Una verdad dura, de esas que nos hacen estremecer, quizá no sea la mejor manera de comenzar una devoción navideña, pero acompáñame mientras te lo explico: la esperanza requiere mucho trabajo. Sí, Jesús nos trae la esperanza verdadera, pero como muchos aspectos de la fe cristiana, vivir con esperanza no siempre es fácil. La historia de nuestra fe puede incluir algunos pintorescos días soleados en el mar de Galilea, pero tiene una cruz en su fundamento. Si somos sinceros, sabemos que el camino no va a ser fácil, así que digiramos juntos algunas verdades que nos pueden nutrir y ayudar a construir esta cosa llamada esperanza.

En Efesios 1, Pablo le escribe a la Iglesia sobre la realidad de la esperanza y cómo esta no está ligada a nada que la Iglesia pueda lograr por sí misma. Esto ofrece cierto alivio: no se trata de lo que nosotros podemos hacer. No, la esperanza entra en escena cuando la Iglesia deja de intentar conseguirla por sí misma y deposita su esperanza en el poder de Cristo y en su autoridad sobre todas las cosas.

Parece sencillo «dejar todo en manos de Dios», pero piénsalo dos veces. Intenta recordar la última vez que tuviste que dejar de intentar hacer las cosas por ti mismo y permitir que alguien las hiciera por ti: tus proyectos de trabajo, la crianza de tus hijos o incluso tu propio ministerio. Este nivel de confianza y liberación de control puede sentirse casi imposible. Nos encanta decir que ponemos nuestra esperanza en Jesús, pero es mucho más fácil poner nuestra esperanza en nuestras propias habilidades y capacidades. Es por eso que la esperanza requiere trabajo, porque cuesta trabajo soltar el control.

Darme cuenta de los límites de mis propias fuerzas me ayuda a confiar en que Jesús es el autor de la esperanza en mi vida. En Efesios 1:19, Pablo habla de la incomparable grandeza del poder de Dios. En cómico contraste, me despierto cada mañana en mi cuerpo de 49 años y camino cojeando. Dormir es ahora aparentemente un deporte de contacto, y cuando voy al gimnasio, mi objetivo es hacer suficientes estiramientos para no estar dolorido cuando me levante a la mañana siguiente. Mi fuerza tiene límites. Pero Efesios deja claro que la fuerza de quien realmente nos da la esperanza es incomparable. Su grandeza y su poder no tienen límites. Ninguno. Eso es algo en lo que todos podemos depositar nuestra esperanza, sean cuales sean las circunstancias.

Y aquí viene lo bueno: la autoridad de nuestro Rey Todopoderoso nos ha sido concedida por la riqueza de su gracia, y vive dentro de nosotros como cristianos. Podemos aprovechar la autoridad de nuestro Creador en esta Navidad para permitir que su fuerza fluya en nosotros y a través de nosotros. En medio de todo el alboroto de la temporada, con las inevitables mentes cansadas y cuerpos doloridos, permite que tu esperanza se encuentre en la fuerza y autoridad de Cristo. Es mejor así.

Carlos Whittaker es narrador, conferencista y autor de Moment Maker, Kill the Spider, Enter Wild y su último libro, How to Human.

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