El crecimiento mundial del cristianismo ha dado lugar al florecimiento de perspectivas teológicas. Sin embargo, muchos teólogos occidentales están poco familiarizados con los teólogos que trabajan en contextos no occidentales. Stephen T. Pardue, profesor de Asia Graduate School of Theology, aborda este problema en su nuevo libro Why Evangelical Theology Needs the Global Church. J. Nelson Jennings, editor de la revista Global Missiology, habló con Pardue sobre las bendiciones de colaborar con teólogos del mundo mayoritario.

Usted creció en Estados Unidos, pero ha pasado muchos años viviendo y dando clases en Filipinas. ¿Cómo ha influido ese contexto en su forma de pensar sobre la teología y la Iglesia mundial?

Como la mayoría de las personas culturalmente híbridas, no podría desenredar los entresijos de cómo he sido formado. Un gozo al escribir el libro fue poder reflexionar sobre estas complejas realidades, que a menudo se ignoran o se sobresimplifican en los libros de teología. En mi libro, intento ir más allá de estos reduccionismos; por ejemplo, hablar de teologías «orientales» y «occidentales», como si todos los teólogos de estas categorías pensaran igual. Espero que los lectores se sientan invitados a considerar cómo la pluralidad cultural del pueblo de Dios nos ayuda a escuchar más plenamente las Buenas Nuevas.

Citando el título de su libro, ¿por qué la teología evangélica necesita a la Iglesia mundial?

Necesitamos la aportación de toda la Iglesia para prosperar. Esto significa no limitarse a celebrar la creciente diversidad de la Iglesia por vagas razones de cortesía o corrección política, sino desarrollar un marco coherente sobre cómo la cultura puede informar nuestra teología sin socavar su enfoque principal: el Dios trino revelado en las Escrituras.

Uno de mis grandes temas es que las partes «más jóvenes» de la Iglesia del mundo mayoritario constituyen un recurso teológico que no ha sido valorado lo suficiente. Al mismo tiempo, el objetivo no debería ser simplemente invertir el desequilibrio e ignorar las contribuciones de las iglesias norteamericanas o europeas.

Podemos profundizar en nuestra perspectiva teológica prestando atención a la apasionante labor que se está llevando a cabo en las iglesias del mundo mayoritario, reconociendo al mismo tiempo que necesitamos a todo el cuerpo de Cristo: al este, al oeste, al norte y al sur. Y lo que es más importante: esto incluye prestar atención no solo a todas las iglesias de hoy, sino también aprender de los cristianos de generaciones anteriores.

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Usted sostiene que la teología siempre surge dentro de un contexto cultural determinado. ¿Cómo concilia esta creencia con la profesión de fe evangélica de la naturaleza eterna e inmutable de Dios?

Los evangélicos tienen razón al asegurar que hacer teología implica escuchar la voz de Dios: algo fuera de nosotros que nos habla. El problema es que hemos utilizado esta convicción como licencia para restar importancia a la influencia de la cultura y el lenguaje en la reflexión teológica. Tendemos a dejar de lado la cultura y reservarla para el final del proceso teológico, por así decirlo. Hemos destilado varias «verdades intemporales» y ahora tenemos que expresarlas de formas culturalmente comprensibles.

Sin embargo, esta no es la estrategia de Dios para comunicarse con nosotros, ya que esta incorpora los medios, el lenguaje y las prácticas adoptadas de la antigua cultura grecorromana y del Oriente Próximo. Tenemos el mandato divino de hacer que el Evangelio se sienta como en casa en todas las culturas, y eso implica no solo traducirlo bien, sino también reconocer cómo la cultura puede ayudarnos (y potencialmente perjudicarnos) en este proceso.

En las conversaciones actuales sobre la relación entre la teología evangélica y la cultura, se oyen ecos de conversaciones anteriores sobre la teología evangélica y la tradición de la Iglesia. ¿En qué sentido siguen estas conversaciones trayectorias similares?

Hace unas décadas, la mayoría de los evangélicos no consideraban la tradición de la Iglesia como un recurso teológico. Había libros de texto que apenas hacían referencia a lo que creían los cristianos de generaciones anteriores. Pero más recientemente, los teólogos evangélicos han llegado a abrazar la tradición como un recurso crucial para abordar las cuestiones teológicas a las que nos enfrentamos hoy.

