Conocí a Senganglu Thaimei (Sengmei, para sus amigos) en Nueva Delhi, India. Nacida en la tribu Rongmei en el extremo noreste de la India, enseña literatura inglesa en la Universidad de Delhi y escribe historias que reimaginan los cuentos de su tribu a través de los ojos de las mujeres marginadas. A Sengmei le apasiona la preservación de la cultura tribal, cosa que es muy necesaria. Las tribus Naga fueron alcanzadas por misioneros occidentales en el siglo XIX. La cristianización trajo la occidentalización. Hoy, más del 80 por ciento de los rongmei son cristianos y las tradiciones tribales están decayendo.

Para muchos, esto sería una evidencia entre muchas de que el cristianismo es una religión occidental blanca exportada a la fuerza a otras culturas y que deja un rastro de destrucción cultural a su paso. Pero la historia completa de Sengmei añade capas de complejidad a la escena. Criada en un hogar no religioso, ella comenzó a seguir a Jesús cuando era adolescente gracias al testimonio de un amigo de su tribu. Hoy, ella es una cristiana apasionada y su esposo (de una tribu afín) es pastor de una iglesia multiétnica.

Además, mientras hablábamos de la historia de su tribu, Sengmei me advirtió que no les diera demasiado crédito a los misioneros occidentales. Los occidentales solo dejaron a un puñado de conversos Naga, y fueron ellos quienes luego evangelizaron efectivamente a sus tribus. Y aunque Sengmei lamenta profundamente las formas en que la cultura occidental se empaquetó ilegítimamente con el cristianismo, es igualmente clara al hablar de los efectos positivos de la cristianización, especialmente para las mujeres de su tribu.

Visité la India para reunirme con doce académicos cristianos. Diez procedían de las tribus Naga. En total hablaban siete lenguas indígenas. Pero cuando se trataba del cristianismo, hablaban con una sola voz. El antropólogo cultural y miembro de la tribu Naga, Kanato Chophy, lo expresó de la manera más radical cuando dijo: «Debemos abandonar esta idea absurda de que el cristianismo es una religión occidental».

Diverso desde el principio

Siglos de arte occidental que representa a Jesús como un hombre de piel clara pueden hacer que algunos de nosotros olvidemos que Él era un judío del Medio Oriente que vivió bajo el opresivo dominio romano y cuyos seguidores fueron llamados «cristianos» por primera vez en Antioquía, cuyas ruinas se encuentran en la actual Turquía. El cristianismo no vino de Occidente.

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Pero tampoco estaba limitado a su cultura de origen. La vida y las enseñanzas de Jesús escandalizaron a sus hermanos judíos precisamente por traspasar sus fronteras raciales y culturales. Por ejemplo, el héroe de la parábola del buen samaritano provenía de un grupo étnico odiado. Jesús instruyó a sus discípulos: «Vayan y hagan discípulos de todas las naciones» (Mateo 28:19). Ellos comenzaron inmediatamente.

En Hechos, vemos al Espíritu Santo dando poder a los apóstoles para evangelizar a personas «procedentes de todas las naciones de la tierra» (Hechos 2:5), incluidas aquellas de los actuales Irán, Iraq, Turquía y Egipto (Hechos 2:5–11). Este movimiento del Espíritu a fin de que los apóstoles se comunicaran en el idioma del corazón de los que escuchaban es una evidencia, entre muchas, de que el cristianismo es un movimiento multicultural y multilingüe. De hecho, ¡la Biblia misma es multilingüe!

El Antiguo Testamento está en hebreo y el Nuevo Testamento en griego. Pero la lengua materna de Jesús era el arameo, y los judíos palestinos del primer siglo accedían principalmente a las Escrituras hebreas a través de traducciones al arameo. Vemos rastros del primer lenguaje de Jesús en Marcos, cuando resucita a una niña (Marcos 5:41), cuando sana a un hombre sordo (7:34) y cuando clama a su Padre en la cruz (15:34). El cargo criminal publicado en la cruz («Jesús de Nazaret, Rey de los judíos») fue escrito en tres idiomas: arameo, latín y griego, para incluir los idiomas relevantes de la época (Juan 19:20). Pero no hay un único lenguaje del cristianismo.

La diversidad de la iglesia primitiva

Es un error común pensar que el cristianismo llegó por primera vez a África a través de misioneros blancos en la era colonial. En el Nuevo Testamento, conocemos a un hombre africano altamente educado que se convirtió en seguidor de Jesús muchos siglos antes de que el cristianismo penetrara en Gran Bretaña o América. En Hechos 8, Dios dirige al apóstol Felipe al carro de un eunuco etíope. El hombre era «alto funcionario encargado de todo el tesoro de la Candace, reina de los etíopes» (Hechos 8:27). Felipe escucha la lectura que el etíope iba leyendo del Libro de Isaías, e inmediatamente después le explica que Isaías estaba profetizando acerca de Jesús. El etíope inmediatamente acepta a Cristo y pide ser bautizado (Hechos 8:26–40).

