La semana pasada, el pastor J. D. Greear, expresidente de la Convención Bautista del Sur (SBC, por sus siglas en inglés), provocó una tormenta en las redes sociales cuando un fragmento de 27 segundos de su sermón dominical se hizo viral en Twitter (ahora X) [enlaces en inglés].

En el videoclip, Greear le reprocha a algunos miembros de su iglesia, The Summit, que lleguen tarde, se vayan temprano y, en general, sean poco amistosos. «Honestamente, es una de las cosas que me irrita», dice, mientras mira directamente a la cámara y adopta un tono de «charla real». «Ustedes tratan a la iglesia como un espectáculo religioso». Luego, señalando a sus espectadores en línea, dice: «Cuando la gente dice que la iglesia... se siente como una gran producción, ustedes son el problema».

El video pasa a un ángulo de cámara más amplio en el que se le ve de pie en un escenario grande y bien equipado, frente a un público sentado en butacas de cine y flanqueado por al menos dos enormes pantallas de alta definición, en una de las cuales aparece el propio pastor. El clip subtitulado añade la supuesta reacción del público: «uh-oh», y luego «whew», como un aparente intento de suavizar el golpe.

El video apareció en la cuenta de Twitter de Greear y poco después fue eliminado, pero no antes de que otro usuario lo volviera a publicar con el comentario: «Bruh. Mira dónde estás parado».

La implicación era obvia: el entorno del pastor no encajaba muy bien con su discurso. La plataforma en la que estaba predicaba un sermón diferente al de su severo mensaje acerca del amor. El medio parecía contradecir el mensaje.

En esencia, estoy de acuerdo con el mensaje verbal de Greear de que la iglesia no es un espectáculo; creo que la mayoría de los cristianos coincidirían. Pero cuando la cámara se aleja, aparece un mensaje diferente: la iglesia es un espectáculo.

La iglesia de Greear, como muchas otras en Estados Unidos hoy en día, tiene múltiples campus, cientos de empleados y miles de asistentes semanales. La iglesia probablemente tiene un equipo dedicado a producir el servicio: un productor que dirige los cortes de video, y operadores de cámara que hacen acercamientos y panorámicas.

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Los sermones duran casi exactamente 45 minutos y se suben rápidamente a una landing page que incluye recursos como una guía del sermón para niños y un enlace al pódcast. Y es casi seguro que Greear no haya cortado el clip de 27 segundos y ni lo haya publicado él mismo en Twitter. Es probable que haya un equipo de redes sociales dedicado a ello.

Sin duda, hay razones válidas para muchas de estas decisiones organizacionales, ya que se necesita mucho personal y recursos para gestionar una megaiglesia. Pero cuando los críticos se quejan de que la iglesia se siente como una superproducción, tal vez algunos de los elementos anteriores envían este mensaje más que cualquier otra cosa.

Y aún no hemos llegado a la polémica en Twitter. El clip se compartió originalmente con los 115 000 seguidores de Greear, quizá con la esperanza de enfatizar su mensaje original de que «la iglesia no es un espectáculo». Se esperaba que fuera un mensaje con el que todo el mundo estaría de acuerdo. Pero el comentario añadido cuando fue retuiteado («Mira dónde estás parado») reveló un mensaje muy diferente: algo parecido a «¡Mira qué hipócrita es este pastor/iglesia!».

El pastor del video estaba enfadado con sus miembros, y ahora el público está enfadado con él. Y gran parte de este enfado se debe a que no vemos cómo el medio da forma al mensaje. Sí, se supone que la iglesia no es una producción, pero esas grandes pantallas hacen que lo parezca. Y sí, Greear puede no ser tan provocador como parece, pero ese videoclip ciertamente lo hace parecer.

Todos los pastores y usuarios de las redes sociales haríamos bien en considerar los medios que utilizamos y reconocer cualquier mensaje involuntario que pudiéramos estar enviando. Como creyentes, debemos tener cuidado de garantizar que el mensaje del Evangelio no se distorsione a causa del medio a través del cual se predica, y debemos garantizarlo en todos los niveles: desde el sermón hasta el santuario; desde las estructuras de personal y el gasto presupuestario hasta la presencia de la iglesia en las redes sociales.

Hay una forma mejor de hacer las cosas, y el propio videoclip nos ofrece algunas pistas.

Contrariamente a lo que sugieren los subtítulos del video, el público no dice realmente «uh-oh» ni «whew» al final del video. Lo que realmente se escucha es algo de risas y luego aplausos. Podría tratarse de una risa incómoda, pero quizá se deba a que el público conoce la personalidad de su pastor. Saben cómo se exalta con ciertas cosas, y tal vez que utiliza la hipérbole más de lo que debería. ¿Quién sabe? Yo no lo sé. Nunca he ido a su iglesia.

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Después de ver el videoclip en Twitter, entré en el sitio web de su iglesia y escuché su argumento más amplio con respecto a esa sección del video (que empieza en el minuto 39). Al hacerlo, descubrí que el fragmento está, en cierto modo, sacado de contexto. Parece que Greear intentaba dejar clara una idea con su agresividad, por lo que concluyó el segmento diciendo: «Oye, Santiago es contundente. Yo también puedo ser un poco contundente». (No se equivoca. Tanto Santiago como Jesús dijeron cosas que ofendieron a sus oyentes).

No obstante, así como vimos el contexto más amplio del videoclip, tenemos que entender los contextos que creamos: los edificios, las características, el personal y los sistemas. Todos ellos pueden comunicar mensajes que quizá nunca hayan sido intencionales, pero que estamos enviando de cualquier manera.

En lo que todo el mundo parece estar de acuerdo es en lo que Greear intentaba decir en su sermón: «La iglesia debe ser hospitalaria». Aunque en este video se puso de manifiesto el borde afilado del argumento de Greear, su deseo más profundo es que su iglesia demuestre un tipo de hospitalidad radical que esté dispuesta a desvivirse por conectar con la gente, especialmente con los que están solos. Esto es algo que yo también aplaudiría.

Si las iglesias quieren ser conocidas por su hospitalidad, debemos preguntarnos: ¿Cómo construimos edificios, instalamos elementos, diseñamos sistemas y organizamos al personal para enviar ese mensaje? Muchos pastores e iglesias fieles están batallando precisamente con esta pregunta.

Tal vez, sin querer, hemos construido iglesias que a veces envían un mensaje equivocado. Pero si queremos empezar a construir iglesias más hospitalarias, ¿qué deberíamos comenzar a hacer de una manera distinta?

Adam Graber es consultor en teología digital y copresentador del pódcast Device & Virtue.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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