Creo que estamos al principio de algo similar con la cultura. Durante décadas, algunos evangélicos negaron que la cultura tuviera un papel formativo en el proceso teológico. Pero, cada vez más, los teólogos son conscientes de que la cultura importa. Es ineludible. Al igual que con la tradición, deberíamos ser más intencionales a la hora de implicarla [en la teología] con sabiduría.

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El libro menciona que Dios «incluso [ha estado] dispuesto a arriesgarse a la confusión y el sincretismo», habiéndose «movido primero a aceptar los riesgos de una implicación cultural profunda». ¿Qué quiere decir con esto?

Para aclarar: no creo que sean riesgos desde la perspectiva de la soberanía de Dios. Pero la labor de implicar o involucrar la fe cristiana en la cultura sí conlleva algunos procesos arriesgados.

Cualquier misionero o traductor de la Biblia se ha encontrado con esta dinámica. Te planteas preguntas como «¿Cómo describimos a Dios?». Se puede intentar introducir una palabra completamente nueva, tal vez importando algo del hebreo, del griego o del inglés americano. Pero cuando los primeros cristianos llevaban el Evangelio a nuevos lugares, no importaban [conceptos] del exterior. En lugar de eso, los tomaban del interior de esa cultura, reconociendo el riesgo de que la gente pudiera confundir la concepción cristiana de Dios con conceptos que ya existían en su cultura. Y lo hicieron porque vieron a Dios hacerlo primero en las Escrituras.

Por supuesto, queremos ser sabios a la hora de asumir riesgos. Hacemos todo lo posible por señalar hacia el Dios trino de las Escrituras y no hacia algún otro concepto o deidad. Pero estamos obligados a meternos en este complicado proceso porque Dios lo ha hecho primero.

En su opinión, ¿por qué se ha pasado relativamente por alto la doctrina de la Iglesia en los debates sobre teología y cristianismo global?

Cuando pensamos en teología contextual, la doctrina que suele venirnos a la mente es la Encarnación. Y es natural: es el ejemplo más claro de Dios, quien está fuera de la cultura y del tiempo, entrando en la realidad humana en un lugar concreto. En Jesús, Dios habla con una particularidad notable: en una lengua determinada, incluso con un acento determinado.

Sin embargo, no creo que la Encarnación sea un buen modelo para entender lo que hacen los teólogos cuando proclaman las Buenas Nuevas en una nueva cultura. La Encarnación es un acontecimiento único en el que un Dios ajeno a la cultura viene y habita en ella. Pero como teólogos, nuestro punto de partida nunca está fuera de la cultura.

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La Iglesia es esencial aquí, porque es el vehículo que Dios ha diseñado para reunir esta loca diversidad de la humanidad en un solo hogar. Especialmente en el Libro de los Hechos, vemos que este proceso en el que se mezclan diferentes culturas es en realidad el espacio divinamente ordenado a partir del cual la teología debe emerger. Y si ese es el caso, entonces la diversidad cultural de la Iglesia debe ser importante para la misión de la teología.

Me ha influido mucho el trabajo de Simon Chan, un teólogo asiático. A Chan le preocupan los esfuerzos de teología contextual que ignoran a la Iglesia. Es una tentación comprensible en el contexto asiático —donde los cristianos, en su mayoría, son una pequeña minoría—: buscar fuera de la iglesia espacios donde Dios podría estar actuando. Pero Chan argumenta que esto es una especie de callejón sin salida en cuanto a que ignora cómo los cristianos de estos lugares ya están permitiendo que su fe se familiarice profundamente con sus culturas locales. Si miramos ahí, podemos aprender a ver la iglesia como un terreno fértil para construir una teología contextual.

¿Qué es lo que más espera que los lectores obtengan de su libro?

Espero que aprecien no solo los argumentos teóricos, sino también los detalles concretos del trabajo de campo, es decir, del trabajo sobre el terreno. Espero que se centren en los estudios de caso, que esencialmente dicen: «Aquí está la recompensa; esto es lo que sucede cuando permitimos que la cultura tenga esta influencia formativa en la teología mientras mantenemos las Escrituras en el papel principal». Vengan y disfruten de lo que Dios está haciendo, y permitan que nutra a su propia Iglesia dondequiera que esta se encuentre.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Why Evangelical Theology Needs the Global Church
Why Evangelical Theology Needs the Global Church
Baker Academic
2023-08-22
208 pp., 24.99
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