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¿Cuál es la idea genial?

Cultivar ideas y pensar profundamente pueden ser actos espirituales de amor.
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Te reto a intentar lo siguiente: cierra tus ojos, y en los próximos 30 segundos no pienses en ningún elefante rosa. Recuerda, no debes pensar en ningún elefante rosa.

En sus marcas, listos, fuera.

¿Qué tanto duraste? ¿Qué te dice esto acerca de la forma en la que nuestra mente funciona?

Algunas de las influencias más poderosas de nuestra vida no son visibles, son en ocasiones pequeñas e hipotéticas. Ideas. Llenan nuestra mente y motivan nuestras acciones. Dan forma a nuestra manera de ver la realidad y—lo que es igual de importante—a las nuevas realidades posibles.

Las ideas están también en el núcleo de la influencia espiritual. Son realidades poderosas que se mueven de forma invisible entre una persona y otra. Estas cambian y se desarrollan. Es casi como si tuvieran vida propia. Quien es líder debería preguntarse siempre "¿Cuáles son las mejores ideas que puedo pasar a otros? ¿Existe alguna idea genial con la que Dios me ha influenciado y que debe ser la idea genial que pase a otros?

Sembrando la idea seminal

Cuando recordamos a los grandes líderes del pasado, vienen a nuestra memoria sus logros, pero de la misma forma recordamos una idea genial que tuvieron -idea seminal- que domino sus vidas y los llevo a lograr grandes cosas. Una idea seminal (de la palabra semilla en latin) es algo que es tan convincente que logra tener una fuerte influencia en otros. La idea seminal germina y crece, y después lleva fruto. Da vida. La idea seminal esparce su propia semilla en lugares ocultos. Se infiltra. Incluso se puede sublevar. Tiene el potencial de prevalecer.

La idea seminal de Martin Luther King Jr. fue que a todas las personas se les merece el mismo respeto, porque a todos les ha sido dada por Dios la misma dignidad. Abraham Lincoln vivió convencido por la idea seminal de que la unión de los estados no debía quebrantarse. Winston Churchill abogó por la idea seminal de que la tiranía no debía de ser tolerada bajo ninguna circunstancia.

Agustín de Hipona fue un obispo y teólogo del siglo cuarto que fue después conocido como el "doctor de la gracia" porque se afirmó en contra de la justificación por obras, doctrina que estaba apoderándose de muchas de las iglesias de su tiempo. Agustín no pensó en sí mismo como el creador de esa idea, sino como alguien que pasó a otros un principio fundamental del evangelio del Nuevo Testamento. Once siglos más tarde, Martin Lutero dio voz a la misma idea seminal, poniendo el énfasis en el regalo gratuito de una relación justa con Dios a través de Cristo.

En tiempos más cercanos, Billy Graham predicó a millones de personas, depositando la misma idea seminal: el amor reconciliador de Dios en Cristo está disponible para todos. John Stott viajo alrededor del mundo plantando la idea seminal de que es la fiel enseñanza bíblica la que preserva una fe Cristiana ortodoxa. Robert Pierce fundó una organización humanitaria llamada Visión Mundial (World Vision) basado en la idea seminal de que la fe Cristiana requiere una respuesta práctica a los sufrimientos físicos de las personas que habitamos la tierra.

¿Ha colocado Dios una convicción central, una idea seminal en ti que deba ser la base y la fuerza de tu influencia en la vida de otros? Algunos líderes conocen cuál es su idea seminal. Otros están buscándola. Por supuesto, Dios puede dar a cualquier persona más de una idea genial o un ideal. Pero para fines prácticos, los líderes deben descubrir cómo enfocarse en lo que deben de hacer. Y si hay en ti una idea convincente—una pasión que enciende, un dolor, una convicción que direcciona, una imagen de un mundo mejor que no puedes sacar de tu cabeza—entonces quizás esa sea la idea seminal a la que Dios te ha llamado a perseguir.

Creando espacio para el crecimiento de las ideas

Así llegamos a las preguntas ¿cómo lograr avanzar en aumentar la capacidad de meditar en las ideas de nuestro liderazgo, sin importar cuál sea nuestro entorno? Y ¿cómo promovemos la integridad intelectual y el crecimiento entre las personas con las que colaboramos? ¿Cómo descubrimos y apoyamos la mejor idea seminal posible? Las respuestas no dependen de tener un alto coeficiente intelectual, sino de saber elegir y de tener disciplina.