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No sabemos cómo respondió la gente cuando el eunuco etíope llevó el evangelio a casa. Pero sí sabemos que en el siglo IV, dos hermanos esclavos precipitaron la cristianización de Etiopía y Eritrea, lo que condujo a la fundación del segundo estado oficialmente cristiano del mundo. También sabemos que el cristianismo echó raíces en Egipto en el primer siglo y en el segundo siglo se extendió a Túnez, Sudán y otras partes de África.

Además, África engendró a varios de los primeros padres de la iglesia, incluido uno de los teólogos más influyentes en la historia cristiana: el erudito del siglo IV Agustín de Hipona. Del mismo modo, Iraq fue el hogar de una de las comunidades cristianas más antiguas del mundo, misma que perduró hasta que fueron diezmados por la persecución. Y volviendo a la patria de Sengmei, lejos de ser alcanzada solo en la era colonial, la iglesia en la India reclama un linaje que se remonta al primer siglo. Si bien esto es imposible de verificar, el destacado erudito Robert Eric Frykenberg concluye: «Parece seguro que hubo comunidades cristianas bien establecidas en el sur de la India a más tardar en los siglos III y IV, y quizás mucho antes». Por lo tanto, el cristianismo probablemente echó raíces en la India siglos antes de la cristianización de Gran Bretaña.

Cada tribu, lengua y nación

Muchos de nosotros asociamos el cristianismo con el imperialismo occidental blanco. Hay razones para esto, y algunas de ellas son bastante feas y lamentables. Pero la mayoría de los cristianos del mundo no son ni blancos ni occidentales. De hecho, el cristianismo es cada día menos blanco y occidental.

Hoy en día, el cristianismo es el sistema de creencias más grande y diverso del mundo, que representa la distribución racial y cultural más uniforme, con un número aproximadamente igual de personas que se identifican a sí mismos como cristianos en Europa, América del Norte, América Latina y el África subsahariana. Más del 60 por ciento de los cristianos viven en el Sur del globo terrestre, y el centro de gravedad del cristianismo en las próximas décadas probablemente será cada vez menos occidental.

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Según el Pew Research Center, para 2060, el África subsahariana podría albergar al 40 por ciento de las personas que se identifiquen a sí mismos como cristianos. Y aunque China es actualmente el centro mundial del ateísmo, el cristianismo se está extendiendo allí tan rápidamente que China podría tener la población cristiana más grande del mundo para el año 2025, y podría ser un país de mayoría cristiana para 2050, según el sociólogo Fenggang Yang de la Universidad de Purdue.

Para ser claros, el hecho de que el cristianismo haya sido un movimiento multicultural, multirracial y multiétnico desde sus inicios no excusa las formas en que los occidentales han abusado de la identidad cristiana para aplastar a otras culturas. Después de la conversión del emperador romano Constantino en el siglo IV, el cristianismo occidental pasó de ser la fe de una minoría perseguida a estar vinculada al poder político de un imperio, y el poder es quizás la droga más peligrosa de la humanidad.

Pero, irónicamente, nuestro hábito de equiparar el cristianismo con la cultura occidental es en sí mismo un acto de parcialidad occidental. El último libro de la Biblia pinta un cuadro del fin de los tiempos, en el que «apareció una multitud tomada de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas» adorando a Jesús (Apocalipsis 7:9). Esta fue la visión multicultural del cristianismo desde el principio. A pesar de todos los giros equivocados que tomaron los cristianos occidentales en los últimos 2000 años, cuando observamos el crecimiento de la iglesia a nivel mundial hoy en día, no es una locura pensar que la visión apocalíptica finalmente podría realizarse. Entonces, prestemos atención a la teología bíblica, la historia de la iglesia y la sociología contemporánea de la religión y, como dijo mi amigo Kanato Chophy, abandonemos esta idea absurda de que el cristianismo es una religión occidental.

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Rebecca McLaughlin tiene un doctorado de la Universidad de Cambridge y una licenciatura en teología del Oak Hill College de Londres. Rebecca es cofundadora de Vocable Communications y exvicepresidenta de contenido en Veritas Forum. Contenido adaptado de Confronting Christianity: 12 Hard Questions for the World’s Largest Religion por Rebecca McLaughlin, ©2019. Usado y traducido con permiso de Crossway, un ministerio editorial de Good News Publishers, Wheaton, IL 60187. www.crossway.org

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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