Hace dos años, en este mismo sitio, definí el nacionalismo cristiano y advertí de sus peligros. El año pasado publiqué mi libro sobre el tema. A pesar de eso, todavía parece haber un coro persistente de voces que se quejan de que el término carece de una definición clara y es, en términos generales, bastante inútil [enlaces en inglés].

Esto se convierte en un problema real cuando intentamos evaluar la amenaza real que el nacionalismo cristiano representa en nuestro país.

Por ejemplo, en febrero, Religion News Service publicó un artículo anunciando los resultados de una encuesta reciente del Public Religion Research Institute, que encontró que casi un tercio de los estadounidenses, la mayoría de ellos evangélicos blancos, eran nacionalistas cristianos.

Al respecto, el excoordinador de fe de la administración Obama, Michael Wear, señaló en Twitter algunas fallas con la forma en que se realizó esta encuesta y las conclusiones extraídas de sus resultados.

Esto se debe, en parte, al hecho de que las preguntas de la encuesta estaban redactadas de una manera que era ambigua en el mejor de los casos, y engañosa en el peor. Resulta que algunos de los encuestados incluidos en la estadística de «un tercio» no entendieron lo que significaba el término nacionalismo cristiano.

Esa encuesta, así como la controversia en Twitter que la rodea, destaca aún más el hecho de que un tema tan serio como el nacionalismo cristiano exige una definición clara e inequívoca.

Independientemente de lo que pensemos del término nacionalismo cristiano, aquello a lo que se refiere es real, y por este solo hecho se necesita una etiqueta. Lo que estoy tratando de etiquetar con este término es simple y es lo siguiente: aquellos estadounidenses que creen que Estados Unidos es una «nación cristiana» y que el gobierno debería mantenerlo así.

Por supuesto, eso deja mucho que desempacar, por lo que vale la pena dedicar algún tiempo para tratar de hacerlo más específico. ¿Cómo es exactamente el nacionalismo cristiano (o como quieras llamarlo) en la práctica? ¿Cómo sabemos la diferencia entre el (mal) nacionalismo cristiano y la (buena) participación política cristiana?

El nacionalismo cristiano se parece al 45 por ciento de los estadounidenses que creen que Estados Unidos debería ser una nación cristiana y al 44 por ciento que creen que «Dios le ha otorgado a Estados Unidos un papel especial en la historia de la humanidad». El nacionalismo cristiano se parece al 35 por ciento de los estadounidenses que creen que un ciudadano debe ser cristiano para ser «verdaderamente estadounidense».

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El nacionalismo cristiano se parece a citar el Salmo 33:12 («Dichosa la nación cuyo Dios es el SEÑOR») o 2 Crónicas 7:14 («si mi pueblo, que lleva mi nombre...») en referencia a los Estados Unidos, lo que implicaría que Estados Unidos es la nación cuyo Dios es el Señor y que somos el pueblo de Dios llamado por su nombre, una práctica común en los círculos evangélicos blancos.

El nacionalismo cristiano se parece a la Biblia del Patriota Americano, que «muestra cómo la historia de los Estados Unidos conecta a las personas y los eventos de la Biblia con nuestras vidas en un mundo moderno. La historia de los Estados Unidos está maravillosamente entretejida en las enseñanzas de la Biblia». El nacionalismo cristiano se parece a poner la bandera estadounidense en exhibición en el centro de su iglesia local.

Tales imágenes del nacionalismo cristiano muestran un movimiento ampliamente popular, dominante y pacífico que es equivocado, tonto y sospechoso tanto teológica como constitucionalmente. Pero también muestran que los evangélicos estadounidenses necesitan una mejor comprensión de la teología política y la educación cívica estadounidense.

Sin embargo, es importante añadir que el nacionalismo cristiano también puede aparecer en formas más siniestras. Por ejemplo, el nacionalismo cristiano se parece a un xenófobo candidato al Senado de los Estados Unidos que tuiteó su oposición a dar la bienvenida a los refugiados afganos porque, argumentó, ponen en peligro nuestra «forma de vida judeocristiana».

El nacionalismo cristiano se parece al ReAwaken America Tour, en el que miles de cristianos llenaron iglesias para mítines políticos para animar las teorías de conspiración sobre las elecciones de 2020 o sobre la pandemia de COVID-19.

Y el nacionalismo cristiano se parece a invocar el nombre de Jesús y ofrecer una oración a Dios el 6 de enero de 2021, agradeciéndole por la oportunidad de asaltar el Capitolio de los Estados Unidos para mostrar «que esta es nuestra nación», por «llenar esta cámara con patriotas... que aman a Cristo» para que «Estados Unidos [pueda] renacer».

