El largometraje Nanti Kita Cerita tentang Hari Ini [Un día hablaremos de hoy] es una de las muchas películas indonesias de calidad que han llamado mi atención recientemente. (Advertencia: este ensayo revela detalles del final de la historia). La película cuenta una historia sencilla, pero a la vez conmovedora, de una familia conformada por padre, madre y sus tres hijos, Angkasa, Aurora y Awan. El padre se muestra sobreprotector con Awan, la más pequeña de la familia. A su vez, le exige al hijo mayor, Angkasa, que se ocupe de ella y deje de lado sus propios intereses. La segunda hija, Aurora, a veces se siente abandonada e ignorada por su padre.

La trama llega a su clímax cuando se revela que Awan tenía un hermano mellizo que falleció y se hace evidente que esta es la razón por la que el padre ha sido tan sobreprotector. Al enterarse de esto, Angkasa estalla en ira contra su padre, y la familia, que parecía tan armoniosa, se divide. La madre, que hasta el momento ha permanecido en un segundo plano, empieza a intervenir en un intento de reconciliar a su familia. El padre se esfuerza por hacer las paces consigo mismo y con su familia, y aprende a repartir su atención de forma equitativa entre sus tres hijos. Al final, todos se reconcilian.

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Vi esta película dos meses antes de que se detectaran los primeros casos de COVID-19 en Indonesia, y la volví a ver en repetidas ocasiones durante el confinamiento. La respuesta individual de cada personaje frente a la tragedia me ayudó a empatizar con la variedad de formas en que vi a la gente enfrentarse a la pandemia en todo el mundo. Además, la película me ayudó a darme cuenta de que estas reacciones podrían convertirse en historias que podríamos contar en el futuro, ya sea como anécdotas para nuestros nietos, o como lecciones de advertencia y enseñanza para nuestra comunidad.

La Biblia está llena de historias de personas que experimentaron la intervención de Dios en sus vidas, tanto de formas positivas como negativas. Si observamos nuestras propias vidas como seguidores de Dios que tratan de entender las formas en las que Él obra, encontraremos que nuestras historias son solo algunas de las muchas historias que Él nos ha dado como testimonios vivos.

Tomando inspiración de la película Un día hablaremos de hoy, aquí presento un primer borrador de lo que imagino que algún día le contaré a otros cuando la pandemia haya terminado.

«La vida es extraña. Las cosas que buscamos desaparecen... las cosas que perseguimos huyen de nosotros... las cosas que esperamos nos pasan de largo. Y en el momento en que nos cansamos y nos damos por vencidos, el universo actúa. Algunas cosas llegan como se esperaba, otras mucho mejor de lo previsto. El Creador es muy bondadoso». —Awan

En esta escena, Awan expresa sus sentimientos por un personaje llamado Kale. Awan cree erróneamente que Kale quiere algo más que una amistad porque le ha prestado atención. Sin embargo, cuando Awan confronta a Kale para conocer sus intenciones, él la rechaza.

En la vida, la mayoría de nosotros hemos experimentado la pérdida de algo que anhelábamos. Yo lo experimenté cuando perdí a mi padre. Debo confesar que antes de que él falleciera, yo no era una niña que sintiera mucho afecto por su padre. Incluso podría decirse que era el miembro más rebelde de mi familia y que le había dado la espalda. Todo lo que había hecho hasta ese momento había sido en rebelión contra él, incluyendo mi deseo de ir al seminario. Sin embargo, cuando ingresé en el seminario, Dios me permitió ver y comprender las muchas maneras en que me había equivocado. Poco después de haber hecho las paces con mi padre y restablecer nuestra relación, Dios lo llamó a casa, al cielo, a pesar de lo mucho que yo sentía que lo necesitaba.

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El fallecimiento de mi padre me produjo un profundo sentimiento de tristeza. Sin embargo, no lamento lo sucedido porque Dios fue quien propició nuestra reconciliación. Ya no hay conflictos entre mi padre y yo. Comprender esto me hizo creer aún más en la belleza del diseño de los planes de Dios, y me ayudó a superar este tiempo de pérdida con un corazón abierto y receptivo.

