Es difícil creer y esperar cuando todo lo que tocas está frío. He estado orando sobre una situación en particular durante más de tres años. Hace poco llegué al punto donde siento que necesito ver algo de movimiento. Pero todo sigue frío.

El movimiento produce calor. Intenta trotar en el mismo lugar por unos minutos y comenzarás a sentir que tu temperatura se eleva. Tu corazón comienza a latir más fuerte. Tu cuerpo se activa. Pero, ¿cómo puedes orar cuando tus manos se enfrían? ¿Cómo puede uno aferrarse a la esperanza cuando todo lo que nos rodea se detiene?

No sé en qué aspecto de tu vida necesitas ver movimiento o qué es lo que produce ansiedad en tu corazón. No sé si te despiertas a media noche porque tu cuerpo está procesando aquello que no tuvo tiempo de afrontar durante el día. No sé si has estado esperando por tres años o diez. Pero te diré lo que me he estado repitiendo a mí misma: entrégate a la realidad de la Pascua.

A lo largo del ministerio de Jesús, los discípulos presenciaron mucho movimiento: los ciegos veían, los cojos andaban, los enfermos eran sanados. Las enseñanzas de Jesús atraían a multitudes y producían conversiones. Pasaron tantas cosas en ellos y alrededor de ellos durante esos tres años, que seguramente sintieron el calor de ese movimiento de muchas maneras. Sin embargo, un día, todo se quedó quieto. Un Viernes Santo, todo se volvió frío.

El Viernes Santo es el día que recordamos la santidad de Cristo en su muerte, con la que abrió un camino para nuestra salvación. En ese día hay asombro aun cuando todo está quieto. Dios obra incluso cuando el corazón no late. Dios puede moverse aun cuando todo alrededor parece estar quieto y sin vida.

Hoy en día, el Viernes Santo es un símbolo de esperanza para todo el mundo. Pero una vez fue el día en que los discípulos no sabían que habría resurrección. A veces nos olvidamos de eso: nos olvidamos de que cuando ellos vieron a Jesús clavado en la cruz, lo hicieron sin entender el propósito del Calvario.

En 1 Pedro 1:24-25 leemos: «“… todo mortal es como la hierba y toda su gloria como la flor del campo. La hierba se seca y la flor se cae, pero la palabra del Señor permanece para siempre”. Y este es el mensaje de las buenas noticias que se les ha anunciado a ustedes». Si todo lo que puedes ver hoy es hierba seca, pregúntate si acaso debes sentarte y esperar, como lo hicieron los discípulos. ¿Qué pasaría si hoy fijaras tu mirada en la aflicción del Cordero? ¿Qué pasaría si hoy nos entregáramos al silencio del sábado? ¿Qué pasaría si hoy no nos apresuráramos a saltar a la alegría de pensar que los seguidores de Dios no tenían idea de lo que sucedería en la mañana del domingo? ¿Qué pasaría si hoy nos entregáramos a la aflicción santa del Viernes?

Sin muerte, no hay resurrección. Sin la noche del Viernes, no hay mañana del Domingo. Sin Aquel que redimió, no hay redención. Confiemos en los planes del cielo.

Quizás, al igual que yo, también estás mirando cómo caen los granos de arena a través del cristal del reloj, y ciertamente no es alentador observar cómo se esparcen mientras siguen cayendo. Entrega tus emociones a la verdad de la Pascua. Deja que el Viernes Santo sea Viernes Santo. Que la muerte se sienta como muerte, y que el aire sea incómodamente frío.

Ya nos encontraremos el domingo por la mañana.

La Dra. Heather Thompson Day es una conferencista interdenominacional, autora de éxitos de ventas de la Asociación de Editoriales Cristianas Evangélicas (ECPA, por sus siglas en inglés), y presentadora de Viral Jesus, un pódcast de Christianity Today.

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