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El nacionalismo cristiano es una actitud, una postura hacia Estados Unidos y el mundo, una forma de situarnos a nosotros mismos y a nuestra nación en un marco moral y teológico. En este marco, el cristianismo y Estados Unidos van de la mano: han ido juntos desde la fundación de nuestro país, y deben continuar sincronizados mientras los fieles cristianos estadounidenses puedan hacer que suceda.

El nacionalismo cristiano es una presunción de que los cristianos son los primeros ciudadanos, arquitectos y guardianes de Estados Unidos, y que tenemos el derecho de definir la cultura y la identidad de la nación. Es un sentido de propiedad, un sentimiento posesivo: los cristianos inventaron los Estados Unidos de América y, por lo tanto, tienen derecho a permanecer en la cima.

El nacionalismo cristiano puede ser extrañamente difícil de traducir en posiciones políticas específicas. Se centra mucho más en exigir el reconocimiento simbólico del cristianismo. «La vida pública debe estar arraigada en el cristianismo y su visión moral», dice el sitio web del Conservadurismo Nacional, «que debe ser honrado por el estado y otras instituciones, tanto públicas como privadas».

Las políticas impulsadas por objetivos nacionalistas cristianos se centran en cosas como traer de vuelta la oración dirigida por maestros y el estudio bíblico en las escuelas públicas, restringir la inmigración solo a personas que comparten nuestros valores, o bien, ordenar la enseñanza de la historia estadounidense como nación cristiana. Podría incluso incluir un intento de revisar la Constitución de los Estados Unidos para reconocer el cristianismo, como propuso un grupo de ministros en 1863.

El nacionalismo cristiano también aboga por una legislación moral mucho más fuerte y robusta —que podría ser buena por sí misma, pero no si apela a un estándar de moralidad sectario o discriminatorio—. Los nacionalistas cristianos tienden a sobreestimar la popularidad de su visión de la moralidad y la competencia del Estado para hacerla cumplir y a subestimar el peligro de efectos contraproducentes (como sucedió con la Prohibición).

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Dicho esto, ninguno de los peligros del nacionalismo cristiano excluye el patriotismo, la participación cristiana en la política o el trabajo por la justicia en el ámbito público. Ser provida o prolibertad religiosa no es nacionalismo cristiano. Estar agradecido por Estados Unidos, honrar a los padres fundadores, reconocer las bendiciones de la Constitución de los Estados Unidos (tal como fue enmendada) y la Declaración de Independencia, y reconocer la influencia positiva de los principios cristianos en la vida estadounidense son cosas buenas.

En el medio, hay un área gris de la «religión civil» de Estados Unidos, las tradiciones y la pompa de nuestra vida cívica que a menudo toman prestado un lenguaje y simbolismo genéricamente religiosos. Los líderes políticos a menudo invocan a Dios en sus discursos, las ocasiones ceremoniales comienzan con oraciones, es fácil encontrar cruces en terrenos públicos en todo Estados Unidos y muchas iglesias celebran las fiestas estadounidenses, como el 4 de Julio y el Día de los Caídos [Memorial Day].

Tiendo a pensar que tales casos pueden, en principio, ser inofensivos, pero tienen el potencial de volverse dañinos. Mucho depende de los detalles y de las actitudes del corazón de aquellos que lideran el camino. ¿Está la oración pública realmente destinada a honrar a Dios o a trolear a los progresistas seculares? ¿Son las cruces en terrenos públicos un reflejo verdadero e inclusivo de la historia estadounidense que también puede incluir otros símbolos religiosos, o pretenden ser símbolos excluyentes de la supremacía cristiana?

La diferencia más importante entre el mal nacionalismo cristiano y la buena defensa política cristiana está en la postura de nuestro corazón. ¿Estamos buscando promover los principios o el poder cristianos? ¿Estamos buscando justicia igualitaria para todos o privilegios para nuestra tribu? ¿Estamos buscando amar a nuestro prójimo con nuestro testimonio político o mostrarle a nuestro prójimo quién es el jefe?

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Los cristianos están llamados a buscar el bienestar de la ciudad en la que estamos actualmente exiliados (Jeremías 29:7). En una nación en la que tenemos el privilegio de la ciudadanía democrática, buscar el bienestar de nuestra ciudad significa amar a nuestro prójimo votando por la justicia y la rectitud. No significa asegurar el predominio de nuestra tribu o asegurar que la nación haga de nuestra cultura el centro de su identidad.

Paul D. Miller es profesor de Asuntos Internacionales en la Universidad de Georgetown, investigador de la Comisión de Ética y Libertad Religiosa y veterano de la guerra en Afganistán. Su libro más reciente es The Religion of American Greatness: What's Wrong with Christian Nationalism.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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