Muchos de nosotros hemos creído que las congregaciones multirraciales son la solución para el racismo blanco. Pero, como lo demuestra [enlace en inglés] la investigación sociológica de Korie Little Edwards, incluso cuando las iglesias reúnen a congregantes racialmente diversos, el modo en que se reúnen a menudo refuerza la preferencia social por la cultura blanca y cierta deferencia hacia las estructuras de poder blancas. En tales casos, las iglesias resuelven el problema de la segregación de los domingos por la mañana, sin resolver el problema de un cristianismo racialmente opresivo.

Las Escrituras señalan una situación similar en Primera de Corintios. El apóstol Pablo escribe a una iglesia multirracial y con diferentes clases sociales, formada por judíos y gentiles, esclavos y libres (12:13). Esta congregación era mucho más diversa que la típica iglesia norteamericana de hoy a la que, según Edwards, le falta tener siquiera un solo miembro de cualquier otro grupo étnico.

No obstante, Pablo les dice a los corintios que sus reuniones no son «para buscar lo mejor, sino para lo peor» (11:17-22, RVC). ¿La razón? El modo en que se reunían para la Cena del Señor reforzaba las divisiones socioeconómicas que había entre ellos. Algunos tenían mucho para comer. Otros no tenían nada.

Para comprender la crítica de Pablo, tenemos que entender primero la manera en que funcionaban las comidas en la sociedad corintia. Corinto tenía una jerarquía bien definida: una muy clara estratificación social y económica. El nivel al que pertenecías dependía de si tenías capital suficiente como para ser considerado «sabio», «poderoso» y «noble» (1:26).

Esta jerarquía social podía ser cuestión de vida o muerte. Ganarse una de estas etiquetas significaba que tendrías más posibilidades de obtener las oportunidades económicas y las redes sociales de las cuales tal vez dependería tu supervivencia.

En Corinto, las comidas comunitarias ofrecían [enlace en inglés] a los individuos una oportunidad de reclamar su lugar en la estratificación de clases, o incluso de subir un peldaño. En Corinto, al igual que sucede hoy en día en las cafeterías de las escuelas, el lugar en donde te sentabas durante el almuerzo decía mucho de dónde te encontrabas situado en la jerarquía social. Traer más o mejor comida, o exigir un asiento más honorable, por ejemplo, eran estrategias para intentar subir en la escalera de clases.

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Eso era lo común en Corinto, pero Pablo declara que tal conducta no tiene lugar en la iglesia. Debido al modo en que esta congregación multiétnica y con diferentes clases sociales humillaba a los que no tenían, no podían llamar «Cena del Señor» a lo que hacían. Estaban actuando más como corintios que como cristianos.

Al imitar las jerarquías opresivas de Corinto en sus reuniones, la comunidad de creyentes de la ciudad «menospreciaba a la iglesia» y pecaba contra el cuerpo y la sangre del Señor mismo (11:22, 27).

Tal vez nos sorprenda la intensidad de Pablo en Primera de Corintios 11:17-34, pero hacen perfecto sentido una vez que analizamos lo que había dicho anteriormente en la epístola. Consideren, hermanos, su llamamiento. Pablo le dice a la iglesia:

No muchos de ustedes son sabios, según los criterios humanos, ni son muchos los poderosos, ni muchos los nobles; sino que Dios eligió lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo, para avergonzar a lo fuerte (…) a fin de que nadie pueda jactarse en su presencia. (1:26-27,29)

Al principio, Pablo les dice a sus oyentes que el modo en que Cristo dispuso su iglesia echa por tierra la estratificación social de Corinto que honraba a los sabios, los poderosos y los nacidos en noble cuna. ¿Cómo respondió la iglesia corintia? Incorporando prácticas que marcaban diferencias de clase social dentro de sus reuniones.

La solución de Pablo no es disolver esta iglesia multirracial e integrada por diferentes clases sociales, ni tampoco reducir el papel que jugaban las comidas en la vida de la iglesia. Más bien, él llama a la iglesia a darse la bienvenida los unos a los otros cuando se reunieran a comer (11:33). Puede que esto se pierda fácilmente, debido a que la mayoría de las versiones traducen el mandamiento del versículo 33 como «esperarse los unos a los otros». Pero, en el contexto de la hospitalidad, el verbo griego traducido como esperar puede referirse a dar la bienvenida a alguien, parecido al modo en que podríamos decir en hostelería que alguien «espera» a las personas a las que va a servir. ¿Cómo se pondría en práctica eso de «darse la bienvenida unos a otros» en la iglesia corintia?

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Pablo nos da una clave en lo que dice a continuación. En Primera de Corintios 12:12-13 les recuerda que, aunque étnica y económicamente son una congregación diversa, cada individuo es un miembro del cuerpo único de Cristo. Los diferentes miembros usan sus dones distintivos para el bien del conjunto. Este es un mensaje con el que siguen comprometidas las iglesias multirraciales contemporáneas.

No estoy seguro, sin embargo, de que nos guste tanto lo que dice a continuación: «Pero Dios ordenó el cuerpo de tal manera, que dio mayor honor al que le faltaba, para que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocupen los unos por los otros» (12:24-25).

Dios mismo ha estructurado la iglesia de tal modo que da mayor honor e importancia dentro de la congregación a los miembros a los que les falta honor fuera de ella. Dios sí que presta atención al lugar donde se encuentran las personas en la jerarquía social, pero solo con la intención de privilegiar a los que están abajo.

Debido a esto, Pablo llama a la iglesia a que nos demos la bienvenida los unos a los otros de tal modo que pongamos en práctica este modelo contracultural. Al abstenerse de privilegiar a los poderosos socialmente y, por el contrario, intencionadamente conceder un honor especial a los que carecían de derechos sociales, los corintios se reunirían para lo mejor, en vez de para lo peor.

La preservación de las jerarquías sociales de los corintios durante la Cena del Señor se asemeja al modo en que las iglesias multirraciales priorizan las preferencias de la gente blanca y convierten en norma sus estilos de alabanza, su forma de involucrarse en la comunidad y el «maquillaje racial» de sus líderes. Sin embargo, si los problemas son similares [a los de Corinto], tal vez las soluciones también lo sean.

Las congregaciones multirraciales pueden aprender del modo en que las iglesias históricamente negras, por ejemplo, han desmantelado las jerarquías sociales en sus reuniones. Cada iglesia, sin importar su maquillaje étnico, debe «examinarse» y «discernir» las formas en que la congregación privilegia la cultura blanca y trata a ciertos hermanos y hermanas como si no fueran miembros plenos del cuerpo de Cristo (1 de Corintios 11:28-29).

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Las congregaciones multiétnicas que siguen las instrucciones de Pablo tienen una oportunidad única para servir como modelo para el resto de nosotros acerca de cómo reorganizar nuestra vida en comunidad. Entonces todos podremos abrazar las instrucciones de Pablo de «darnos la bienvenida los unos a los otros» al darles un honor especial dentro de nuestras iglesias a los que posiblemente se sienten marginados en la sociedad. Ojalá lo hagamos con valor y alegría.

Michael J. Rhodes es profesor de Antiguo Testamento en el Carey Baptist College y pastor asistente en la Iglesia Downtown, una iglesia multiétnica en Memphis, TN. Este artículo está adaptado de un artículo publicado en la revista Studies in Christian Ethics 33.4 (2020): «Arranging the Chairs in the Beloved Community».

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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