Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional del Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Cuando le dije “lo prometo” a mi esposo, yo estaba consciente de los nuevos títulos de esposa, nuera, y cuñada; pero nadie me advirtió que llevaría el nuevo título de “hermana” en la iglesia. Crecí con la norma cultural de dirigirme a las mujeres mayores de la iglesia por “hermana.” Antes de que levanten sus cejas, permítanme establecer que “mayor” no significa anciana en edad, sino con más experiencia o madurez en la fe. Las “hermanas” eran las que estaban encargadas de los estudios bíblicos de mujeres, retiros de fines de semana, y en hacer comidas para los enfermos. Yo no esperaba que al casarme calificaría como “hermana.” Aunque el que me llamaran "hermana" era algo nuevo para mí, servir en el ministerio de las mujeres no lo era. Estoy agradecida por las mujeres en mi vida que entendieron el modelo de discipulado en Tito 2 y me invitaron a formar parte del liderazgo en el ministerio de mujeres cuando todavía era soltera. Incluso en aquel entonces, este fue un cambio cultural para mí, ya que creía que el ministerio de las mujeres era para las "hermanas".

No hay una forma exacta de cómo se recibe este título; sin embargo, parece existir una clasificación cultural de una mujer madura cuando uno llega a ser esposa. Una niña se gradúa del ministerio de niños al ministerio de jóvenes basado en su nivel escolar. Sin embargo, cuando una mujer joven se recibe de la escuela preparatoria, muchas veces se le sigue considerando parte del grupo de “jóvenes” hasta que se casa. Algunas iglesias hispanas tienen ministerios para adultos jóvenes, pero este ministerio muchas veces se combina con el ministerio de jóvenes. Esta perspectiva cultural envía el mensaje de que el ministerio de las mujeres es para las casadas o las que son madres. Los desafíos surgen cuando las mujeres jóvenes no tienen un lugar en la mesa del ministerio de las mujeres. Frecuentemente vemos que las mujeres jóvenes dejan la iglesia hispana en busca de una iglesia con un ministerio universitario y profesional, o abandonan la iglesia por completo. Las oportunidades limitadas para ministrar a las mujeres jóvenes contribuyen a la brecha generacional en las iglesias hispanas. Las mujeres jóvenes, casadas o solteras, necesitan un lugar en la mesa junto a las mujeres mayores. Cuando esto sucede, compartimos el gozo del salmista David: “¡Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos convivan en armonía!” (Salmo 133:1). Fui testigo de tres cambios importantes que transformaron mi perspectiva sobre cómo las mujeres hispanas se involucran juntas en el ministerio de las mujeres.

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1. Invitar a las mujeres jóvenes al equipo de liderazgo

Una iglesia que ministra a las mujeres de todas las edades debe incluir a mujeres jóvenes y mayores en el liderazgo. Cuando se acercaron a mí por primera para servir en el liderazgo del ministerio de mujeres, dudé en aceptar porque sentí que todavía no era mi lugar. Aunque crecí en la iglesia y dirigí la Escuela Dominical de los adultos jóvenes, pensé que serviría en el ministerio de las mujeres más adelante en la vida. Lo que las otras mujeres en el liderazgo vieron fue la necesidad de que las mujeres jóvenes participaran en el ministerio. Ellas querían enseñar y aconsejar a las mujeres jóvenes (Tito 2:4).

Cuando existe este tipo de liderazgo en la iglesia, las que lideran a las jovencitas no deben dirigirse exclusivamente a las mujeres jóvenes, ni las que lideran a las mujeres mayores deben dirigirse exclusivamente a las mujeres mayores. El propósito y objetivo final es la unidad entre todas las mujeres en la iglesia. La representación más joven no tan sólo trae una perspectiva generacional diferente a la mesa, sino que también provee una oportunidad para enseñar a las mujeres jóvenes las cualidades de la sana doctrina.

2. Afirmar los dones de las mujeres jóvenes

Pablo entendió las dificultades que su hijo en la fe, Timoteo, encontraría debido a su juventud espiritual. Sin embargo, Pablo aun así animó a Timoteo a usar sus dones y a no permitir “que nadie te menosprecie por ser joven” (1 Timoteo 4:12). Como hombre mayor en la fe, Pablo afirmó los dones de Timoteo, un hombre más joven en la fe. Así mismo, cuando Pablo escribe a Tito con respecto al ministerio en Creta, habla de la relación de enseñanza que debe existir entre las mujeres mayores y aquellas que son más jóvenes en la fe (Tito 2:3-4).

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Es posible que las mujeres jóvenes necesiten ayuda en cómo usar sus dones espirituales. Las mujeres mayores en la fe tienen la oportunidad de acercarse a las mujeres jóvenes y mostrarles cómo usar sus dones. Tanto mi madre como la esposa del pastor vieron el don de liderazgo en mí. Estas dos mujeres estaban a mi lado para hacer la tarea de discipulado y enseñarme cómo usar ese don para la gloria de Dios. Las mujeres jóvenes que nos rodean necesitan escuchar la afirmación de sus dones espirituales y tener oportunidades para que los practiquen.

3. Cultivar la comunidad entre todas las mujeres

Cuando María, por conducto del ángel Gabriel, se enteró de su embarazo, fue de prisa a Elisabet y se quedó con ella unos tres meses (Lucas 1:39, 56). ¿Por qué esta mujer joven tenía urgencia en ir a una mujer que era avanzada en años? Porque María sabía las palabras de bendición y enseñanza que recibiría de Elisabet. Este es el tipo de comunidad que necesitamos en nuestras iglesias. Necesitamos mujeres mayores con buena voluntad y capacidad para enseñar a las mujeres jóvenes. También necesitamos mujeres jóvenes con una disposición para aprender. Esta relación de maestro-estudiante provee gran edificación y unidad en la iglesia.

Mi oración es que el modelo de discipulado que se encuentra en Tito 2 opere hoy en nuestras iglesias hispanas. Agradezco a las "hermanas" que me invitaron por primera vez al liderazgo del ministerio de las mujeres, afirmaron mi don de liderazgo, y cultivaron un sentido de comunidad en mí. Qué gozo sería ver a más mujeres jóvenes experimentar este tipo de discipulado para que todos continuemos en la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo (Efesios 4:12).

Irene Gallegos es la directora del ministerio de mujeres en la Iglesia Bautista Getsemaní en Fort Worth, TX.

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