En diferentes ocasiones durante la pandemia, he visto a muchas personas ver frustradas sus expectativas de otras maneras: personas que contrajeron el coronavirus a pesar de haber sido muy cuidadosas, y otras que no creyeron que el virus existiera hasta que se contagiaron. Parece que cuanto más hemos intentado evitar el virus, más se ha propagado. Incluso ha mutado varias veces y dejó sin efecto las líneas de defensa que antes eran efectivas.

Es interesante que algo tan pequeño e invisible a simple vista haya demostrado ser más poderoso que cualquier persona en términos de cambiar los tiempos en que vivimos. Es a través de este virus invisible que podemos ser testigos de primera mano de la vulnerabilidad de la humanidad frente al poder omnipotente de Dios. Sobre todo lo que ha ocurrido, el Creador ha sido y sigue siendo soberano. Aunque no podamos verlo cara a cara con nuestros ojos, está obrando en nuestras vidas y actúa según su plan. Sigue siendo cierto lo que dijo C. S. Lewis en El problema del dolor: el sufrimiento es el megáfono de Dios y hace que nos demos cuenta de su importancia en nuestras vidas.

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A lo largo de 2020 y 2021 hemos experimentado un gran número de pérdidas: la muerte repentina de seres queridos y conocidos, la pérdida de empleos, la reducción de nuestros ingresos y el aburrimiento de tener que quedarse en casa, entre muchas otras cosas. Todavía no sabemos cuándo terminará esta pandemia. No tenemos claridad ni certeza.

Por otro lado, la vida está llena de un diverso abanico de posibilidades, especialmente en lo que se refiere a la religión. Los cristianos no han sido los únicos en experimentar esto. Antes de la pandemia, todas las actividades religiosas solían tener lugar dentro de las casas de adoración. En el presente, sin embargo, como resultado del confinamiento, hemos tenido que aprender a participar en la alabanza desde casa. Las reuniones en los templos dejaron de ser prioridad. El significado de casa de adoración ha cambiado. La pandemia ha modificado nuestra forma de rendir culto.

Finalmente, muchas veces sentimos como si todo lo que ocurre en la tierra fuera parte de una broma: aquello que esperamos inevitablemente resulta de manera diferente a lo que esperábamos. Pero aunque podamos hacer planes y elegir alinearlos a la voluntad de Dios o no, se nos recuerda que Dios es soberano y que debemos aceptar esta verdad —queramos o no— con plena apertura, tal como Job le respondió a su esposa: «Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos recibir también lo malo?» (Job 2:10).

Sin embargo, cuando se interpreta correctamente, una pérdida puede mostrar la inclusión y el cuidado de Dios, por mucho sufrimiento que estemos atravesando en ese momento. Esto puede adoptar diversas formas: recibir consuelo de personas inesperadas, nuevas oportunidades de negocio, ofertas de empleo de parte de viejos amigos u oportunidades de servir a otros que también sufren. El sufrimiento que conlleva una pérdida también puede contribuir a darnos un mayor aprecio por la vida y ayudarnos a vivir más honestamente; nos muestra que el tiempo es precioso, y que no podemos dar vuelta atrás.

«La tristeza a veces nos lleva a un terreno más elevado. Los puntos de una brújula no se pueden controlar, pero la dirección de un velero sí». —Kale

Kale dice esto para ofrecer consuelo a Awan.

No podemos rechazar el sufrimiento o los problemas que se nos presentan. Sin embargo, Dios nos ha dado la capacidad de superar esas dificultades. Ya sea que nuestras vidas sean miserables o estén llenas de alegría, lo que importa es la forma en que reaccionamos ante las cosas que suceden. Tal como descubrí cuando lloré la pérdida de mi padre, un acontecimiento puede ser inicialmente triste al principio, pero más tarde podemos encontrar aceptación e incluso felicidad. Dios también nos proporciona lo que necesitamos durante una situación difícil para que podamos seguir estando agradecidos incluso en medio de nuestras dificultades, tal como mi madre y yo lo experimentamos.

