrínseco a la idea de jesed está la práctica del recuerdo. Después de todo, uno no puede confiar en el amor inagotable de Dios sin pensar en los tiempos pasados ​​en los que el amor de Dios no falló.

Al considerar dejar el ministerio, me he detenido a pensar en el amor fiel de Dios en mi vida. No podría contar la cantidad de veces y situaciones en las que me sentí desesperado y sin esperanza, pero Dios demostró que me vio y cuidó de mí, así como de aquellos a quienes amaba.

A través del diagnóstico de cáncer de mi esposa, la primera y la segunda vez. A través del desempleo frecuente. A través de robos, angustia y fracaso.

Al recordar todos estos momentos, obtuve un regalo precioso: perspectiva, reconocí que a pesar de lo abrumadoramente difícil que ha sido este periodo, me he encontrado con otras situaciones difíciles antes, y el amor de Dios persistió a través de todas ellas.

Esto no significa necesariamente que no deba alejarme del ministerio, sino que no debo dejar que este periodo defina toda mi vida. Es decir, puedo o no ser pastor en el futuro, pero una cosa es segura: el amor de Dios perdurará a través de todo.

Los cristianos tienen un profundo cariño por estudiar las palabras que se usan en las Escrituras para decir amor: ágape, jesed y otras. Pero nuestra comprensión de estas palabras a menudo es incompleta, ya que se enfoca en cómo Dios nos ama. Ágape es una palabra griega que describe el amor incondicional de Dios por nosotros; jesed es la bondad amorosa de Dios para con nosotros.

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Si bien esto es cierto, jesed tiene otra aplicación igualmente importante que a menudo pasamos por alto.

Por ejemplo, en el libro de Rut, donde nunca se menciona directamente a Dios, vemos usos frecuentes de la palabra jesed. Describe el cuidado que Noemí recibe de sus nueras y también la generosidad de Booz. Así es como describe Booz a Rut cuando ella comparte su afecto con él. Entonces, este amor leal e infalible no es solo algo que recibimos de Dios: jesed es también la forma en la que somos llamados a amar a los demás.

El primer aspecto de jesed me otorgó una paz más profunda; el segundo me proporcionó una dirección más clara. Sí, el cuidado amoroso de Dios por mí perdurará sin importar lo que suceda. Pero yo también debo amar a los demás de la misma manera, con un amor leal y duradero.

Esto puede ser dolorosamente difícil de hacer en nuestros puntos de quiebre. Muy a menudo, estos son los momentos en que nuestras relaciones pueden desmoronarse a medida que nos alejamos de los demás, física y emocionalmente. Y de todas las consecuencias dolorosas de tales transiciones, estas relaciones quebrantadas pueden perseguirnos por más tiempo y, a menudo, nos llevan a un lamento aún mayor.

Pero no tiene que ser así. Nuestros momentos de quiebre no tienen que resultar en relaciones quebrantadas. Podemos elegir jesed, es decir, persistir obstinadamente en amarnos unos a otros de la misma manera que Dios nos ama. Una vez más, esto no dicta necesariamente nuestras elecciones (ya sea que deje el ministerio o no). Esa decisión aún está ante mí.

Sin embargo, sin importar qué camino me sienta guiado a tomar, permaneceré comprometido con jesed: amar a los que me rodean y así cumplir el mandato de Jesús de amar a los demás de la misma manera en que Dios me ama a mí.

En esta temporada de profunda duda e incertidumbre, esta palabra me ha rescatado. Me ha liberado de estar atrapado y definido por esta única etapa de mi vida mientras trazo un camino claro hacia adelante que me permita mantener las manos limpias y un corazón puro.

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Me ha rescatado tanto del miedo como de la amargura, recordándome que pase lo que pase, Dios siempre me amará, y que pase lo que pase, siempre debo amar a los demás.

Para ser honesto, no tengo claridad acerca de lo que el futuro depara para mí o para la iglesia. Quizás me aleje del ministerio, ahora o algún día por venir. Pero ahora sé que puedo hacerlo con la esperanza de un futuro que permanece conectado a mi pasado y un corazón que permanece listo para amar.

Peter Chin es pastor en Rainier Avenue Church y autor de Blindside By God. Él, su esposa y sus cinco hijos viven en el área de Seattle.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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