Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Foster escribe con una convicción imposible de ignorar acerca de la vida cristiana y las profundas disciplinas espirituales que hacen la diferencia entre quienes viven con plenitud y los que simplemente existen.

Una vida edificada sobre la base inestable de la abundancia de bienes materiales, el poder económico, político, las influencias, el renombre, la fama y el glamour, tarde o temprano se desmoronará como una pirámide de naipes; en cambio, Foster alude de manera magistral en su libro Celebración a la Disciplina a un sistema de disciplinas que van forjando el carácter del ser espiritual y que le permite vivir en la perfecta ley, la de la libertad (Santiago 1:25).

El Dr. Richard J. Foster coloca a los valores en la correcta perspectiva bíblica. No es ésta una visión del cuánto tienes, cuánto vales, sino la de una mirada más elevada y trascendente. Es aquella que asume que los grandes problemas de la existencia son los morales y espirituales, y que, para enfrentarlos con éxito, se hace menester echar mano de las armas inmateriales que sólo puede proveer Dios a sus fieles mediante las profundas disciplinas del espíritu, como son la meditación, la oración, el ayuno y la lectura de la Biblia, entre otras, que Foster desarrolla durante estas páginas preciosas.

El mundo actual se complace en la superficialidad, el hombre encuentra solaz en lo temporal, la sociedad se llena de lo superfluo y vano, corre hacia lo vertiginoso y se acaba la vida por conseguir lo transitorio, brillante y poco duradero. Todas esas cosas perecederas cautivan hasta el grado de esclavizar a hombres y mujeres, sin distingos de raza, edad, ocupación, profesión, estatus o condición social. Al final, el ser humano se vuelve presa de sus propios deseos.

Richard J. Foster parte del principio paradójico de que las disciplinas espirituales son liberadoras y no esclavizantes. Ante los ojos de este autor singular se despliega un mundo que sufre de graves males y que, a su parecer, la solución no se encuentra en el talento o la inteligencia de las personas, sino en la profundidad de la vida espiritual que éstas posean.

Celebración a la Disciplina es un libro sumamente didáctico. Una de las lecciones iniciales que queda como enseñanza fundamental es aquella en la que Foster sostiene que las disciplinas no son para los gigantes espirituales, y que por lo tanto, están fuera de nuestro alcance; antes, al contrario, son para seres humanos ordinarios, como usted y como yo, que vivimos, sentimos, comemos, soñamos, nos enfermamos, sufrimos, y amamos.

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Las disciplinas espirituales forman y transforman; son el medio que Dios ha provisto para construir en cada persona la imagen por excelencia que se encuentra en el carácter de Jesús, nuestro modelo supremo de vida.

A lo largo de doce disciplinas espirituales, agrupadas en tres categorías, Foster da cuenta de un práctico y accesible paquete de herramientas que pueden marcar la diferencia entre una vida victoriosa y otra que se pierde en la incesante derrota.

El primer grupo se concentra en las disciplinas internas, esas que se distinguen por ser parte de una devoción privada del creyente con su Salvador y Señor. En el segundo bloque aborda las disciplinas extenas, aquellas que tienen que ver con el cristiano y su relación con los demás. Por último, se enfoca en las disciplinas colectivas las cuales pueden practicarse en una comunidad de fe.

Disciplinas internas: Una mirada de adentro hacia arriba

Las primeras cuatro disciplinas espirituales se cultivan en la privacidad de vidas que buscan establecer una relación sólida y consagrada con Dios. Son prácticas personales que surgen del interior del hombre, de su corazón, y se elevan cual ofrenda de olor suave hasta las inmediaciones del trono celestial.

La meditación es la disciplina que nos aproxima al corazón de Dios. Pero no se trata de esa meditación contemporánea en la que la mente queda vacía, tanto como el alma. La meditación recomendada por Foster es la que deriva de un hábito como el que tenía el varón aludido en el Salmo 1, de quien se dice: "… en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche…" (Salmo 1:2). Es una meditación que te deja lleno, no vacío, de la misma presencia de Dios; no es desprendimiento y enajenamiento, sino plenitud. Su efecto está en una visión renovada de las cosas, los problemas y los grandes retos. A decir de Thomas Merton: "la meditación no tiene objeto ni realidad a menos que esté firmemente arraigada en la vida".

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Otra segunda disciplina interna es, sin duda, la oración y, una tercera, el ayuno. Estas prácticas de actos privados van de la mano, son concurrentes, complementarios y convergentes. Si la meditación nos introduce en las profundidades de la vida espiritual, y el ayuno es un medio acompañante, la oración nos lleva a la obra más elevada del espíritu humano. Para William Carey, el Padre de las misiones modernas, la oración secreta, ferviente y de fe está en la raíz de toda santidad personal.