1. Tómate el tiempo para pensar las cosas.

Dale un ritmo adecuado al proceso de toma de decisión. Nadie quisiera llegar a viejo y decirse a sí mismo ¿en que estaba pensando?—y no tener una buena respuesta. En ocasiones debemos desacelerar las cosas. Toma un tiempo apropiado para dialogar, deliberar, investigar, buscar precedentes en lo que otros líderes han hecho, estudiar la Escritura, y orar. Necesitamos ser decisivos, pero también debemos de ser deliberativos.

2. Lee regularmente. Lee ampliamente. Y lee otra vez.

Hay un universo de ideas disponibles para nosotros, y hay dos métodos distintos para llegar a esas ideas. Un método es ir a buscar una solución cuando tienes un problema. Por ejemplo, el líder que busca un libro para resolver conflictos en el trabajo cuando un colapso parece inminente. Pero un mejor enfoque es cuando de manera continua almacenamos ideas a través de exponernos al conocimiento y las ideas que nos brinda la disciplina de una lectura regular y de contenido de calidad. Es como invertir en ladrillos y cemento para proyectos que aún no hemos concebido.

En una ocasión, un hombre abrió una carta que recibió de uno de los más grandes líderes que había en su tiempo, John Wesley. ¿Que tenía que decirle a él el líder de los metodistas? El hombre—quien era un pastor—debe haberse conmocionado al ser confrontado por Wesley por tener un ministerio superficial basado en una manera de pensar superficial.

No recuerdo haber conocido antes un predicador que leyera tan poco. Y quizás, al descuidar la lectura, le ha perdido el sabor. Por eso su talento para la predicación no aumenta. Sigue siendo igual que hace siete años. Es animada, pero no profunda; hay poca variedad; no hay brújula para su pensamiento. Solo la lectura puede suplir esto, con meditación y oración diaria….¡Oh empiece! Determine que una parte de su día sea para el ejercicio privado de estas disciplinas. Puede ser que adquiera el sabor que no tiene: lo que es tedioso al comenzar, se convertirá después en algo placentero… Haga justicia a su alma; dele el tiempo y los medios para crecer. No se sujete más a estar hambriento."

Si no tiene un hambre natural por aprender, empiece con algo pequeño. Fije el patrón de leer 15 minutos al día, y gradualmente vaya aumentando el tiempo. Quizas pueda tratar de escuchar libros en audio, lo que le permite hacer más de una cosa y puede agarrar un ritmo que le permita tomarse su tiempo para pensar sobre lo que esta aprendiendo.

3. Expande tu aprendizaje.

Debemos asegurarnos de que no estamos viviendo en una isla de la lectura. Todos tenemos nuestros géneros literarios y autores favoritos. Pero pensar de forma profunda, va de la mano con pensar de forma expandida. Por ejemplo, todos los líderes nos beneficiamos de las lecciones de la historia. Aquellas obras cuyo contenido y validez ha pasado la prueba del tiempo, suelen ser más útiles que el último libro de moda. Somos tentados continuamente por las promesas de una nueva solución secreta. En un campo técnico puede ser necesario estar en la punta de lanza de las más recientes innovaciones, pero en el liderazgo espiritual necesitamos encontrar y asimilar los principios y prácticas que han sido desarrolladas por personas asombrosas, inteligentes, sabias y dedicadas—sin importar si se trata de una obra de este año, de hace una década o de varios siglos atrás.

4. Ten un diálogo con tus colegas.

Hoy le llamamos trabajar en redes—es un gran concepto que enfatiza el estar conectado y relacionado con otros. Las grandes ideas que descubramos serán incrementadas y mejoradas muchas veces si las compartimos con otros. Es a través del dialogo que llegamos a comprender todas las facetas que una verdadera idea genial tiene, y las ideas menores se encuentran una a otra y emergen con poderosa fuerza.

Hay otra motivación para desarrollar ideas y pensar de forma profunda. A fin de cuentas, el pensar es un acto de amor. Debemos darles la suficiente importancia a las personas que servimos, para entonces hacer el trabajo de investigar, examinar, comparar, contemplar, dialogar y probar los mejores pensamientos que fluyen diariamente en nosotros como un río. Pensar también es un acto de amor hacia Dios: "Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente" (Mateo 22:37).

Cuando pensamos profundamente acerca de nuestros valores y decisiones en el liderazgo, honramos y amamos a Dios, y eso puede ser el testimonio más importante que las personas vean en nosotros.

Extraído del libro "Spiritual Influence: The Hidden Power Behind Leadership" (Zondervan, 2012).

Mel Lawrenz es uno de los ministros de la iglesia Elmbrook en Brookfield, Wisconsin, donde sirvió como pastor principal por 10 años.

[ This article is also available in English. See all of our Spanish (español) coverage. ]

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