Es ampliamente reconocido que los pastores están demasiado interesados en los números. Ya sea que se trate de edificios, presupuestos, bautismos o el número de asistentes, si es algo que se puede medir, los líderes de la iglesia lo contabilizan. Muchos definen su éxito en función de aquellas cifras (o al menos lo hacían hasta que la pandemia hizo que esta práctica dejara de ser tan reconfortante).

Sin embargo, no es tan sabido que los pastores no están lo suficientemente interesados en Números. En docenas de conferencias sobre liderazgo en los últimos 15 años, solo he oído referencias a dos pasajes en este libro: la bendición de Aarón (Números 6) y la audacia de Josué y Caleb (Números 14). Aparte de esto, no hay nada más.

Esto no es un problema en sí mismo. Sin embargo, el Libro de Números es una mina de oro de sabiduría pastoral, que quizás tenga más cosas que ofrecer a los líderes de la iglesia hoy en día que cualquier otro libro del Antiguo Testamento aparte de Primera y Segunda de Samuel. Para los pastores en particular, merece la pena estudiarlo detenidamente. Lo digo por tres razones.

Una es tipológica. Desde la perspectiva de los apóstoles, el periodo de Israel en el desierto es un reflejo de donde la condición actual de la iglesia (1 Corintios 10; Hebreos 3-4; Judas). Es decir, hemos sido rescatados de la esclavitud, redimidos por medio del sacrificio y pasado por el bautismo en agua, pero todavía no hemos llegado a la tierra que mana leche y miel. No solo tenemos todas las bendiciones que se encuentran en Números —la presencia, la provisión y las promesas de Dios—, sino que también nos enfrentamos a problemas similares: quejas, orgullo, idolatría, inmoralidad, oposición y muerte.

Otro beneficio es ilustrativo. Aparte de David, ningún otro líder de las Escrituras nos es presentado como Moisés, con su vida interior expuesta, sus defectos, miedos, fracasos y frustraciones y las rivalidades dentro de su familia puestos al descubierto. Si David nos muestra las luchas de la espera y las tentaciones del dinero, el sexo y el poder, Moisés nos muestra los desafíos mundanos de la vida ordinaria de la congregación: las discusiones sobre la toma de decisiones y la sucesión del liderazgo; los mejores momentos de la bendición, la victoria y la provisión milagrosa al igual que el tedio cotidiano de la resolución de conflictos, los lamentos y el pecado.

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Pero quizá el rasgo más llamativo de Números —en lo que respecta al ministerio pastoral— es la forma en que advierte acerca de los peligros opuestos en ambos extremos de lo que podríamos llamar el espectro de la confianza. A lo largo de la historia de Israel, y también de la historia de la Iglesia, el pueblo de Dios ha tendido a oscilar entre el exceso de confianza (orgullo, arrogancia, prepotencia) y la falta de confianza (incredulidad, temor, miedo). Las generaciones suelen oscilar de un extremo a otro, puesto que los jóvenes ven los defectos de sus antecesores y reaccionan de forma exagerada. Nuestra generación actualmente es testigo de este tipo de oscilación impulsada por ejemplos muy destacados de liderazgo abusivo y autoritario.

El Libro de Números pone de manifiesto ambos peligros de una manera notablemente compleja. Los estudiosos identifican siete grandes pruebas en Números. En la primera y la séptima, Israel se queja de sus desgracias (11:1-3; 21:4-9). En la segunda y la sexta, muestran falta de fe en que Dios les proporcionará alimentos (11:4-34) y agua (20:2-13). En la tercera y la quinta, desafían el liderazgo de Moisés, tanto por parte de Miriam y Aarón (12:1-16) como de Coré, Datán y Abirán (16:1-17:13). Y en la cuarta y principal prueba, Israel no logra entrar en la tierra prometida a causa de su incredulidad (13:1-14:38).

Cuando lo resumimos de esta manera, los dos peligros se pueden distinguir claramente. En la segunda, cuarta y sexta pruebas, el problema es la falta de confianza: la duda, la incredulidad, el temor y el miedo. En la tercera y la quinta, el problema es el exceso de confianza: el desafío, el orgullo, la arrogancia y el deseo de poder. La forma en que la narración va y vuelve de un extremo al otro sugiere que ambos peligros estarán presentes en Israel, y en la iglesia, en el futuro.

Esto representa una advertencia para los pastores: al momento de confrontar la incredulidad y el miedo, no se debe corregir desmesuradamente ni actuar como opresores autoritarios; al momento de responder a estos opresores autoritarios, no se debe corregir de una forma excesiva que pueda llevar al miedo o a la incredulidad. Las Escrituras, sin embargo, no tienen una postura fatalista como si estuviéramos condenados para siempre a oscilar entre dos extremos dañinos. En Lucas 4:1-13, Jesús mismo soportó las pruebas centrales que se mencionan en Números. Fue tentado a no confiar en la provisión de Dios en el desierto, a realizar milagros solo para presumir de su poder, y a tomar el poder y la autoridad antes de tiempo. Aun así, desafió al Tentador, y en su posición de líder se condujo con una fe humilde, sin miedo ni orgullo. En su gracia y por su Espíritu, nosotros también podemos hacer lo mismo.

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Andrew Wilson es pastor de enseñanza en King's Church en Londres, Inglaterra, y es autor de God of All Things. Síguelo en Twitter @AJWTheology.

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