La cuarta y última de las disciplinas internas es el estudio. Esta virtud del espíritu es verdaderamente liberadora en tanto nos acerca al conocimiento y a la verdad escrita. Ya Jesús lo decía: "Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:32). Al estudiar la Escritura Sagrada, la mente humana se ocupa del Plan salvífico y la Voluntad eterna de Dios. Es por el estudio que la Palabra del Señor se posiciona del pensamiento del hombre.

Disciplinas Externas: sal que sazona y luz que alumbra

Las siguientes cuatro disciplinas son llamadas externas debido a que, si bien surgen del interior del hombre, sus manifestaciones se ven en las relaciones sociales cotidianas, pues le da sentido a la vida y alumbra la existencia de otros. La primera de ellas es la disciplina de la sencillez. Foster pone el dedo en la llaga al abrir la segunda parte de su libro con esta disciplina que exige de su portador un espíritu que se ha desprendido de todo lo materialmente innecesario, la vanagloria social y altivez de espíritu, para dar lugar a la nobleza de carácter y la humildad como signos de una vida afable y apacible. La sencillez es la disciplina que no busca acumular las cosas que no queremos para impresionar a las personas que no nos gustan, como dijera Arthur Gish.

Otra disciplina externa es la del retiro. El Dr. Foster se refiere al retiro no como un lugar, sino como un estado de la mente y del corazón. El retiro interno tendrá manifestaciones externas. No tiene relación con la ausencia o presencia de las personas a nuestro alrededor, sino con la condición de autodominio en medio del ruido y la confusión, estando tranquilos en un profundo silencio interno.

La sumisión y el servicio son las dos restantes disciplinas del grupo de las externas. La primera, la sumisión, nos libera de los empedernidos caracteres de la obsesión, el enfado, la irritación y la cólera caprichosa de querer hacer las cosas a nuestra manera. En tanto, el servicio es la expresión más auténtica del carácter del Maestro de Galilea, quien se despojó de su capa, esto es, de su investidura de poder y, ceñido, lavó los pies de sus discípulos, en una muestra de absoluta y ejemplar humildad. (Juan 13:1-20)

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Jesús sirvió a la humanidad asumiendo la tarea más sencilla del siervo que, sin asomo de la más ínfima grandeza, ni reparando en si el otro lo merecía, se dio por el otro hasta el mismo sacrificio. (Filipenses 2:7,8)

Disciplinas colectivas: de lo bueno a lo mejor y de ahí, a lo excelente

Las cuatro disciplinas finales abordadas por Foster se identifican como colectivas. Todas ellas se pueden realizar y practicar en la compañía de otros. Están acomodadas de tal forma que pareciera van aumentando de intensidad. Si fueran de un concierto musical, serían notas que van in crescendo. Parte de la nota solemne de la confesión y la búsqueda de asesoramiento, para ir de ahí a la adoración y de ésta al gozo exultante. Sin duda, va de lo bueno a lo mejor y de esto a lo excelente. Tal debe ser el camino del creyente. Una línea de ascenso en la espiral de la vida.

La confesión es un tema que, podría pensarse, marca una disonancia en este cuarteto temático. Históricamente, se ha considerado que la confesión debería ser una disciplina del creyente con su mediador absoluto y exclusivo que es Cristo Jesús; pero Foster desarrolla un punto de vista adicional para dar lugar a un ejercicio espiritual en el que el ser humano es capaz de hacer declinar sus armas de orgullo y reconocer su error, su pecado y mal proceder delante de aquellos a los que ha agraviado, para dar lugar a una de las más hermosas manifestaciones de la gracia: el perdón.

La temática de cierre, la disciplina del gozo, corona el transitar que el autor ha ido recorriendo a lo largo de las doce disciplinas mismas que representan un manjar para el espíritu y un deleite para la mente.

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Celebración a la Disciplina… ¿por qué leerlo?

Richard J. Foster tiene una habilidad difícil de encontrar entre los escritores de los tiempos modernos: diserta sobre temas actuales con toda la autoridad que sólo poseen los clásicos. Lo hace con la profundidad de alguien que, arraigado en la teoría, se ha hecho un experto en la práctica.

Por eso, no sólo es recomendable leer a Foster, además es saludable y edificante. Y usted, querido amigo, ¿ya lo hizo?

Con afecto y en esperanza,

Adán Tovar Yáñes es profesor y asesor de posgrado en la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Saltillo, Coahuila, México.

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