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Dos días antes de que mi padre falleciera, mi madre presenció el entierro de su hermana mayor. Aunque yo conocía la gran resiliencia de mi madre, sabía que estos dos terribles acontecimientos, sucedidos uno tras otro, representarían un tiempo muy difícil para ella. Sin embargo, ahora sé que Dios tenía planes para que yo la acompañara en su dolor. Como resultado de la pandemia, me fue posible continuar mis estudios en línea y estar físicamente presente para mi madre mientras toda nuestra familia estaba de luto. En medio del dolor de mi familia, fui testigo de la soberanía y la provisión de Dios.

«¿Crees que la vida es como un botón que puedes oprimir cada vez que estás triste y de repente vuelves a ser feliz?». —Aurora

Las palabras de la hija mayor nos hacen pensar en el reto de convertir instantáneamente la tristeza en felicidad. Todo lleva su tiempo: procesar una pérdida, enjugar las lágrimas, sanar las heridas e incluso empezar a sentirse feliz de nuevo.

En la historia de Job, tres de sus amigos, Elifaz, Bildad y Zofar, se sentaron con él durante siete días y siete noches (Job 2:11-13). Una vez transcurridos los siete días, cada uno de los amigos comenzó a dar consejos a Job. Aquí es donde se produjo un problema: Job dejó de sentir el consuelo de sus amigos, y sintió en cambio la tensión de la situación. El sufrimiento de Job no había terminado, sus heridas no habían sanado, su dolor no había pasado, y sus amigos ahora le estaban agregando la carga de la complejidad de su situación.

En todo el sufrimiento al que nos enfrentamos actualmente, lo más importante es el hecho de que podemos seguir agradecidos por el proceso. Dios es un amante de los procesos. Él entiende y está presente en nuestros intentos por querer procesar todo y dar sentido a nuestro sufrimiento. La impaciencia y la búsqueda de culpables solo crean nuevos problemas o empeoran los que ya tenemos.

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«Siempre hay una primera vez para todo, incluso para el fracaso». —Angkasa

En esta escena, el hermano de Awan, Angkasa, intenta consolarla después de que la despidieron de su trabajo.

El fracaso, el sufrimiento y los tiempos de dificultad forman parte de la vida. Cuando nos enfrentamos a ellos, Dios quiere que no nos demos por vencidos, sino que lo intentemos y nos levantemos de nuevo, que no nos desesperemos, sino que nos aferremos a la esperanza que tenemos. La esperanza nos hace resistentes ante el fracaso y el sufrimiento, y evita que nos enfademos. La esperanza también nos hace agradecer que todavía tenemos la oportunidad de disfrutar de la vida, aunque sea por unos minutos. Quizá en esos pocos minutos podamos despedirnos de alguien a quien queremos, decirles lo agradecidos que estamos por ellos o simplemente hacerles saber que los queremos.

Sin embargo, lo más importante es la fuente de nuestro amor: Jesucristo. Gracias a Él, podemos sentirnos seguros y seguir teniendo esperanza en medio del sufrimiento. «Pues Dios no nos destinó a sufrir el castigo, sino a recibir la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo. Él murió por nosotros para que, en la vida o en la muerte, vivamos junto con él» (1 Tesalonicenses 5:9-10).

«Y entonces, ¿cuándo te tocará a ti ser feliz?». —Lika

Lika, la novia de Angkasa, lo confronta porque le preocupa que siempre priorice a su familia sobre él.

¿Cómo responderíamos si alguien nos hiciera esta pregunta? Como cristianos, nuestra respuesta podría encontrarse en nuestra capacidad de apreciar cada cosa que llega a nuestra vidas mientras estamos vivos, por más pequeña o sencilla que sea: la familia, la amistad, los estudios, incluso la oportunidad de cometer un error y tratar de enmendarlo. He aprendido a apreciar las pequeñas cosas de la vida. Mi anhelo es que, cuando hable en el futuro de lo que he vivido, mis palabras sean: «Dios es bueno». De esta forma, podré dar testimonio de que «Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito» (Romanos 8:28).

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Vika Rahelia es una diseñadora que se inspira en su condición de «seminarista imperfecta» en el Seminario Teológico Reformado del Sur de Yakarta, Indonesia. Le gusta visualizar sus palabras a través del diseño gráfico, el arte de la caligrafía y los estampados en camisetas. Puede seguirla en Instagram en @imperfectseminarian.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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